Se sabe que el miedo es libre, que cada cual se asusta según su manera y le dura a su capricho. El socialista José Bono, hoy apartado de la primera línea de la política, se ha manifestado en la televisión en términos que no comparto; es más, que me producen desencanto. Dice el que fuera ministro y presidente de las Cortes que a pesar de que la figura del rey don Juan Carlos fue una imposición gratuita de Franco -su herencia- para ocupar la Jefatura del Estado y la restauración de la monarquía, su actuación aquel 23 de febrero de 1981 fue de tal importancia para España que lo legitimó para el sucesivo devenir histórico del país. Añade el de Castilla-La Mancha que él era contrario a aquella decisión del dictador pero que ahora comprueba la eficacia y el prestigio que se ha ganado el monarca. Discrepo en la totalidad de la afirmación.

José Bono era un joven diputado socialista cuando el armado Tejero -guardia civil, entonces- irrumpió a gritos en el Congreso de los Diputados pegando tiros al cielo raso de la Cámara y secuestrando a sus señorías allí reunidas, que a excepción del general Gutiérrez Mellado y el expresidente Suárez, todos se escondieron bajo los bancos mientras se encomendaban a todo el santoral. El susto de Bono en aquellos momentos debió ser de tal calibre, tan morrocotudo, que horas más tarde se reconcilió con la monarquía impuesta y 32 años más tarde, ayer mismo, justifica vehementemente la legalidad del rey, por aquella actuación de la madrugada del fallido golpe militar.

Pero las reflexiones de mucha gente, en la actualidad, habiendo vivido aquella inquietante tragedia o no habiéndola vivido, por suerte, caminan por otros destinos. La corriente fluye en el sentido de que tras todos estos años de reinado de don Juan Carlos I, el crédito por aquella decisión suya -¿suya?- de salir en la televisión vestido de militar a defender la reciente Constitución y con ella la recién estrenada democracia, se ha agotado. Aquella renta ya está mucho más que amortizada y el gran susto se nos ha pasado; a todos menos a José Bono. Y siguiendo con la línea de pensamiento, hacer llegar hasta el nuevo heredero de la Corona aquellos méritos que por otra parte no eran más que defender la legalidad vigente, ya parece un exceso histórico lícito de intentar impedir.

A José Bono le ha ido bien la vida; se le ve satisfecho y se le sabe con una economía, como mínimo, acomodada En el 69 se apuntó al PSOEÉ ¡Cuántas emociones desde entonces! Es muy razonable que se sienta agradecido.