Le habrá pasado a mucha gente, quizá a todos. Me ocurre que, en ocasiones, en algún medio o en el devenir doméstico, me encuentro con una persona de la que hacía tiempo no sabías nada, y me asalta la pregunta: Pero ¿este no se había muerto? También es verdad que ocurre en positivo: alguien a quien creías desaparecido resulta que está vivo y coleando. Son menos tales comprobaciones, pero existen.

Los periódicos, la televisión y la radio nos están recordando el histórico y español 23 de febrero de 1981 con motivo del treinta aniversario que

se cumple. Y han vuelto a nuestra memoria los acontecimientos que asustaron a un país que se desperezaba de la pesadilla del franquismo y, con esto, algunas caras de ingrato recuerdo. Resucitan, treinta años más tarde, los rostros envejecidos de aquellos que violentaron el Parlamento de nuestro país.

A la gran foto en la que figuran todos los protagonistas le añaden un texto en el que explican que el 50% de los inculpados han pasado a mejor vida, o a otra vida, para ser más exactos. Bueno o malo, según se mire, como en el caso de la media botella llena o la media botella vacía. Han

pasado treinta años sobre todos, y eso es lo importante.

A pesar de la verborrea histórica, de la recuperación de aquellos hechos como noticia conmemorativa, seguimos teniendo la sensación de que nadie, o unos pocos, saben de verdad qué ocurrió y quién levantó las armas contra la recién nacida democracia. Al final, los supervivientes, pasado un tiempo, se han convertido en ciudadanos sin saldos negativos y pendientes con los españoles. Las fotos del ex general Armada o el ex coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero (la de viajero en el metro con cara de ningún amigo es especial) me producen cierta turbación de la serenidad.

De aquellos fantasmas, hoy resucitados, y de su fracaso o éxito de entonces dependieron las caras conocidas posteriores. Con excepciones, en la repetición de la secuencia de «¡Todos al suelo!» se pueden observar los rostros de los todavía vigentes, ya conocidos por entonces. Ahí está Bono con cara de niño en aquella sesión al borde de lo trágico. Por ejemplo. En algunos casos no es sólo que no han fallecido y dispongan de la ´fe de vida´ correspondiente, es que han cumplido toda una vida alimentándose de los españoles. ¡Qué cansancio!