Muy pocos programas en la historia de la televisión han conseguido captar la atención del público como lo ha conseguido 'Pasapalabra': su formato único y la posibilidad de escalar el bote hasta cantidades millonarias hacen que cada episodio se convierta en una batalla de habilidades mentales, nervios de hierro y meteduras de pata garrafales que mantienen a la audiencia bien enganchada a cada emisión. En el último episodio emitido en Antena 3 la tensión se ha dejado sentir entre Óscar y Moisés que purgnaban por hacerse, un día más, con el preciado bote al final de El Rosco.

La lucha entre Óscar y Moisés, hoy día más épica y encarnizada que nunca, recuerda a los legendarios enfrentamientos entre Orestes y Rafa de hace tan solo un año en los que se llegó a alcanzar la importante cifra de 2,22 millones de euros. A estas alturas, cada respuesta correcta y cada error que se comete marcan un antes y un después el la lucha por hacerse con el acumulado.

El último episodio supuso un paso más en esta carrera por los millones: los dos concursantes dieron lo mejor de si mismos enfrentando todos los desafíos con un arrojo y una habilidad encomiables. No obstante, al final de la ronda, fue cuando el Rosco sacó toda la emoción y el suspense.

El error que Moisés no va a olvidar

La batalla entre Óscar y Moisés estaba reñida y prácticamente empatada en puntos: el futuro del bote pendía de un hilo y cualquiera de los dos podría haberse hecho con la victoria ya que cada nueva definición que tenían que responder suponía un paso más hacia la gloria mientras que cualquier error podría mandarlos a la temida Silla Azul.

En ese momento de máxima tensión fue cuando Moisés cometió un error que podría pasara a la historia como una de las mayores meteduras de pata en los 210 programas que lleva juegando en 'Pasapalabra': en un insensato descuido, las prisas lo traicionarion y conjugó un tiempo verbal en primera persona del singular en lugar de en tercera persona. La equivoción le costo la posibilidad de ganar el bote un día más.

La reacción del riojano, una mezcla entre la incredulidad y la desesperación, fue admitir el fallo y disculparse ante el público y sus ocmpañeros de juego asumiendo que el daño ya estaba hecho y las consecuencias que podría tener para él como concursante.