Nuestra sociedad nunca ha sido un lugar sencillo. En no pocas ocasiones es justo lo contrario y más se muestra como páramo hostil y carente de humanidad, que como lo que debería ser si todos nos comportáramos como de nosotros esperarían nuestras madres y aquellos que de niños nos educaron. En un teatro donde tantas veces el individualismo se impone al trabajo en equipo, el egoísmo a la solidaridad y la mentira a la verdad, resulta complejo, si no casi imposible, encontrar ejemplos, por pocos que sean, en los que se contradiga la triste dinámica general y las cosas sucedan como de verdad deberían suceder. Uno de estos raros ejemplos es el Grupo Capacitas de la Universidad Católica San Antonio de Murcia. Ante la tónica general y actual, cada vez más intensa, que nos dice que sólo mordiendo y pisando a los demás se puede progresar y crecer en la vida, la experiencia que este proyecto educativo supone y encarna nos demuestra que confiando en los otros, depositando en ellos nuestra fe y dándoles lo mejor de nosotros porque ellos no nos van a dar otra cosa que no sea lo mejor de ellos, se pueden llevar a cabo aventuras tan hermosas como reales. Doce personas a las que la vida quiso decir no y ellos respondieron sí, sí podemos, sí puedo, yo puedo. Uno no es lo que le dicen que es, sino lo que se demuestra cada día a sí mismo que es. Este proyecto surge en la UCAM con el objetivo de formar y preparar para el mercado laboral a personas con una minusvalía por discapacidad intelectual igual o superior al 33%, siendo el único de estas características que se da en una universidad privada europea. Este curso 2012-2013 está siendo el primero y los doce estudiantes que componen la primera promoción saldrán de la UCAM dos años más tarde con un título universitario y, lo fundamental, unas capacidades que les permitirán encontrar un puesto de trabajo en empresas de distintos ámbitos. Yo les he conocido, les he visto en su aula y espero poder darles alguna clase de mi área, Derecho Constitucional, en breve. Tras conocerles puedo decir que me quedé impresionado. Por su actitud, por su sonrisa constante y por el deseo de superarse y ser mejores que me demostraron en los momentos que compartí con ellos. Tal vez lo fundamental de un proyecto como el que se materializa en el Grupo Capacitas no sea que unas determinadas personas con un hándicap de partida superior al del resto obtengan un título o consigan un trabajo. Tal vez lo realmente importante sea que nos enseñen a todos, a ellos en primer lugar, pero a nosotros que les vemos desde fuera también, que si se quiere, se puede, que si existe voluntad, esfuerzo, trabajo, dedicación y la firme decisión de no rendirse y nunca aceptar los límites que se nos dice que tenemos, se puede. Se puede todo. Viéndoles y viendo cómo se aceptan a sí mismos y cómo, desde esa aceptación, van más allá a cada momento, en cada día, uno se da cuenta de lo pequeños y ridículos que son sus miedos, sus temores, nuestros pánicos del día a día, pues, ¿qué importancia puede tener nada si se tiene fe, si se tiene esperanza, si se tiene la certeza de que nada ni nadie puede detener a quien ha decidido que no se le va a detener? El ser humano, sea cual sea nuestra raza, nuestro sexo, nuestra edad, nuestra condición o circunstancias personales, está hecho para ir más allá, plus ultra, como dice el lema de nuestra propia nación. Hemos sido creados para nunca rendirnos y para derrumbar, con nuestra propia existencia sobre la faz de la Tierra, todas las barreras que se nos pongan por delante. Pues nuestro camino ha de ser nuestro triunfo y jamás podemos, nosotros que hemos sido dotados de tantas posibilidades y opciones, rendirnos, o siquiera pensar en rendirnos. A los muchachos y muchachas que forman el Grupo Capacitas les tocaron unas cartas ciertamente complicadas. No partieron en la gran carrera de la vida desde el mismo punto de partida del que partimos la mayoría, sino que a ellos les tocó remar, desde el primer momento, mucho más fuerte que al resto simplemente para continuar en liza. Muchos de nosotros, quizá la gran mayoría, nos hubiéramos rendido ante la enormidad de afrontar tal desventaja, ante la sensación de injusticia, de tener que sufrir mucho más que los demás para hacer lo mismo y, siempre, teniendo que demostrar mucho más que los otros para ser tenidos en igual consideración. Pero ellos no se rindieron. Ellos ni siquiera se plantearon rendirse. Y, cuando vas a verles, no descubres personas tristes o que se pregunten por qué; no, al contrario, encuentras personas que te miran a los ojos, que sonríen y que te preguntan a ti: ¿y por qué no? Y como no eres capaz de responderles por qué no, no tienes más opción que aceptar que no hay motivo para decir que no. Al contrario, ellos, con su presencia tranquila ante ti, con su sonrisa perenne y su ánimo confiado, te prueban que eres tú el que dudas, tú el temeroso, tú el débil, pues ellos han sido y son tan fuertes como para echar abajo lo que a ti te derrotaría, pero que a ellos no es capaz de quitarles la sonrisa de la boca. Ser capaz no es algo con lo que se nace. Ser capaz es algo que se gana día a día. Que te ganas día a día. Con tu actitud, con tu espíritu, con tu convicción en que puedes, en que nadie puede decirte que no puedes, en que vas a poder y no necesitas demostrárselo a nadie porque a ti mismo te lo demuestras a cada minuto. Veo a esos doce estudiantes que se pasean sonrientes por los pasillos del Monasterio de los Jerónimos y no puedo evitar sonreír y preguntarme qué don es este que en su mirada aparece en forma de sonrisa y en su corazón anima un nunca te rindas.