Al igual que está batiéndose el récord mundial de brotes de manifestantes para exteriorizar el malestar, el envío masivo de mensajes a través de redes y del correo se ha convertido en un arma en defensa propia. A casi todo lo que ocurre se le saca punta. Sirve de analgésico y ha derribado mitos. Y, si no, fíjense lo que hay circulando por ahí desde hace nada. Se trata de una portada de la cabecera monárquica por excelencia en la que, acompañado de su familia, se ve al heredero de la Corona a la puerta del hospital en el que se recupera don Juan Carlos, y que se recibe bajo el siguiente encabezamiento: «¿No ha podido ponerle la madre otro jersey a la niña para ir a ver al abuelo?». Entonces te fijas y resulta que el bordado que destaca sobremanera es un elefantito. Y, claro, salta el humor negro: «Es un mensaje subliminal de Letizia para desmoralizarlo y que suceda el hecho natural». Lo natural es no dejarlo ahí y enlazarlo con el cálculo que se hizo en la red: «El rey habría tenido que esperar ??? días para operarse en la sanidad pública y otros cien para la rehabilitación».

Quiero cerrar la conexión de una vez pero me engancha el dilema de Sebastián. Sebastián notó que su pene crecía y permanecía erecto ni se sabe. Al igual que su esposa, estaba encantado. Tras unas semanas, había llegado a los cincuenta centímetros. Sebastián andaba muy preocupado, con problemas para vestirse y caminar. Ambos (me refiero a la mujer) fueron al urólogo. El médico les indicó que podría solucionarse con cirugía. «¿Cuánto tiempo es-

tará con muletas?», preguntó ansiosa la mujer. «¿¡Muletas!?», respondió sorprendido el doctor. «Hombre „dijo ella fríamente„; me imagino que va a alargarle las piernas, ¿no?». «Y es que a veces „apostilla el mensaje„ la mejor solución no es recortar. Manda este email al Consejo de Ministros todos los viernes, a ver si lo van pillando». Qué miedo da.