La Opinión de Murcia

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Guerra Rusia-Ucrania

Rusia ataca Ucrania | Pánico y desbandada en la frontera con Polonia

Miles de vehículos colapsan las carreteras para abandonar el país

Refugiados procedentes de Ucrania reciben bebida caliente en Medyka, Polonia.

Solo cuando el vehículo supera la última barrera del control de fronteras de Ucrania, en el linde entre este país en guerra y Polonia, es posible identificar el drama humanitario que se cierne sobre toda Europa del este. Miles de vehículos, furgonetas atestadas con enseres, camiones cargados hasta los topes, aguardan en colas descomunales para salir del país. Sus pasajeros dejan atrás hogares, enseres, objetos preciados, aceptando el trágico destino que les ha deparado la vida: engrosar la larga lista de refugiados que asumirá el continente europeo. La ONU se está preparando para posibles flujos de entre uno y hasta cinco millones de refugiados ucranianos que podrían escapar de su país próximamente.

Miembros de la defensa civil ucraniana dirigen el aluvión de vehículos en dirección a territorio de la OTAN y la UE, siglas que para miles de ciudadanos de este país equivalen a hallarse al abrigo de los bombardeos y las incursiones armadas del Ejército ruso. El tráfico es tan denso, potente y desbordado, que todos los carriles de la carretera entre la frontera y la ciudad de Lviv, a unos 90 kilómetros al este, han sido habilitados para los vehículos de salida. Sobre el filo de la medianoche del viernes, las calles de Rava Russkaya, la primera población ucraniana, estaban literalmente bloqueadas por vehículos.

Quienes nos dirigíamos en dirección contraria, en cambio, se nos obligaba a hacer enormes rodeos de varias decenas de kilómetros, por caminos sin asfaltar, flanqueados por propiedades agrícolas y repletos de baches y charcos provocados por la nieve fundida. "Tvoiu mat!" (expresión en ruso y ucraniano que significa "¡tu madre!" y viene a significar algo así como hijo de puta), repite Ígor, el conductor. "Este coche no está hecho para estas carreteras", continuaba, mientras intentaba, mal que bien, no perder el control del volante de un limitado utilitario de fabricación japonesa que normalmente transita por las bien asfaltadas autopistas polacas.

Un ciudadano ucraniano que vive en Cracovia se ofrece para llevar a esa ciudad a los refugiados que llegan de Ucrania, en Medyka. Reuters

Y es que Ígor, constructor ucraniano con pasaporte polaco y residente en Gdansk (Polonia), había cancelado un viaje de trabajo a Amberes y había regresado en la noche de jueves al viernes a su país de origen, concretamente a la ciudad de Ternópol, a recoger a su familia y a abandonar para siempre con ellos su país. No tenía ni siquiera los papeles del seguro en regla para transitar por territorio ucraniano, pero los guardias fronterizos, conscientes de la situación excepcional que vivía su país, decidieron hacer la vista gorda y permitirle el paso. Mientras encendía un pitillo, uno tras otro, pese a haber dejado de fumar, maldecía a Putin y a su obsesión con Ucrania, un país al que el líder del Kremlin considera poco más que una simple provincia rusa.

Capital de la Ucrania occidental

Lviv, la capital de la Ucrania occidental, vive estas primeras horas de ataque ruso en una suerte de calma tensa. Pese a que los combates se están registrando en los alrededores de Kiev, la capital, a unos 500 kilómetros en dirección este, el sonido de las alarmas aéreas es constante. Por la mañana, dos ululares despertaron a los habitantes, demandándoles buscar refugio, algo que se repitió al filo del mediodía. Minutos más tarde, la televisión emitía consejos a los ciudadanos para protegerse en el caso de que la ciudad se hallara bajo amenaza militar: "No salga a la calle, guarde una reserva de alimentos y agua, documentos, escuchen los consejos de la defensa civil..."

Eso sí, en los momentos en que no se produce una alerta aérea, la gente transita por las calles e intenta seguir con sus quehaceres cotidianos. El céntrico hotel Lvov, también en el centro, atestado de viajeros en tránsito, sigue ofreciendo desayunos hasta las 11.00 de la mañana, mientras la televisión repite de forma reiterada el discurso pronunciado esta mañana por el presidente ucraniano Volodímir Zelenski en el que aseguraba que tarde o temprano, Rusia deberá negociar un alto el fuego. "Cuanto antes comience esta conversación, las pérdidas rusas serán menores", proclamó, en todo desafiante.

Lviv es la capital de la Ucrania occidental, donde el sentimiento nacionalista es más fuerte y donde la gente tiene el ucraniano como principal lengua materna. Pese a la gravedad de la situación, pocos habitantes se creen que el Ejército ruso se atreverá a ocupar la ciudad, habida cuenta del problema que generaría gestionar una ocupación militar y a una población tradicionalmente hostil a Moscú y a los designios del Kremlin. Olga, rusohablante aunque casada con un ucraniano, se resiste a abandonar su casa.

"Yo no me voy a ir de aquí; he construido mi casa con mis propias manos, durante años he vivido en ella sin agua y sin electricidad", explica, mientras muestra, orgullosa, las fotos de sus hijas. Esta mujer con más de primaveras, que desde que tenía 20 años no pisa Rusia, atraviesa con su coche a toda velocidad las calles empedradas del centro de Lviv, flanqueada de monumentales edificios como la Ópera. "Ucrania debería haber entregado Donetsk y Lugansk a Rusia, nos habríamos ahorrado todo esto", suspira.

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