Los generales siempre se temen, y la mayoría de las batallas de la historia han sido precedidas del merodeo de los jefes, que se acercan, amagan, tienen escaramuzas, se van y vuelven antes de aceptar un campo para medirse de verdad. En la batalla de la secesión catalana la fuerza insurgente exhibe rapidez y movilidad, y la defensora del statu quo hace lo propio de su condición, o sea, estarse quieta, como si Mas y Junquera fueran dos mosquitos que revolotean, y no avispas terreras (las peores). El estilo Rajoy es así, moratorio y gangoso como un pantano, el gallego oculta sus cartas abarquilladas en la mano, sin que nadie sepa, tal vez ni él, si tiene ases. El as de espadas no ha salido todavía en el juego, pero nadie se engañe, antes o después asomará bajo la bocamanga (sólo eso). Es difícil saber si Rajoy es astuto o indolente. Quizás él mismo se haga la pregunta, ante el espejo.