Son éstos tiempos de desinformación programada, de sustitución del auténtico debate ideológico por el pancartismo mesiánico-futbolero. Así, el PP es de centro, el PSOE de izquierdas, la oposición poliédrica y el señor Durán i Lleida un líder carismático y mesurado. Zapatero pasa las noches en vela ideando formas nuevas de perjudicar al pueblo murciano tras robarle el agua y el AVE, y Rajoy (suponiendo que entienda lo que acaba de escribir) levantaría el país en seis meses. Claro, claro. La pastelería que acabo de describir ocupa la inmensa mayoría del espacio de

información política, y también de los aparatos de comunicación de los dos mayores partidos.

Vamos a hacer un ejercicio de imaginación. Vamos a preguntarnos qué haría un Gobierno de izquierdas si estuviese a cargo de un país con cuatro millones y medio de parados, en lo más profundo de una crisis económica que ha dejado el sistema financiero hecho retales. Y vamos a hacerlo por partes, como diría Jack el Destripador.

Déficit. Como todos ustedes saben, la palabra de moda es déficit. Donde hace dos años todos decían refundación del capitalismo, ahora dicen reducción del déficit. Machaconamente. Y a diferencia de antes, ahora lo dicen en serio. Pero les voy a contar un secreto que están empezando a entender en Irlanda y el Báltico (a costa de muchas calamidades): el recorte del déficit no es el único camino posible para escapar de la crisis. Según el modelo neokeynesiano, el de por ejemplo Paul Krugman o Joseph Stiglitz (ambos premios Nobel), los Estados pueden y deben tomar préstamos para llevar a cabo proyectos de reactivación de la economía. Con esta filosofía ya se salió de otra crisis que igual les suena: la de 1929. ¿Les suena? Ah. Pues bien, un Gobierno de izquierdas debe endeudarse si con ello aumenta su poder y su capacidad para actuar frente a la crisis y en beneficio de los ciudadanos. Si con ello evita tener que desprenderse de fuentes de ingresos tan suculentas como AENA y las loterías, por no hablar de la catástrofe de malvender las cajas de ahorro a dudosos ´fondos buitre´ multinacionales. Y cómo lo hace lo veremos en el siguiente apartado.

Bancos centrales. Ya. Tenemos un problema de crédito. Los bancos nos cobran carísimo el dinero que nos prestan, porque hay unas agencias super extra respetables que de vez en cuando nos bajan el rating, pintándonos como clientes potencialmente insolventes por un lado, y haciendo ganar ingentes cantidades de panoja a los tiburones que apuestan en contra de nuestra deuda por el otro. ¿Y por qué no podemos acudir al Banco Central Europeo, BCE, a que nos preste a un precio razonable y nos proteja de la especulación, como hemos hecho nosotros al prestarle a nuestros propios bancos con problemas? Porque el BCE «no está para eso», según Angela Merkel, y nosotros calladitos. Un Gobierno de izquierdas no se calla. Un Gobierno de izquierdas se reúne con el resto de países periféricos en la misma situación y se planta en casa de la señora Merkel a mentarle a la madre y lo más sagrao, que en este caso podría ser entorpecer sus importaciones. «Pero es que eso en Europa no se puede hacer», se suele oír. Eso se puede hacer en Europa, en España y en Fernando Poo si se tiene mandato y voluntad.

Bancos centrales (y II). Porque ya que estamos hablando de bancos centrales, hay que decir que en el nuestro habría algunos cambios. Porque si no recuerdo mal, el papel del Banco de España consiste en proteger a la economía española de las posibles tormentas financieras y regular la práctica bancaria de nuestro país con el mismo fin, lo que convierte la gestión de su presidente (que, recordemos, afirmaba en el verano de 2008 que la vivienda jamás bajaría de precio) en una catástrofe sin precedentes y un ejemplo de mala práctica rayana en la negligencia. Pasa el tiempo y este señor no solo no dimite, sino que aprovecha para seguir coreando su cantinela como quien trata de pescar a río revuelto.

Sinceramente, señor MAFO: mis hijos tienen muñecos parlantes que saben decir más cosas que usted: despido libre, retraso de la jubilación y contención salarial. La diferencia es que nuestros juguetes no cobran 165.000 euros al año. Ah, y que para decir lo que usted dice, ya tenemos al presidente de la patronal, que esa sí es su misión. Un Gobierno de izquierdas presionaría a este personaje para que dimitiera. No me lo estoy inventando: es lo que ha pasado en Islandia.

Recorte de gastos. Recortar gastos está muy bien. La clase política tiende al boato (quinientos millones de euros ha costado el nuevo ayuntamiento de Madrid, por ejemplo) y somos nosotros quienes tenemos que fiscalizar su alegría a la hora de gastar. Pero la cosa no debe convertirse en un arma arrojadiza entre los dos principales partidos, porque al final podemos perder la perspectiva: muchas veces quien habla de los caros coches oficiales de su contrincante se suele gastar lo mismo cuando accede al poder. Y sobre todo: tenemos que ser conscientes de que usan el despilfarro como excusa para atacar a sus enemigos: unos contra el ministerio de Igualdad, otros contra los aeropuertos de los lugares en los que no gobiernan, otros contra los traductores del Senado, etcétera. Evidentemente nadie se mete con el ingente gasto de las Diputaciones, organismos sin competencias repletos de cargos oficiales en que reside la esencia de nuestro injusto sistema electoral. Un Gobierno de izquierdas sí lo haría. Ahorrarnos ahora los millones que gasta esta gente nos ayudaría a salir de la crisis. Retrasar la edad de jubilación, para empezar a ahorrar dentro de un montón de años, obviamente no tiene nada que ver con la lucha contra la crisis actual y forma parte del trágala. Un Gobierno de izquierdas no tragaría.

Nacionalización. Ea, ya lo he dicho. La palabra prohibida. Dejen de leer ahora mismo si no quieren contaminarse, pero ¿por qué? Total, ya hemos puesto encima de la mesa 20.000 millones de euros en efectivo para comprar activos bancarios, avales por 56.000 millones para ayudar a los bancos a captar préstamos, y 12.000 millones de inyección directa a través del FROB (en comparación, suprimir el ministerio de Igualdad ha supuesto un ahorro de diez millones). Y todo esto lo hace un Estado con terribles dificultades para acceder a crédito en el exterior. ¿De verdad que merece la pena? ¿No sería mejor nacionalizar las entidades quebradas, como han hecho los islandeses, y construir un sistema financiero público al servicio de nuestra economía sostenible?

Conflicto. ¿Conflictos sociales? Un Gobierno de izquierdas no se enfrentaría a sus ciudadanos para defender el dogma de las élites financieras, sino exactamente al revés. Pero no tenemos un Gobierno de izquierdas, sino una pandilla de apagafuegos peleándose con una pandilla de costureros.