Media de caracoles ‘chupaeros’, una patata con ajo, una salchicha, una morcilla, una pipirrana grande, una sobrasada con queso, un lomo, una panceta…”, pedían a Fernando, el del Quiosco Sevilla. Es uno de los pocos establecimientos que estos días permanecen abiertos en el centro de la ciudad. Allí, en el tramo final de la Alameda de Ramón y Cajal, a un tiro de piedra del histórico Puente de la Torta, se dan cita cada noche los lorquinos que aún no han abandonado la ciudad.

El Sevilla presenta ‘overbooking’ con todas las mesas ocupadas y junto al quiosco algunos esperan, ojo avizor, a que algún comensal se levante para ocupar su sitio. Las noches son del Sevilla o de Los Padillas. Y las mañanas de Roberto, donde desayunan y almuerzan –sobre todo- los comerciantes y trabajadores de bancos y cajas de la zona comercial de la Corredera que desafiando al calor siguen en la ciudad.

Entre esos que no ‘arrojan el guante’ ni en verano, está el concejal de Seguridad Ciudadana y Medio Ambiente, José Luis Ruiz Guillén, que no tendrá veraneo. “Sin vacaciones, por exigencias del guion”, afirmaba con contundencia, aunque espera escaparse tres o cuatro días la próxima semana “si logro algún destino, pero todo está por ver”, apuntaba.

La ciudad está más tranquila que los últimos veranos. La avenida de Juan Carlos I es un desierto al caer la tarde, pero también a primera hora. El bullicio llega con la apertura de los establecimientos que por las circunstancias del momento permanecen con sus puertas cerradas para, como se dice popularmente, ‘que no se escape el gato’. Así la calle está en silencio, porque la música se reserva para el interior. Y las plazas también se muestran con menos público del habitual, aunque en ello mucho tiene que ver el intenso calor de estos días.

Calor que incluso lleva a que el sonido de los pájaros únicamente se deje sentir a primera hora de la mañana y al caer la tarde. Y que muchos árboles comiencen a abandonar sus hojas, amarillas, antes de lo habitual. La idea de ampliar el funcionamiento de las fuentes fue el mayor de los aciertos, porque muchos acuden a los espacios más inmediatos para disfrutar de un frescor que estos días no se encuentra ni en la mejor de las sombras.

A caer la noche, las mesas de las plazas se llenan de caras conocidas. Y, entre ellas, la de José Luis Ruiz Guillén. “Al final del día me gusta reunirme con amigos en alguna plaza y charlar disfrutando de las temperaturas de la noche, que no nos están dando tregua ni siquiera de madrugada”, contaba. No le gusta la playa, ni la arena… “Me gusta ver el mar, me relaja, pero lo mío con la arena es un idilio con poco recorrido”, reía divertido.

A pesar de ello, ha ido tres sábados a Calabardina, como no, el reducto vacacional de los lorquinos. “Quedé con amigos y salí a andar un rato por Cabo Cope, además de disfrutar de la lectura, que es otra de mis pasiones”. Le gusta trabajar cuando todos están de vacaciones, “porque te permite avanzar mucho. La vorágine del día a día apenas te deja tiempo para nada y en estos días se aprovecha más”. Pero, además, “septiembre va a ser un mes muy complejo. Arrancaremos con el concierto de Manolo García, en un lugar donde nunca antes se ha celebrado un montaje de esas características. Luego vendrá la ‘Feria Chica’, la Feria y Fiestas de septiembre… No es momento para irse de vacaciones”, afirmaba con contundencia.

Madruga para hacer sus quehaceres diarios. “Soy amo de casa los 365 días del año. Cocino, cuando puedo, plancho, lavo… y no riego las plantas, porque en mi casa no hay seres vivos. Vamos, que ni tengo plantas, ni bichos, porque sería lo único que me faltaría, con tanto trabajo”. Ni siquiera practica el deporte nacional, la siesta. “Uf… No. No duermo la siesta. Me levanto peor”. Y para relajarse y tomar fuerzas vuelve una y otra vez a su Campillo natal. Allí, en El Remolino, entre pinos y olivos pasea mientras disfruta de la familia.

Lo de no gustarle la playa se entiende porque de niño nunca disfrutó de unas vacaciones junto al mar. “No comencé a viajar hasta que tuve cierta independencia económica. Entonces, viajé sobre todo por España, pero también lo he hecho por algunos países de Europa. Soy de los que opinan que primero hay que conocer lo que tenemos y, después, lanzarnos al mundo. Mis padres no podían permitirse una estancia junto al mar, por lo que nosotros íbamos a la playa algún domingo, en plan domingueros”.

Esos viajes, contaba, son tal y como aparecen en alguna de las películas de Cine de Barrio. “Íbamos todos. La familia al completo. A veces, no sabíamos ni cómo habíamos logrado meternos todos en el coche de mi padre. Pero no solo eso, porque también llevábamos lo típico, la sombrilla, las sillas, la mesa, la nevera, la fiambrera con la tortilla… Íbamos cargados hasta las cejas por aquella tortuosa carretera desde Campillo hasta Águilas. Más de uno terminaba mareado, pero era lo que había”.

Estos días le permiten conocer a fondo el trabajo que realizan los agentes de la Policía Local. En más de una ocasión se le ha visto en la parte trasera del furgón del Grupo de Intervención de Seguridad Ciudadana, Gisc, durante los operativos de vigilancia que realizan cada noche. “Es importante ver cómo trabajan, qué hacen cada día, cada noche… ver cuáles son las deficiencias en cuanto a vehículos, material. Conocer su día a día me parece fundamental y como mejor se puede hacer es ocupando el asiento trasero durante horas y verlos trabajar”.

Conoce al dedillo el equipamiento de cada unidad y afirmaba con satisfacción que ahora cuentan con lo necesario para trabajar en su día a día. Cascos para cada uno de los agentes. De una calidad capaces de absorber fuertes impactos, pero también material sofisticado como visores nocturnos que les han permitido evitar la ocupación de una vivienda hasta en dos ocasiones en las últimas semanas. Y vehículos, todoterreno, que les permitirán acudir a lugares donde antes no podían cuando se producen episodios de lluvias torrenciales y de nieve.

Estos días también va de fiesta, argumentaba, aunque a las celebraciones que acude son las que se llevan a cabo en las pedanías. Disfruta charlando con los vecinos mientras se toma una cerveza, pero con la vista puesta en todo lo que sucede alrededor. “La Policía Local está haciendo un enorme esfuerzo este verano, porque se han multiplicado las fiestas en las pedanías. Se celebran por todos los rincones del municipio y acude más personal del habitual. Se están atendiendo las celebraciones, pero también los acontecimientos que se suceden alrededor como actividades deportivas… en las que la presencia de la Policía Local es necesaria”, explicaba.

Su verdadero descanso, advertía, llegará cuando septiembre toque a su fin “y todo haya ido como esperamos”. Entonces, probablemente, decida no irse de vacaciones, pero sí quizás “bajar el ritmo durante unos días”. Y, mientras, reconocía que ser un urbanita en verano “tampoco está tan mal”.