Asegura que llegó al mundo del diseño de la mano de las Bellas Artes, tras abrir su primer estudio de diseño en 1979 con Vicente Martínez Gadea. Quería que en su año de nacimiento pusiera 1985 en lugar de 1948 y cuenta divertido que es un coleccionista de ‘Libros de familia’. Padre de Pablo, con 44 años; Severo, de 34; Lola, de 24 y Mateo de 10. Con el pintor y diseñador Severo Almansa charlamos sobre su trayectoria, sus aficiones y sobre los mejores veranos de su vida.

Resúmenos tu trayectoria profesional.

Mejor te paso mi currículum, que ya ni me acuerdo (risas). Mi formación fue prácticamente autodidacta. A los 17 años ya exponía en Chys. Y después, más de 50 exposiciones de pintura y diseño, en el Reina Sofía, en la Expo de Aichí en Japón, Murcia, Madrid, Barcelona, Lisboa o Georgia. He vivido toda mi vida de la pintura y el diseño, y sigo viviendo de eso. No me puedo quejar.

¿Cuál ha sido tu última exposición?

Fue una de retratos, en el Casino, el año pasado. Y mi último trabajo en el mundo editorial ha sido la publicación Fuensanta, sobre la patrona de Murcia, como comisario y diseñador, que desgraciadamente la desconocen en Murcia.

¿Con cuál te quedas de todas tus facetas?

Si yo he tenido éxito en alguna de mis actividades ha sido por el diseño gráfico. He hecho muchas cosas, como más de veinte libros de fotografía. Pero sobre todo, soy pintor. Severo Almansa pintor le tiene celos a Severo Almansa diseñador, y los artistas son malos diseñadores. Fernández Delgado me decía que dejarme la pintura para dedicarme al diseño me había perjudicado como pintor.

¿Cuál ha sido el mejor verano de tu vida?

He tenido tantos, y fantásticos, como cuando era costumbre veranear dos y tres meses. No sabría cuál ha sido el mejor. Sí se cual es el peor, que es ahora, luchando con mi barco ’Lola’, que tiene 60 años y me paso la vida trabajando en él. Se me rompió el motor por una mala praxis de un mecánico y con él murió el deseo de ir a la playa. He sido veraneante de roca, de navegar, no de playa y ahora llevo cuatro o cinco años que no tengo barco (suspira).

¿Recuerdas alguna anécdota de los veranos de tu infancia?

Con 135 años que tengo, ya no las recuerdo, pero como no tengo la necesidad de ir al psiquiatra pienso que mi infancia debió ser agradable.

¿Ibas al cine de verano?

Con bocadillo siempre. En Cabo de Palos no había, así que iba al Murcia Parque o al de La Alberca, donde he vivido los últimos 40 años, en el Verdolay. Veía películas sorprendentes, que no eran de serie B, eran estrenos fantásticos. Ahora voy poquísimo al cine porque ha sido un error trasladarlos a los centros comerciales. También me pasa que cuando voy a ver una película no me doy cuenta de que ya la había visto (risas).

¿Y cuáles han sido tus canciones del verano favoritas?

De adolescente, los Beatles, sin duda, siempre estábamos atentos en verano al nuevo disco y siempre alguien tenía un pick up. Recuerdo los guateques de los veranos en Murcia y Cabo de Palos donde se oía música decente. La música española, cosa que no le pasa a la anglosajona, ha muerto. La ha matado el rap, el reggaeton y los ‘Bisbales’. Tu no verás a los ingleses escuchar reggaeton.

¿A qué edad aprendiste a montar en bici?

Imagino que con tres o cuatro años. Siempre he sabido montar en bici y a caballo. En Madrid, cuando estudiaba Bellas Artes y lo dejé, me pagaba la estancia dando clases de equitación en el club ‘pijo’ Santiago. Me compré un caballo que me costaba más que el alquiler. Se llamaba Grande.

¿Tu primer amor fue en verano?

Lo tenía claro desde los cuatro años que iba a ser un coleccionista de ‘Libros de familia’: tengo tres (risas). Cuando iba a a Las Luisas conocí a una niña que se llamaba Mari Carmen Sansano y, para ligármela, yo le cantaba ‘Mari Carmen Sansano, cara de gusano’ y ella no entendía el poema. Fue la primera mujer que no me entendió, huia de mí y me creó cierto trauma. Años después, en Higueruela, un pueblo de Albacete, un compañero del colegio, interno en Murcia, me invitó veranos a su casa. Allí me volví a enamorar de Clara, con 12 años, y para ligármela le cazaba lechuzas en los riscos, a punto de matarme, y por la tarde iba a regalársela y ella huia de mí y de la lechuza. Debí aprender que no tenía nada que hacer con las mujeres. En mi vida he tenido coitos decenales.

¿Cuáles son tus paisajes favoritos de Murcia?

Soy muy crítico con los paisajes de esta Región destrozada, aunque eso suene incorrecto social y políticamente. Hemos pasado de tener un paraíso y eso se perdió cuando destruyeron esa arquitectura ‘naif palafítica’ de los balnearios del Mar Menor. Ahora me interesa mucho más el paisaje urbano.

¿Lees en verano?

No leo, escribo. Ya solo leo libros profesionales, antes sí que he leído mucho. Decía Azorín, referente en la literatura de este país por su estilo, que él no leía porque le fastidiaba leer cosas que podría haber escrito él. Eso es lo que me pasa a mí. No tengo tiempo y no soy capaz de coger una novela de 500 páginas. No sé leer por capítulos, se me olvidan los personajes y tengo que volver a empezar desde el principio. He debido comer pocas cigalas, que dicen que son buenas para la memoria.

¿Te has bañado desnudo?

Absolutamente. Me baño en pelotas y me ducho vestido, y así aprovecho para lavarme la ropa.

¿Qué proyectos tienes?

Estoy haciendo un trabajo sobre Salzillo y otro que se llama ‘Flores de mayo’, una caja que contendrá 20 ilustraciones de bodegones de flores. Y sigo haciendo retratos.

¿A qué te dedicarás cuando te jubiles?

Si tengo Parkinson cambiaré mi estilo pictórico, pero de momento, el pulso lo mantego.