Cualquier ser humano puede identificar a una mujer de cincuenta años con su esposa, pero no con Sharon Stone. El argumento es sexualmente reversible, cambiando esposa por esposo y a la actriz por George Clooney.

Debemos concluir que un número creciente de cincuentañeros ha decidido sacrificarse para invertir la flecha del tiempo. Hasta ahora, el único método para lograrlo consistía en encasquetarse una gorra de béisbol. Hoy, el golfista de 59 años Tom Watson acaba a las puertas del abierto británico. Cuando esta hazaña se consume en una actividad deportiva, podremos concluir que los 50 son los nuevos 20.

Husmeando en la bibliografía, advertimos la creciente proliferación de artículos en que se rebaja a los cincuentañeros a veinteañeros, todos ellos escritos por cincuentones. La identificación de ambas edades es un asunto mucho más infrecuente en la producción de los columnistas juveniles, quizás porque están atrapados en las angustias propias de su edad. Esta aproximación desigual no debe entenderse como la formulación de una irrealizable profecía autocumplida, a cargo de seres otoñales. Confirma simplemente que los 50 son los nuevos 20, con la ventaja de que un veinteañero tardará treinta años en enterarse. Además, los cincuentañeros inventaron el culto a la juventud, por lo que deberían saber de qué están hablando.

Nos inspiran la conciencia y la ciencia, porque un estudio realizado sobre cuatro mil adultos demuestra que los cincuentañeros eran globalmente más sanos que los veinteañeros. La obesidad infantil hará el resto. Los 50 son los nuevos 20, pero bastante más breves. Ofrecen instantes aislados de beatitud juvenil, en tanto que un veinteañero está obligado a comportarse como un alma efervescente sin descanso. Los mozalbetes Sarkozy y Berlusconi sirven como ejemplos de la ebullición permanente que debería corregir la aplicación radical de la selección de los más aptos. Ambos líderes desafían a Darwin, y no sólo sexualmente.

El confort de conformarse y el designio de la resignación restauran a los 50 la sombra de los 20. Los pectorales de Vladimir Putin también ayudan. Una vez despoblada esa edad por rejuvenecimiento ¿a qué edad parece alguien un cincuentañero? La respuesta la hallamos en la fibrosa Madonna, que aparenta 51 años de edad cuando en realidad es una momia egipcia.