Pasando la Cadena

Evidencias, desvergüenza y alambre de espino

Los aficionados del Real Madrid celebran la 36ª Liga en la plaza de Cibeles.

Los aficionados del Real Madrid celebran la 36ª Liga en la plaza de Cibeles. / EP

José Luis Ortín

Se confirma que la gloria de esta liga es para el Madrid del autor Ancelotti —¡qué temporadón, con tantas circunstancias adversas!—, al alimón con el Girona de Míchel, quien ha puesto, además, los bemoles y la eficiencia que decíamos el lunes pasado. Así como también señalábamos el culebrón no interrumpido de Xavi por el alambre en el que titubea desde lo del PSG. Y hoy añadimos que, pese a las carantoñas y arrumacos recientes de Laporta, el alambre por el caminaba Xavi es de espino; seguramente, está más fuera que dentro.

La petardada de Girona le pasará factura si no media otra resurrección, con el problema de que ya no puede amagar con irse de nuevo. Le echarán y punto. Un equipo sin alma ni argumentos jugó andando cuando debieron dejarse el alma, y eso que los de Míchel solo apretaron de verdad faltando media hora para finalizar, pese a encontrarse con un inopinado golazo de Christensen nada más empezar el encuentro y con un penaltito a favor antes del descanso. También habría que destacar el desacierto de Xavi en los cambios. Una vez más, quitó a Lamine cuando se puso la cosa cuesta arriba, que fue junto a Fermín quien aportó verticalidad a su equipo, amén de sacar del campo al goleador Lewandowski.

Y punto y aparte para resaltar lo del penaltito porque pareció una decisión con mando a distancia. Si ya fue discutible en directo, pues, aunque hay contacto leve de Miguel sobre Lamine, este se deja caer exageradamente sobre la línea del área, algunos dudamos que al revés se hubiese pitado. Pero claro, el Girona no está en el contrato de la Federación con Arabia por el que pagarían más si juegan Madrid y Barça la Supercopa. ¿Que no se puede asegurar lo que insinúo? Pues para evitarlo deberían ser como la mujer del César, además de honrada, parecerlo. Y hacer un contrato supeditando su importe a que vayan a ir a jugarla dos clubes sobre los que la propia Federación beneficiada por tal eventualidad imparte justicia —los árbitros pertenecen a la RFEF y su jefe es alto directivo de la misma—deja un reguero de sospechas justificadas. Ese contrato es tan de índole económico para los árabes como de una desvergüenza infame para la Federación Española de fútbol, beneficiada, como el comisionista Piqué, de que lleguen a la Supercopa Madrid y Barça. ¿O no?

La crisis del Barça desgarra también sus costuras verbales. Las de Xavi hace tiempo que no tienen arreglo. Además de cuestionar innecesariamente el futuro de Lewandowski, ayer, tras el bochorno gerundense, se le ocurre proclamar que han sido mejores que el Madrid y el Gerona en los partidos disputados. Más ceguera, imposible. Cuatro derrotas y seis goles encajados frente a los de Ancelotti y ocho bajo los de Míchel le parece poco, al parecer. Se explica, claro, con otra de sus reiteradas excusas: los fallos clamorosos de sus jugadores. Ni asomo de autocrítica ni atisbos de realidad como ocurrió con otras por el estilo: el césped, el calor, los árbitros o la mala suerte. Y las de Laporta son un exponente de las contradicciones personales de un personaje para analizar clínicamente.

Cuando hace días renovó su confianza en el técnico explicó que solo con mirarle a los ojos tuvo clara su decisión, y tras el rejonazo en Montilivi se dolió con un «¡esto no puede ser!». Pues claro que no puede ser. Empezando por que dos forofos desbocados no pueden ser los responsables de un club con la dimensión del Barça. Una cosa es que sean barcelonistas, que podría ser virtud, y otra que su cerrazón les impida ver la realidad, que es un síntoma natural de la irracionalidad en determinadas circunstancias.

Volviendo a la gloria, Ancelotti ha ganado la mejor liga de su amplio historial. Las faltas de un goleador y un fielato legendarios, Benzema y Casemiro, y las lesiones graves de jugadores emblemáticos: Courtois, Militao y Alaba, las ha ido resolviendo echando mano de su pozo de sabiduría reinventando sistemas y jugadores. El rombo para explotar las condiciones de Bellingham lo explica, así como la reubicación de Vinicius, de quien supo cuajar sus capacidades goleadoras, y el gran rendimiento extraído de suplentes como Joselu, Brahim o Lucas en momentos clave, por no hablar de la mejor temporada merengue del veterano Kroos.

Resumiendo, la gloria evidencia méritos, la desvergüenza sonroja, las espinas torturan y las lenguas desbocadas provocan ruinas.

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