Llevan años, demasiados, los nuncas alojándose en el andamiaje del Estado. Llevan años los nuncas alveolándose como la carcoma, y son tantos los nuncas y los que llegan de su mano y los que van aupando a lo largo de los años que del Estado, convertido en su estarse, sólo queda la carcasa; un artificio, una estructura arenosa con muchos interesados en que se sostenga como sea, y sí, a costa y por cuenta de los siempres.

En este país de nuncas y siempres hemos caído por el agujero y en el ahora mundo al revés todo es lo que parece... por muchas mentiras que empeñen los nuncas en que el parecer sea otro: la estafa, crisis; los responsables, todos; la deuda, pública ; «el esfuerzo en la salida de la crisis», solidario. La mayoría, silenciosa; los representantes, legítimos; el Congreso, del pueblo.

El Congreso de los siempres hace mucho que fue ocupado por los nuncas y de los nuncas se ocupa...

„El Estado es que nosotros estemos „dice desde el atril un nunca del Desgobierno„, que estemos nosotros y los nuestros, y proteger el Capital y los intereses de aquellos a quienes servimos, que son con quienes estamos en deuda. Descartado el capital y los intereses, y nuestro seguir estando, para salir de la crisis (quiere decir estafa) haremos ajustes (quiere decir recortes) a los siempres y en lo de siempre...

„Nosotros representamos a los siempres, tendrán respuesta en las calles „voces al aire, de las que se lleva el viento, y sin convicción, desde la bancada de los otros nuncas.

Y sí... los nuncas y los otros nuncas se insultan desde sus bancadas, y lo de la herencia recibida, y qué hicieron en su Desgobierno y lo demás ya conocido: a nosotros nos apoyan las urnas, nos apoyan desde sus casas una mayoría de siempres silenciosa (quiere decir indiferente) y también guiños para no llegar demasiado lejos: responsables que son de mantener el artificio los unos para los otros, los otros para los unos... y en fin, que cuatro años no son nada.

Desde otras bancadas, otras voces: ¡Dictadura! ¡Referéndum! ¡Auditoría! ¡Gasolina! Son voces que poco cuentan y cuentan (parte, no todo) de lo que muchos siempres (cinco o seis radicales repiten a todas horas los mediáticos medios) manifiestan a gritos por las calles. ¿Y estas voces son de nuncas o de siempres? Pues depende del día y del asunto... En cualquier caso, forman parte del invento.

Y cuando termina la sesión, los nuncas y los otros nuncas y los no alineados se sonríen como si nada y en animada charla pasean por los pasillos y se palmean los hombros y se sacuden el polvo que de los tapizados sillones se les queda pegado, ese polvo (que sabemos que sólo se eleva para volver a posarse) que quizá sea el culpable de que los que allí entran, pasado un tiempo, dejen atrás toda esperanza en quienes les votaron, y ya nada quieran cambiar y sólo quieran quedarse ellos y los suyos y los que de su mano vienen... y quizá también ese polvo sea el culpable de que los nuncas del Desgobierno, melancólicos de los buenos tiempos, de los tiempos de luces siempre vigilantes en pardos palacios, ordenen y manden golpear, cegar, silenciar, acosar a los siempres que no se resignan, que alzan cabezas y voces, a los siempres que perdieron el miedo; y los nuncas del Desgobierno, temerosos del desmiedo que tan mal se lleva con el orden vuelto a su ser orden, quieren que a los siempres del miedo perdido, el miedo les vuelva a golpes, pero eso no va a pasar en este cuento, antes se bajan ellos del andamiaje. Que se cambien de cuento.

Un día, un nunca medio adormilado en su tapizado sillón despertará sobresaltado por un sonido de marea, rugido, bramido, y él pensando en que si eran leones o elefantes lo que cazaba la majestad, y el viento del pueblo, la voz a gritos de los siempres levantará el polvo (que quizá sea el culpable de todo), y no se volverá a posar.