Es necesario empezar recordando que la crisis ha golpeado a muchas familias, dejándolas en una situación económica muy precaria que todavía no han logrado superar.

A este respecto, hay demasiadas familias que siguen teniendo serias dificultades para llegar a final de mes. Son familias que disponen de suficientes recursos para ser excluidas de las ayudas oficiales pero no tienen los medios necesarios para cubrir todas sus necesidades básicas (como son los gastos de la ropa, la alimentación, la educación de los hijos, la factura de la luz, etcétera).

Muchas de estas personas pasan desapercibidas en la sociedad porque les da vergüenza reconocer públicamente su angustiosa situación. Prefieren pedir dinero a sus familiares más cercanos para cubrir sus gastos con la escasa ayuda que a veces les proporcionan. Por otra parte, al no padecer una pobreza extrema, como suele suceder a los inmigrantes extranjeros que viven entre nosotros, los medios de comunicación raramente informan de la situación penosa de esas familias, por considerar que acabarán encontrando los medios necesarios para salir adelante y que hay personas con necesidades más urgentes. Nuestro desconocimiento acerca de las necesidades materiales de otras familias hace que esta pobreza resulte invisible para mucha gente excesivamente centrada en su propio bienestar y confort y ajenas al sufrimiento de otras personas de su entorno. Una red de familias solidarias podría recoger información sobre las necesidades materiales de vecinos con serias dificultades, procurar fuentes de ayuda económica (organismos oficiales, asociaciones benéficas, parroquias, familias o particulares) y colaborar en la solución de sus problemas más acuciantes.

Me gustaría insistir en la urgencia de desarrollar una mayor sensibilidad respecto al sufrimiento de tanta gente. Una sensibilidad que serviría para impulsar a muchos ciudadanos con un buen nivel de vida a abrirse a las necesidades apremiantes de otros que no han tenido tanta suerte como ellos. Además, se convertirá en un medio eficaz para educar a los hijos a preocuparse más por los demás y a percatarse de que hay muchos muchachos de su propia edad que no disfrutan de los mismos recursos materiales y educativos que ellos para poder progresar en formación personal y así mirar el futuro con confianza.

La caridad cristiana siempre empieza por ocuparnos de las necesidades de aquellos que viven a nuestro alrededor. Todo esto nos lo está recordando constantemente Cáritas, esa institución de la Iglesia que acoge el clamor de los pobres y canaliza las ayudas y las soluciones. También en Cáritas tenemos un medio para acercarnos a los necesitados.

Don Antonio Guillamón

El jueves enterramos a don Antonio, un cura, un sabio, un hombre bueno. En paz descansó. Próximamente hablaré de él. Fue capellán del hospital Reina Sofía. Yo les contaré quien fue este sabio humilde y bondadoso.