En la selva global en que se ha acabado convirtiendo el mundo, un país sin cabeza no tiene futuro, y ese es el problema de Europa. En el plano de las normas, las reglas, los movimientos de la población y los intercambios funciona como un país, pero no ocurre igual en el plano del gobierno, ni en el de las relaciones internacionales. El gobierno de Europa es una jaula de grillos, en la que cohabitan como pueden unos cuantos funcionarios de bajo perfil con unos líderes nacionales pendientes sólo del electorado de sus países. Entre todos intentan interpretar una partitura, como la orquesta que tocaba en el Titanic con el casco semihundido y la cubierta inclinada. Los mercados se ceban en Europa, y la irán desangrando y descuartizando poco a poco, con la misma diligencia con la que los carroñeros se hacen cargo del animal que aún respira pero ya no es dueño de sus movimientos.