Ciclismo

Van der Poel gana las elecciones de Flandes por mayoría absoluta y sin oposición

El nieto neerlandés de Raymond Poulidor conquista la clásica belga por tercera vez tras una exhibición en solitario.

Mathieu van der Poel celebra su victoria en el Tour de Flandes.

Mathieu van der Poel celebra su victoria en el Tour de Flandes. / EFE

Sergi López-Egea

De haber habido elecciones en Flandes bien se podría haber escrito que Mathieu van der Poel las había ganado por mayoría absoluta y sin tener un líder en la oposición, prácticamente todos los escaños del supuesto parlamento ciclista para él; eso sí, en el día en el que, por fin, Iván García Cortina se presentó ante todos como un verdadero especialista en los adoquines para dar una dosis de moral extra el próximo domingo en la París-Roubaix.

En el Tour de Flandes Van der Poel dejó bien alto el pabellón de los seis magníficos, los que demuestran, cada uno en su especialidad, que nadie los puede igualar como si el sexteto llevase sangre extraterrestre circulando por las venas. Ellos y sólo ellos tienen que ganar todas las carreras; ayer, la Volta, este domingo el Tour de Flandes y salvo sorpresa tan monumental como los adoquines de Kwaremont y sobre todo Koppenberg el sábado que viene la Itzulia. Ellos seis: Jonas Vingegaard, Tadej Pogacar, Remco Evenepoel, Primoz Roglic, el lesionado Wout van Aert y el nieto más famoso del ciclismo mundial, Van der Poel, no dejan ni las migas del pan para el resto de los rivales y en las copas del vino sólo muestran la huella roja al fondo del cristal. Es que no se les puede invitar a comer o a cenar en casa porque vacían el frigorífico.

Esta es la realidad del ciclismo contemporáneo, aunque, como ocurrió en Flandes, valiera la pena animarse unos segundos, cuando Oier Lazkano fue el encargado del pelotón en capturar la primera embestida de Van der Poel o cuando a falta de casi 50 kilómetros para finalizar la clásica flamenca García Cortina, se escapó y lideró la carrera unos brillantes kilómetros para quedar grabados en la memoria.

La exhibición

Con Van Aert lesionado y con Max Pedersen excesivamente nervioso y atacando muy pronto, Flandes, con sus adoquines en cuesta, mojados, resbaladizos y llenos de barro por culpa de la lluvia, se presentaba como una autopista para el nieto neerlandés de Raymond Poulidor para conquistar la clásica belga por tercera vez y colocarse entre los otros seis ciclistas que reunían una trilogía de victorias; los últimos, Johan Museeuw, Tom Boonen y Fabian Cancellara.

La carrera quedó resuelta en la revuelta organizada por Van der Poel en el Koppenberg con un desnivel máximo del 22% y 45 kilómetros para la meta, entre adoquines que resbalaban y que frenaban a todos; incluido, García Cortina, que fugado tuvo que poner pie a tierra como casi todos, menos el campeón del mundo capaz de superar el obstáculo como más tarde, a 18 kilómetros para la meta, el último paso por Kwaremont siempre por encima de los 17 kilómetros por hora, velocidad suficiente para no ser arrastrado en los adoquines por culpa de un indeseado resbalón; o por el muro de Paterberg, con alguna dificultad más, y porcentajes del 18%; una bestialidad al más puro estilo de un salvaje sobre la bici llamado Van der Poel y que vuelve a ser el principal y casi único favorito a la victoria en una semana en el ‘Infierno del Norte’.

Ganó tal cual lo había hecho en 2020 y 2022 y sólo se lo impidió el año pasado la irracionalidad de Pogacar, más delgado y bajito que el ‘nietísimo’; es decir, con el cuerpo menos propicio para este tipo de carreras. Pero es que era un duelo entre los seis magníficos y con ellos en acción siempre queda la emoción de ver quién reventará la banca.