Una serie de grandes empresas francesas —L’Oreal, Danone...— han pedido a su Gobierno que les suba los impuestos para ayudar a que el país salga de la crisis. Siguen la propuesta que hizo el inversor Warren Buffett en Estados Unidos. No sabemos si les harán caso. Los Gobiernos democráticos aceptan que las empresas les digan lo que tienen que hacer pero jamás que se lo recuerden. «Súbanos los impuestos, queremos pagar más». «Pues no… jódete».

En España no pasa esto aunque está peor que Francia y Estados Unidos. Aquí las grandes empresas están mosqueadas porque tienen que adelantar el pago de los impuestos para que el Estado pueda hacer caja e ir pagando, un acto de desesperación de un arrasado ejecutivo que tiene que ahorrar.

La oposición tampoco está de acuerdo con este adelanto del pago, con lo que avanza que no aceptaría la intolerable injerencia si algunos empresarios pidieran pagar más a Hacienda. Mariano Rajoy lo hizo notar en el debate en que salió convalidado el decreto-ley con las nuevas medidas para limitar el déficit público. Al líder del PP le parecía que ese adelanto del cobro de los impuestos le dejaría sin dinero para cuando, como parece creer, después de las elecciones del 20-N, sea presidente del Gobierno. En la réplica de Zapatero se vio cruelmente el estado en que se encuentra el presidente del Gobierno. Al decir que la medida se prolongaba a 2012 y 2013 a punto estuvo de decir que dejaba a Rajoy el uso de ese pago adelantado para cuando llegara al Gobierno y que, por tanto, no había «deslealtad institucional». Al final rebobinó y dijo «consolidación fiscal».

Acaso la cara de pánico del frecuentemente sereno Rubalcaba viniera de ahí y no sólo de confesar que se había enterado la noche anterior por Zapatero de que había negociado una reforma de la Constitución con su rival electoral.