Que el Ayuntamiento quiere arreglar la Cárcel Vieja y convertir el edificio es una especie de centro cultural multidisciplinar no es un secreto: se ha presentado el proyecto, se ha ido perfilando qué se va a hacer y se ha creado la polémica por el anuncio de que talarán árboles sanos, como un olmo y dos higueras.

Pero hay unos vecinos de cuatro patas a los que les perjudica especialmente que el abandonado lugar de Primo de Rivera ya no vaya a estar abandonado: los gatos.

Los felinos vivían desde hace décadas en los patios al aire libre de lo que fue la prisión. Vecinos de la zona les ponía comida y recipientes con agua. Desde que comenzó el trajín en las instalaciones (ya hay operarios midiendo, mirando y estudiando qué obras hay que hacer), los animales se han visto obligados a mudarse. En este sentido, los vecinos que antes les ponían alimento a los gatos han detectado que ya no van. Que, de un tiempo a esta parte, se les ve por las zonas verdes que hay junto a Aguas de Murcia, a pocos metros de la Cárcel Vieja.

Hoy, Día Mundial del Gato, en la antigua prisión no queda ninguno. Algo positivo para los residentes a los que no les hacía gracia su presencia.

Cada año, por estas fechas, los abandonos de animales se disparan, a la par que los medios tratan de concienciar a los humanos con campañas para que nadie deje en la carretera... a su perro. Porque estas iniciativas, en su mayoría, se centran en los canes. Curioso es encontrar un cartel de 'él nunca lo haría' en el que el protagonista sea un gato.