Flor de copa, o copa en flor, más bien, es un singular invento que trata de convencer, a miles de mujeres a través de las redes sociales, de que ser mujer puede resultar aún más interesante de lo que nos pensábamos nosotras, y mira que yo tengo el listón puesto a más de dos metros sobre tierra.

El invento, prestando atención a las instrucciones que están escritas en la lengua en la que celebraba Zizou sus goles, es francés. Un origen muy interesante, y sí, señor lector, el aparato se usa en las zonas íntimas de las hembras humanas. Señora, señora, no se me espante, que el principio activo del invento no es sexual (lo siento por los morbosillos).

El caso es que la puesta a punto que realiza nuestro cuerpo para permitir y procurar a la mujer procrear durante su etapa fértil ha dado mucho de sí a lo largo de estos siglos que llevamos machando al Planeta Azul. Al principio, cuando éramos Homo a secas, no se trataba de otra cosa que del celo, entrábamos en calor, como dicen nuestros vecinos del norte. Nos hicimos con el apellido Sapiens, y se convirtió en ´el periodo´, tan amado como odiado; la regla, fiel a su cita; la roja, con la que muchos inventaron miles de absurdos mitos y otra excusa más para odiar a las mujeres.

Me desvío ´demasié´, ya que no hay que olvidar los inventos surgidos para permitirnos disfrutar de una vida social durante la parte sangrante del ciclo menstrual, que es donde yo quería ir a parar. Cuando los seres humanos comenzaron a taparse las carnes y, poco más adelante, a crear e imitar reglas de conducta cívica, se dieron cuenta de que las manchas de sangre por toda la casa y parte del mobiliario urbano no era cosa que agradara. La historia empezó de la manera más natural: vamos a meternos algo para que empape. ¿Qué cosas podían utilizar hace 2.000 años las hembras? Uf… de tó: papiro ablandado, caña acuática, hierbas, lana… Más tarde, con el invento de los dioses castigadores, eso de meterse cosas se convirtió en sacrilegio, y llegaron los paños que ni absorbían ni dejaban de oler. La compasión derivó en las compresas de celulosa y otra vez el tampón. ¿Quedaba algo por inventar? Claro, pues el nuestro no es caldo cualquiera. Por eso ahora la regla se puede recoger en una copa. Sí, como lo oyen. Blandita, anti-toda-alergia, higiénica como ninguna, sin goteos… vamos, el inventazo. Y como indican sus creadores, evitas contaminar con miles de compresas y tampones, te ahorras dinero y, ¡lo mejor!: no hay hilito colgando que corte el rollo cuando tu pareja te desnuda en un arrebato. Sólo hay que decirle: espera cariño, que voy a vaciar la copa. ¡Qué divina! Imagino que de aquí a que promocionen el escanciador no pasará mucho tiempo. Y dejaremos de dudar entre tampón, pantón, tomtom… será tapón, siempre tapón. Un chollo para los vampiros, vaya.

Yo tengo una edad que me hace desconfiar de las novedades, así que esperaré a que mi médico de cabecera me recomiende la cata de la copa. Si alguna lectora se me adelanta que no dude en contarme la experiencia.