Los recortes sin límite ni acierto; el innegable, aunque relativizado por sus gestores, aumento del paro, y el lógico, aunque terrorífico, descenso del consumo, son los tres pilares de una espiral que nos hace agonizar lentamente. Una pescadilla que se muerde la cola con ganas y que no tiene pinta de soltar la presa.

Esta tarde, al caer el sol, después de pelearme telefónicamente con mi valcarceliano vecino de página, ha cesado en intensidad la lluvia que nos ha tenido unos días chapoteando en barro y haciendo colas en los lavaderos de coches. La lluvia ha parado y ha dejado un aro iris majestuoso que, mirando a levante, se podía disfrutar al completo, con toda su elipsis dibujándose contra el fondo de nubes negras que ya se marchaban. La imagen amortiguaba un poco el efecto irritante que tiene hablar de política con Mondéjar, así que me he dirigido a las curvas de Cala Cortina a disfrutar del momento y del paisaje. La suerte estaba conmigo, pues esa decisión me ha permitido saborear, desde cierta altura, del impresionante paisaje que dejaba la puesta de sol extraña y amarillenta que hemos tenido hoy en Cartagena. Los amarillos y ocres del fondo se suavizaban y tornaban azulados y malvas sobre el puerto y sus barcos y sus grúas. El tiempo y el desastre parecían darme una tregua y, para colmo de mi felicidad, Ella Fitzgerald ha decidido adornarlo todo con su voz desde la radio del coche con uno de los temas que grabó acompañada solamente, como si fuera poco, por la guitarra del maestro Joe Pass.

Idílico, pero me ha hecho pensar también en toda esa gente, allí abajo, que se afanan y pululan cada día de un lado para otro y en todos esos comercios y bares y pequeñas tiendas que esperan, también cada día, coincidir con los que pululan y se afanan. Y así cada día, hasta que llega el fin de mes y el fin del trimestre y su iva y los pasos empiezan a escasear y a hacerse más pesados. No he podido evitar una reflexión en conjunto, ante la visión de una ciudad que parecía de juguete, con esos tonos pastel apagándose por segundos. Y me he acordado de lo que me está matando ya tanto tiempo por dentro: el miedo.

No llegamos y nos estamos aterrorizando porque somos cada día más conscientes de que el desierto acaba de empezar y ya no nos queda agua. Las noticias que llegan desde Europa nos hacen suponer que nuestro Gobierno las usará para volver a justificarse. El iva europeo es del 23% y parece que tienen muchas ganas de que nos pongamos a nivel cuanto antes y, además, el Gobierno ya ha dicho que habrá que seguir la senda del ajuste y la austeridad. Igualito que el bueno de Ramón Luis Valcárcel, que lo mismo te dice un día que tocar el Estado del Bienestar es lo último que piensa hacer, que te dice otra tarde que ya sabía él que no se cumpliría el déficit y que habrá que hacer lo que se tenga que hacer, aunque haya que recortar de aquello que más nos cuesta, qué se le va a hacer. Y así nos luce el pelo, amigos, con el miedo acogotándonos y la sospecha de que si han empezado a hablar con la boca pequeña del iva es porque, al final, nos vamos a comer otra subida antes o después. Y esto va a ser magnífico para el consumo, que será magnífico para el paro, cuyo aumento será magnífico para evitar que a nuestros próceres no se les ocurra otra cosa que seguir apretando con el iva y otras medidas que, como podemos observar, simplemente logran el cierre de más y más empresas, y más gente a la calle.

Tenemos que reactivar el consumo, dicen. Es vital, cacarean; pero todo lo que hacen es el mayor exterminio de pymes que se haya visto nunca. Y las pymes, no lo olvidemos, son en su conjunto el mayor contratador que tiene este país. Nada genera más empleo, aunque haya empresas gigantes que manejan a ministros como si fueran concejales, para qué nos vamos a engañar.

Si la solución, a corto plazo, es de recortar y pasar alguna fatiguita ¿no se les ocurre nada más que pisar a funcionarios, pensionistas y pequeños empresarios, entre otras víctimas de caza menor? No se va a recortar nada, parece ser, en cargos a dedo, en diputaciones, en fundaciones públicas repletas de tábanos o en senadores de esos que le confirman al Follonero de La Sexta que cobran chupi por algo que no sirve para nada. Y, si sirve para algo, para nada bueno. O mejor aún, ajustamos a muerte, estrangulamos a los ciudadanos, quedamos bien con Europa y así podemos seguir ayudando a los bancos, que ahora no dan un duro soltándonos a la cara el axioma de que sin garantías no se puede dar crédito, faltaría más, que eso es lo que pasó y por eso estamos como estamos, hala, trágate un 18% si puedes, infeliz. Y ellos, a salvar beneficios.

Así que, viendo que el consumo va a seguir cayendo, como el paro, aunque ya no sé en qué orden he dejado la imagen idílica del atardecer pastel sobre Cartagena y me he metido en el coche para volver a casa y escribir esto. Y me he dado cuenta de que apenas me quedaba combustible y que no llevaba nada en los bolsillos.