toda convocatoria electoral es trascendente, pues es la ceremonia en la que con más plasticidad se desarrollan los valores democráticos. La que tendrá lugar el próximo día 20, de la que anoche se abrió el periodo de campaña, es especialmente importante, ya que determinará el Gobierno que ha de afrontar la gravísima crisis económica por la que atraviesa el país en un contexto de equilibrios internacionales en precario.

A pesar de que las encuestas hace ya tiempo que se decantan por una victoria aplastante de la organización política que ha permanecido en la oposición desde que emergió la crisis, el PP, el partido hay que jugarlo, y hoy más que nunca los ciudadanos están atentos a los programas, las ideas y las alternativas que se proponen, sopesando a la vez la credibilidad de quienes las promueven así como la viabilidad de unas y otras en una fase de alta volatilidad y de desestructuración social. El auge imparable del desempleo es la principal consecuencia del estallido de la burbuja inmobiliaria sobre la que, de manera principal, se vino sosteniendo el crecimiento económico, tanto en el conjunto nacional como muy singularmente en la Región de Murcia en los años que precedieron al fatal 2008. Por tanto, a los políticos en campaña se les ha de exigir ideas y compromisos para la reactivación de la economía como modo de iniciar la recuperación del empleo, así como la precisión sobre los ajustes imprescindibles en el sistema sin que se sienta dañado el Estado del Bienestar en los dos principales ejes que los justifican: sanidad y educación. A nadie se le escapa que son necesarias reformas estructurales y nuevos modos de enfocar la acción y la gestión políticas, pero es preciso que esto obedezca a planes cuyo alcance debe ser conocido por los ciudadanos. Conviene, por tanto, que los candidatos se apliquen a lo principal, lejos de las retóricas metapolíticas y, desde luego, con el juego limpio por delante.