Philip Roth (79 años), premio Príncipe de Asturias, confiesa que si no deja de escribir es porque no sabe cómo parar. Dice también que desaparecerán los lectores, pues hay demasiadas pantallas. Parecen dos mensajes letales para la literatura, pero en el fondo llevan dentro el antídoto. Desde su primer día la humanidad se nutre de historias, en las que están los mitos, hitos y ritos por los que se rige, moral incluida. En el principio era el verbo nos remite de modo directo a un contador de historias. El vehículo puede ser verbal, escrito o en imágenes, pero las historias siguen como núcleo de nuestro disco duro. Sin ellas no existiríamos, e igual que le pasa a Roth no sabemos cómo parar. La inercia es la fuerza que lo mantiene todo en pie, incluidos Roth, un servidor, el lector, el periódico, el conjunto del país y las farolas de la calle. La inercia es el sentido de la vida.