Escribo esto cuando en Australia es medianoche, no sin antes darme una rápida vuelta por la red por si algún meteorito ha impactado, a última hora, en algún punto del planeta. Ya parece definitivo: el mundo no se acabará hoy, y los que se han cabreado con los componentes de un conjunto de rumberos tienen razón: ¡la que han armado Los Amaya, esos alarmistas! El mundo, seguirá, pues, ‘avanzando’, en la misma errónea dirección que, en Europa, dicta la inflexible dominatrix Angela Merkel que, a diferencia de otro canciller anterior con más bigote, va a implantar su Reich, el IV, sin un tiro. No está claro, empero, a quien beneficia: un amplio informe de la Fundación Bertelsmann dice que «en Alemania, con 82 millones de habitantes, la clase media suma ahora 47,3 millones, cinco millones y medio menos que en 1997». Además, cada vez más expertos anuncian que la parálisis de sus clientes de siempre, sometidos a recortes inmisericordes, pone en serio peligro de recesión a la economía alemana. Pero los teutones podrán consolarse viendo que su deterioro no es tan frenético como el de los dilapidadores nativos de los países sureños, los PIGS: la ONG Intermon acaba de decir que «de seguir con los ajustes, un 40% de españoles estará en la pobreza en 2022, tasa tan alta que harán falta dos décadas para recuperar los niveles anteriores a la crisis».

Y es que el dolor que, según Gallardón, este Gobierno tiene que repartir, no se distribuye por igual; unas fotos y dos vídeos lo demuestran. Hace justo una semana, las primeras páginas de los periódicos locales las ocupaba una instantánea de Mayor Oreja abrazando a su ‘padrino’, Aznar, tras ser investido ‘doctor honoris causa’ en un centro ‘universitario’ del que el ex presidente es ‘catedrático’. Ambos emanaban felicidad, pero la figura más alegre era la reproducida en una enorme foto que decoraba el proscenio, la de otro alemán, el Papa, que luciendo una sonrisa rotunda, mandaba, con los brazos alzados, un alborozado saludo que parecía dedicado a esos dos hijos suyos tan predilectos. Ambos ‘doctores’, en sus discursos, exoneraron a bancos y mercados; la crisis, ya se sabe, es culpa de Zapatero, claro. Pero también de la pérdida personal de valores que, debido al ‘relativismo’ rampante que legitima el matrimonio gay y el aborto, nos ha hecho vivir por encima de nuestras posibilidades. En fin, lo que sueltan siempre —y, en actos como este, a coro— tanto los jerarcas católicos como los del PP.

Pocos días después, dos fotos aparecían en una misma página de este periódico. En la primera, cuatro relevantes personajes entran al Casino de Murcia: de los tres murcianos, dos sonríen ampliamente, lo mismo que el invitado foráneo, el comisario de Política Regional de la UE; el cuarto, el dueño del local donde se celebró el acto ‘académico’ antes descrito, mira de forma expectante —¿cuestión de carácter?— a la cámara. En sus discursos posteriores, Valcárcel y Hahn, el comisario europeo, se mostraron críticos con la política de recortes de la UE, por lo que uno no puede dejar de preguntarse por qué se reían tanto unos minutos antes. En contraste, la otra foto muestra a un cura lorquino que recibe a Hahn en su parroquia con una camiseta de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, acto que, por primera vez durante su estancia aquí, dejó claro al alto dignatario la situación real de muchos murcianos. Frente a la doctrina oficial de su organización —el obispo de Segovia ha dicho que no son los desahucios sino «la crisis moral» ¡igual que Mayor en Guadalupe!, lo que hace que algunos se suiciden antes de que los desalojen—, ese cura sabe qué motiva tal desesperación.

Acabo con los vídeos. En uno, emitido por La Sexta y colgado en la red, una anciana de 76 años, enferma crónica que cobra 356 euros de pensión no contributiva de los que ochenta se le van en copagos de medicinas y viajes al centro de salud —«hay días que no como», le dice al entrevistador—, confiesa sentirse como un estorbo para una sociedad cuyos mandatarios «mienten como bellacos». En el otro, un pijo de pelo engominado —¿acaso para prosperar en el PP, sobre todo en Madrid, tu pelo ha de chorrear brillantina, igual que para conducir una Harley Davidson hay que ser un abuelete con sobrepeso?— sostiene, pese a que las cifras de su presunto plan de ahorro oscilan entre los 533 y los doscientos millones, que la ‘externalización’ —palabro inexistente; se trata de no mentar la palabra privatización— es la garantía de una sanidad pública, universal y de calidad.

Está claro que este mundo sigue, de momento. Pero también que ha perdido el norte. Dada nuestra pasividad, tal vez hubiera venido bien un choque, leve, con un meteorito. Algo que obligara a quienes realmente manejan el timón a cambiar el rumbo.