El pasado 8 de marzo, cuando se celebraba en todo el mundo el Día de los Derechos de la Mujer fue noticia el desmantelamiento en la Costa del Sol de una banda de traficantes «que adulteraban y falsificaban medicamentos».

Todavía algunos se sorprenden cuando se les habla de este asunto, y muchos desconocen lo que se esconde detrás de esto; pocos imaginan el número de consumidores de estos productos que están ´criando malvas´ antes de tiempo por desconocer el riesgo que su salud corre.

El uso de las nuevas tecnologías, si bien nos hace más libres en algunos aspectos, nos esclaviza en otros; y también supone, como en el caso que nos ocupa, un riesgo sanitario para aquellos que usan la Red para comprar ofertas de estos medicamentos, que suelen estar adulterados o falsificados.

Este artículo sólo pretende concienciar al lector acerca de la falsificación y adulteración de medicamentos comprados a través de la Red por el riesgo que supone y la preocupación social que desencadena. Difícil tarea, en una España donde la verdad se nos oculta y hasta el propio presidente del Gobierno o, en su defecto, el vicepresidente, mienten y engañan sin ni siquiera enrojecer en importantes asuntos de economía o seguridad; y es que las palabras, por desgracia, se han deteriorado tanto en estos últimos años que muchas veces da la impresión de que nada tienen que ver con la realidad, como ocurre con los fármacos adulterados, porque no sólo se hace con los adjetivos (como se ha permitido toda la vida) sino que ahora se hace también con los verbos. Ahora, mejor que nunca, se pueden aplicar las conclusiones de Cipollo —«si medran los mentirosos, es porque en torno a ellos florecen los incautos»—; quiero decir que la culpa no es más que nuestra; si no, que alguien nos explique por qué los narcotraficantes se están pasando masivamente al negocio de la adulteración y falsificación de medicamentos y productos sanitarios a través de la Red. Sencillamente, porque es más jugoso económicamente y encima no hay (aún) legislación que lo controle; o sea, trabajan sin riesgo de que tal delito tenga pena en un mercado muy bien remunerado.

Prevenir la enfermedad y/o ayudar a curarla es una de las múltiples tareas que el farmacéutico ejerce en su oficina de farmacia (las capacidades silenciadas de la oficina de farmacia, capaz de detectar situaciones sanitarias anormales que se le escapan al Sistema Público de Salud, como por ejemplo la violencia doméstica, entre otras).

Unos 15.000 millones de mensajes diarios —una cuarta parte del tráfico mundial de mensajes electrónicos— son mensajes spam para promocionar tratamientos falsos, como ha afirmado recientemente la consejera de Sanidad de Galicia, Pilar Fargas. Nuestras instituciones y especialmente nuestros Colegios de Farmacéuticos me consta que están valorando la situación para coordinar los esfuerzos y obtener un resultado eficaz (durante 2009 Sanidad hizo 81 actuaciones para luchar contra medicamentos ilegales en la Red. Quizá haya que buscar ayuda en prestadores de servicio como Google y parecidos. Las mafias tienen el terreno abonado en el producto estrella que es la disfunción eréctil; siendo ésta de por sí un síntoma de enfermedad cardiovascular como afirman numerosos cardiólogos de reconocido prestigio (excepto en crónicos o personas de avanzada edad).

La venta de medicamentos por Internet es un grave peligro para la salud, que algunos medios de comunicación no dudan en comparar con el juego de la ruleta rusa, pues el fármaco no es una mercancía sino un producto estratégico que requiere un control, sobre todo si es de procedencia dudosa, y tan sólo se adquiere con seguridad en la Red de Farmacias legalmente establecidas.