Las postrimerías de 2012 nos dejaron para la Región de Murcia la noticia del pronunciamiento del Tribunal Constitucional sobre un aspecto más que polémico de la Ley Regional del Suelo que, en resumen, venía a desclasificar como espacio natural protegido una importante cantidad de hectáreas que con anterioridad eran Parque Regional o Paisaje Protegido, entre ellas la Marina de Cope.

La verdad es que lo único sorprendente de la sentencia del alto tribunal es la enorme cantidad de años que ha tardado en pronunciarse sobre el recurso presentado en 2001. En su fondo, el dictamen del Constitucional era lo único que podía esperarse desde el sentido común, la técnica jurídica, y la prevalencia de los valores superiores de la seguridad jurídica de los espacios naturales, los paisajes y la ordenación del territorio.

La dialéctica, muchas veces banal y emponzoñada, entre desarrollo clásico y conservación de la naturaleza se ha inclinado en esta ocasión hacia posiciones del siglo XXI. Nada más contemporáneo que considerar que nuestro territorio, y particularmente el costero, necesita también de espacios abiertos, libres de ocupación intensiva, conservados en sus paisajes y sus valores naturales, no tan solo para la conservación de la biodiversidad y las opciones de uso sostenible del espacio natural, sino también como garantía de que ofrecemos en nuestro territorio un valor de uso de largo recorrido turístico que nos diferencie de las regiones vecinas. Precisamente algunas de las opiniones que se han escrito en estos días vienen a decir que no es de recibo que al norte, en la Comunidad Valenciana, y al sur, en Andalucía, el espacio litoral esté colmatado mientras que nosotros no ejercemos no sé cual pretendido derecho a desarrollar económicamente nuestra costa. Pues bien, en ese argumento, con la vuelta bien dada, se encuentra una más de las justificaciones para la conservación de los no tantos tramos de litoral que aún conservamos vírgenes. Debemos ser distintos. Tenemos que ofrecer otros valores. Nos conviene aportar al turismo, el que será el motor de futuro de nuestra economía, no lo duden, un territorio que explotar turísticamente en extenso de otra forma, con el valor diferenciador del paisaje, de los sitios por explorar y descubrir desde los alojamientos en hoteles cercanos, pero no inmediatos.

Calidad y sostenibilidad van de la mano, no me cabe la menor duda. Por eso, y a pesar de que el próximo aeropuerto internacional allegará muchas más oportunidades, será imposible fomentar la calidad, y con ella un turismo de mayores ingresos, si no hacemos, por un lado, una protección eficaz de los paisajes que aún nos quedan, y por otro si no emprendemos una reforma estética de las fachadas urbanas litorales, de los paseos marítimos, de las infraestructuras comunesÉ

La calidad, asociada con la sostenibilidad, se consigue considerando el territorio turístico como un todo en el que aplicar miramientos tanto generales como de detalle. Construir un entorno cultural de apoyo al recurso climático es una pieza importante. Preservar valientemente los espacios naturales y los paisajes es clave para mantener la calidad escénica que se persigue, y orientarse hacia la construcción de hoteles frente al excesivo consumo de suelo urbanizado es una condición indispensable.

Lo demás es pan para hoy y quién sabe qué para mañana. Un mañana en el que la economía diversificada deberá ganarle la mano a los monocultivos productivos de cualquier tipo, inmediatamente rentables, sí, pero de más dudoso real y común valor añadido.