A las puertas de la ermita de Nuestra Señora de los Remedios y San Lázaro cae un sol de justicia. El astro rey se deja sentir con una intensidad más fuerte de lo habitual. Aunque quizás también se deba a que hay pocas sombras donde resguardarse a esta hora del día en que el sol está en lo más alto. El monumento era hace apenas unos meses una auténtica ruina que no tenía nada que ver con la fotografía de José Rodrigo de 1890 o el dibujo de Enrique Espín de 1935 donde, aún guardaba cierto encanto.

Las obras están en la recta final por lo que era una visita obligada para el presidente del Foro del Casco Histórico, Jesús López Molina, que aprovechaba sus vacaciones para recorrer distintos enclaves de la vieja ciudad. Es de los que les gusta pisar el terreno y escuchar, pero también comprobar, y este es el caso. “La transformación es impresionante. La verdad es que se están dando pasos importantes, pero queda mucho por hacer para lograr la rehabilitación del casco antiguo, ponerlo en valor y convertirlo nuevamente en el centro neurálgico que perdió hace muchas décadas”, argumentaba.

Es habitual verlo estos días callejeando por el barrio de San Juan, de San Pedro… buscando distintos enclaves desde los que conseguir un visionado general del Cabezo de las Palas o pasar largos ratos en el atrio de la antigua iglesia de Santa María desde el que se logra una panorámica privilegiada de todo el casco antiguo de la ciudad. Desde este lugar, la manzana del Palacio de Justicia, Pósito y antigua Cárcel, se puede contemplar prácticamente en su totalidad. Es uno de los principales proyectos del Foro y cuyas repercusiones serían importantísimas, destacaba, para el casco antiguo. Allí pretende crear el Ágora de Lorca. En el inmueble, rehabilitado y readaptado, habría arte, pero también música, baile, idiomas… Al estilo de la antigua Grecia.

Abandonamos por unos instantes sus quehaceres al frente del Foro para conocer a qué dedica estos días el tiempo libre. Es conocida su pasión por el litoral, pero sorprende una afirmación tajante: “Soy de mar, pero no de agua, por lo que me dedico a pasear por la arena. Me gusta ver el mar, pero desde fuera. Soy más de piscina”. Pasa sus vacaciones en el Residencial Mar de Pulpí, en la localidad almeriense de San Juan de los Terreros, aunque hasta no hace mucho le gustaba perderse por las costas andaluzas que conoce al dedillo.

Es un apasionado del Rocío y está pendiente de cada una de sus celebraciones. La Candelaria no está lejos, por lo que está marcada en su particular calendario para intentar escaparse unos días para disfrutar de esos momentos como buen rociero que se precie. Y a lo que sí está dedicando mucho de su tiempo libre del veraneo es a cocinar. En la cocina vasca es todo un experto, no en vano, perteneció durante años a una Sociedad Gastronómica durante el tiempo que vivió en el País Vasco por su profesión. “Me gustan mucho los platos de pescado. Creo que los vascos cocinan el pescado como nadie. El marmitaco, la merluza en salsa verde, el rodaballo o las cocochas, son habituales en mi mesa cuando cocino para la familia o los amigos”, relataba.

Y le gusta, sobre todo, investigar, innovar… experimentar. “Lo último ha sido un tartar de berberechos que no ha quedado nada mal”, reía. Pero antes hay que encontrar buena materia prima y esto se hace en la Plaza de Abastos. Recorre los puestos buscando un buen ejemplar de pescado que llevar a su mesa. Madruga para pasear a su perro y desayuna pronto. Luego se dedica al bricolaje o al jardín. En la lectura también pasa largo rato. “Me gusta estar al día de todo lo que se publica. Leo la prensa y escucho la radio, pero nunca veo la televisión. En verano, cero de tele”.

El senderismo está también entre sus pasiones. Los fines de semana, sobre todo en otoño e invierno, busca rutas desconocidas donde poder disfrutar del paisaje. Por pequeños pueblecillos escondidos intentar encontrar soluciones que podrían aplicarse al casco antiguo de Lorca. Lo intenta, pero no lo logra, desconectar de su afán por el patrimonio. Hace años, ya planteó convertir los Barrios Altos en otro Albaicín en el que casas encaladas, tejados de barro, rejas negras y flores de mil colores en macetas fueran protagonistas. Un empeño, concluía, por el que “no voy a tirar la toalla”.