Con motivo del estreno de la última película de la exitosa saga Crepúsculo, Amanecer parte 2, he estado leyendo por ahí algunas críticas para ver lo que opinan los expertos y el público en general. De todas las leídas, la que más me ha llamado la atención es aquella que dice que la saga Crepúsculo fomenta la dependencia emocional; pero no la dependencia emocional mutua, sino la dependencia emocional de la mujer. Ni más ni menos.

Según aquellos que defienden esta idea „en su mayoría mujeres„, Bella „la protagonista„ manifiesta una dependencia brutal de Edward „su amado„; una dependencia que tachan de casi enfermiza. Para estos críticos, Bella es algo así como una tontucia que no sabe lo que quiere, y como es tonta, se enamora perdidamente del macho dominante, que se aprovecha de su tontuna para camelarla. Según estos mismos críticos, Bella solo piensa en el amor, como una princesita de un cuento de Disney, y no se plantea si el chico es un vampiro, si brilla cuando le da la luz del sol o si tiene las uñas de los pies demasiado largas. En resumen, que la saga Crepúsculo no trata de una historia de amor entre un chico y una chica, sino de la historia de una mujer ´co-dependiente´.

Yo no sé si aquellos „y aquellas„ que realizan este tipo de críticas han sentido el amor alguna vez en su vida pero, visto lo visto, supongo que no. Cuando uno se enamora no hace un estudio pormenorizado de las cualidades y defectos de la persona de la que se ha enamorado. El enamoramiento „según los últimos estudios de la neurociencia„ es inmediato. Existen parejas, por el contrario, que para vivir juntos hacen un balance de los pros y los contras, y enumeran un largo número de cosas que tienen en común como si el amor fuese una transacción comercial. Yo, desde luego, no critico a aquellos que no creen en el amor y que buscan a alguien compatible con el que convivir y, si hay suerte, del que enamorarse con los años. Pero, del mismo modo, considero que no es criticable que una persona se enamore de otra y no exista para ella otra cosa más importante que el amor. A fin de cuentas, hay quien prefiere vivir cinco meses de un amor tipo Romeo y Julieta y quien prefiere vivir 30 años al estilo Matrimoniadas.

Por otra parte, para hablar de codependencia hay que echar mano de algo más que del simple y aburrido memorándum del feminismo. Si es cierto que durante una época determinada la cultura ´imponía´ una posición de sumisión de la mujer, también es cierto que la cultura dominante de hoy nos ´impone´ que una mujer para desarrollarse debe ser absolutamente independiente emocionalmente. Ambas mentalidades comparten la misma raíz, ya que no son más que trasmisiones culturales y, a fin de cuentas, lo que importa es que la mujer y el hombre decidan libremente lo que hacer con sus vidas, como vivir y cómo enamorarse, al margen de machistas y feministas convertidos en iluminados de la moral propia y ajena.

Por amor uno es capaz de dejar su trabajo y atravesar el desierto en patinete, de pasar frío, de cruzar a nado y en pelotas el océano Atlántico, de dejar de fumar, de aprender chino mandarín. El amor es una de las mayores fuerzas que mueve el mundo. Pero eso sí; si quien atraviesa el desierto es un hombre, es algo maravilloso; pero si quien atraviesa el desierto es una mujer, entonces es codependencia.

Hay que joderse.