El planeta lleva tres años respondiendo a una pregunta desasosegante: «¿Podemos pensar que la democracia, que ha derrocado al sistema feudal y ha vencido a los reyes, retrocederá ante los comerciantes y los capitalistas?».

Aunque peca de un exceso de actualidad, el interrogante fue planteado en estos términos por Alexis de Tocqueville hace dos siglos. A juzgar por la perdurabilidad del combate, no se ha avanzado en exceso en su resolución. Ahora mismo, los gestores excelentemente remunerados del sector financiero español no son conscientes de la hostilidad y la animosidad que la población está incubando en su contra.

Culminada la paradoja de que mantener un depósito bancario cueste dinero, los ciudadanos odian a los bancos con tal énfasis, que le desean todo tipo de infortunios a la entidad en la que guardan sus ahorros. La arrogancia del negocio financiero y los salarios estratosféricos, en un sector en la UCI, acentúan la animadversión. Las bravatas de que el país podía presumir de sus instituciones crediticias no mejora la situación. Y sobrevolando el inminente marasmo, la actuación contemplativa, displicente y complaciente del Banco de España, encarnado en su Gobernador y regido por cuotas partidistas en la línea desastrosa del Consejo General del Poder Judicial.

Los consejeros del Banco de España también disponen de chófer. La constatación del privilegio no implica una reprobación. Merecen sin duda un vehículo asistido para sortear el infernal tráfico madrileño, pero es inevitable que el confort propio les haga más condescendientes con otros beneficiarios de estos signos externos, en las entidades teóricamente bajo su vigilancia. Simultáneamente, el regulador del sistema bancario en defensa de los intereses de los contribuyentes se ha comportado como una patronal bancaria y de las cajas. Ha actuado tardíamente contra excesos que han dejado boquiabierta a la opinión pública.

Mientras los ejecutivos de las cajas se forraban y dilapidaban fortunas, Miguel Ángel Fernández Ordóñez se prodigaba en docenas de comparecencias donde fustigaba a los trabajadores no bancarios. Se extienden entre 2008, cuando el gobernador del Banco de España reclamaba una «trayectoria de moderación salarial» y abril de este año, en que embellecía su discurso a favor de las retribuciones basura. «Bastaría con que los empresarios pudieran, al igual que en otros países desarrollados, ofrecer salarios acordes con su productividad a esos millones de desempleados. Hoy ni siquiera pueden plantearlas».

Antes de perder el puesto de trabajo, «esos millones de desempleados» percibían 20.000 euros anuales según la media española. En cambio, Fernández Ordóñez no censuraba las retribuciones cien veces superiores que se autoconcedían masivamente en ese mismo momento los rectores de las cajas de ahorro bajo su control. En concreto, y por las mismas fechas de tan emocionado alegato, los altos ejecutivos de la CAM se acogían a un ERE que les reportaba millones de euros per cápita. No consta en las crónicas que el gobernador se refiriera al desfase entre esas remuneraciones y la productividad de una entidad que ha batido el récord mundial de morosidad. Hubiera obtenido mejores resultados concediendo los créditos mediante el procedimiento de arrojar dardos sobre una diana, o contratando a un pelotón de simios para que efectuaran la labor de discernimiento.

Por ponerlo suave, una «trayectoria de moderación salarial» no ha marcado precisamente la pauta entre los ejecutivos de cajas y bancos gobernados por el Banco de España, tal vez porque su máximo representante estaba muy ocupado con los trabajadores no bancarios. En estos casos, los supervisores suelen escudarse —al igual que ha hecho la vicepresidenta Elena Salgado— en que los salarios obscenos escapan a su celo inmaculado. En tal caso ¿para qué sirve el Banco de España? También se puede explicar la pasividad tomando otro organismo de control como referencia. ¿Dónde van a trabajar los miembros del Consejo de Seguridad Nuclear cuando acaba su mandato? En Francia lo llaman pantouflage, y en Estados Unidos the revolving door, el salto sin complejos de lo público a lo privado.

La última noticia sobre el mundo bancario establece que el Fondo de Garantía de Depósitos bancarios ya no garantiza los depósitos bancarios. La intervención de la CAM descuidada por el regulador devorará la mitad de ese tesoro. Ojalá nunca sea necesario remunerar hasta 100.000 euros los depósitos de los ahorradores, aunque el dócil Banco de España tampoco podría asegurarlo.