Entrevista | Teresa Vicente | Profesora de Filosofía del Derecho en la UMU

"El ser humano no está hecho para dominar a la naturaleza, sino para desarrollarse dentro de sus límites"

Recientemente ha sido reconocida con el Premio Goldman de Medio Ambiente, conocido como el "Nobel verde"

Teresa Vicente, profesora de Filosofía del Derecho y directora de la Cátedra de Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza de la UMU.

Teresa Vicente, profesora de Filosofía del Derecho y directora de la Cátedra de Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza de la UMU. / Israel Sánchez

Javier Vera

Javier Vera

Ser profesora titular de Filosofía del Derecho y directora de la Cátedra de Derechos Humanos y Derechos de la Naturaleza de la Universidad de Murcia puede que le reste tiempo, pero no un ápice de decisión para seguir haciendo del activismo ecológico una bandera por la que se le reconoce internacionalmente.

Hace unas semanas fue galardonada con el prestigioso Premio Goldman de Medio Ambiente, considerado el «Nobel de Ecología». ¿Cómo recibe este reconocimiento?

Con mucha alegría y emoción, y creo que ha llegado en un momento muy importante para poner sobre la mesa que esto de los derechos de la naturaleza es una cosa muy seria y que afecta a todo el mundo. Es un paso para avanzar hacia una solución efectiva de la crisis ecológica y social-económica. Es la manumisión de la naturaleza, y es que tenemos un problema porque seguimos en un modelo de desarrollo en el que está legitimada la explotación ilimitada de los recursos naturales. Y ocurre que como ahora estamos sintiendo más intensamente los problemas que nos afectan, nos sentimos más cerca de la naturaleza. Y esta es una cuestión que tenemos que resolver sí o sí una generación que ha heredado un modelo que ahora no se sostiene.

Y este galardón reconoce a Europa dándole valor a la figura de los derechos de la naturaleza, movidos estos además por el pueblo, denominador común a todos los triunfos de los derechos de la naturaleza en el planeta. Se trata de una revolución pacífica que permite precisamente hacer la paz con la naturaleza para cambiar el modelo, promoviendo así una alfabetización ecológica.

«Siempre he tenido la justicia social muy «trillada» en casa, pero ser hija del cambio climático hizo de la justicia ecológica mi lucha desde primero de carrera»

En el caso concreto del Mar Menor, por ejemplo, este se encuentra en los tribunales defendiendo sus derechos por su propia cuenta, pidiendo amparo a su tutela judicial efectiva. Este reconocimiento sigue empujando nuestro movimiento, y para mí eso es lo más importante, que parece que seguimos la estela de la laguna mágica.

El derecho ambiental ha abierto muchas puertas, pero no va a producir el cambio que necesita la sociedad, es el momento de darle la emancipación al explotado, a ese suelo y agua que tienen sus derechos. Sí es verdad que desde el ámbito económico se ha dado un paso más, de la economía circular a la economía ecológica, porque nosotros, como una especie más del ecosistema, tenemos que amoldar a esta nuestra ley social, jurídica y económica. La justicia ecológica es una ampliación de la justicia social, como esta a su vez fue en su momento una ampliación de la justicia liberal para ir avanzando. El ser humano no está hecho para dominar a la naturaleza, sino para desarrollarse dentro de sus límites.

¿Qué le llevó a dedicar al Derecho su carrera profesional?

Yo me crié en una familia de abogados, mi padre era abogado. Recuerdo cuando era una niña pequeña meterme en su despacho por una especie de puerta secreta que comunicaba con otra estancia de la casa. En esos tiempos, por las tardes se llevaba a cabo de manera natural lo que ahora se llama mediación; los juzgados no abrían y los procuradores visitaban a los abogados e intentaban desjudicializar las causas.

Y yo ahí que me metía para escuchar. Cuando me veían aparecer decían «ahí llega la abogada», y me sentaban en una silla de la que me colgaban los pies. Y ahí empece a sentir ese deseo de ser abogada. Además, mi padre descubrió que para que me durmiese en muchas de esas noches de lloros, la única manera de hacerlo era leerme el Código Civil.

¿Qué destacaría de esa etapa estudiantil en la institución académica?

Fue una época muy interesante, porque coincidió con el comienzo de la justicia social en nuestro país. Yo por entonces sí que tenía muy «trillada» la justicia social en mi casa, porque mi padre era abogado y republicano, y mi madre formó parte de esa primera generación de mujeres que pudo entrar a la universidad. Pero yo era hija del cambio climático, por lo que desde el primer año de carrera hice de la justicia ecológica mi lucha.

En su momento fue una de las ‘responsables’ de que desde la UMU se consiguiese dar un paso más allá de la justicia social con el reconocimiento de la justicia ecológica.

La justicia ambiental sí que se enmarcaba dentro de la justicia social, pero la ecológica no, mira por las necesidades y exigencias de los ecosistemas para que estas no se puedan vulnerar.

¿Por qué es tan importante dotar a la naturaleza de derechos propios?

Los derechos nacen cuando tienes valor suficiente. Cuando se otorgaron los primeros derechos a las personas, después de la Revolución Francesa. Si queremos cambiar este modelo que no está solucionando el gran problema de la crisis climática y avanzar en conocimientos y justicia, necesitamos llegar a la raíz. Es el momento de la emancipación de la naturaleza, y esta llega cuando reconoces sus derechos.

¿Cómo se puede desde la UMU luchar por esta concienciación de los derechos ecológicos?

El apoyo de la Universidad de Murcia, en líneas generales, ha sido muy grande. Yo recuerdo el día en el que recogimos firmas para sacar adelante la Iniciativa Legislativa Popular del Mar Menor, se facilitó en todas las facultades que tanto el alumnado como el personal docente y de administración pudiese aportar su firma. Una clara muestra de este apoyo por parte de la institución académica y su comunidad universitaria, como también muestra su compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

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