Pasando la Cadena

Bipolaridad blanca y culé

José Luis Ortín

Deportiva e institucionalmente, el Real Madrid acusa rasgos bipolares. Uno en Champions y otro en liga. Uno prudente ante el putrefacto caso Negreira y otro barriobajero en su manipulación televisiva sobre los árbitros. Y el Barça, otro tanto, pero al revés. Seguros en Liga y chuflas en Europa. Presuntos corruptores de árbitros y supuestas víctimas—Laporta dixit—, del mayor escándalo del fútbol nacional. Es tan difícil compaginar elegancia y podredumbre como brillantez y ramplonería.  

El mayor acierto de Florentino Pérez en su larga presidencia ha sido mimetizar un club de fútbol con una gran empresa de estructura piramidal. Si un dirigente empresarial debe guardar el equilibro entre sus propios intereses y los de sus accionistas, el presidente de un club sin accionistas debe pulsar constantemente la opinión de sus socios y abonados para alimentar sus diversos estados de ánimo: moderados, radicales, señoriales, forofos, silenciosos, indiferentes o gritones. Y, más allá de sus propios conocimientos y convicciones, eso hace Pérez con sus periódicos sondeos. El presidente blanco conoce casi científicamente qué piensa la mayoría de aficionados blancos sobre cada tema. Y alimenta las expectativas de unos y otros de forma interesada. En el caso Negreira ha conjugado bien su intuición empresarial, por la Superliga en juego, con las opiniones escandalizadas de los sosegados y las deseosas de carnaza de sus más exaltados seguidores. Mesura razonada desde la institución e ira demagógica desde su canal de televisión.

Laporta fue un personaje de más sombras que luces en su primera presidencia, aunque la adornara con la meritoria mejor etapa deportiva histórica del Barça. Y en esta segunda continúa bailando con lobos. Marchoso y hasta pretendidamente simpático en unos aspectos y tenebroso y con tendencias mafiosas en otros. Contrapunto de la personalidad de Pérez, hasta en sus respectivas expresividades físicas, aun tan parecidos en sus caras ocultas.

Les une otra característica en la que se repara poco. Ambos son políticos frustrados. El merengue, tras su paso por la UCD, fracasó en su apuesta por la lejana operación Roca de los ochenta del siglo pasado— se presentó por Madrid y no obtuvo escaño, como tampoco el prestigioso político catalán y catalanista Miguel Roca Junyent—. Y el culé quiso jugar a líder independentista y salió tan escaldado como irrelevante de su breve presencia en el parlamento catalán.  

Sin embargo, hay algo en lo que Pérez destaca. El presidente blanco supo sacar provecho de dirigir la primera marca española en el mundo para su brillo personal y económico, sin meter la mano en la caja, y el culé acumula escándalos. Cuadriplicar la mordida millonaria a Enríquez Negreira entonces y salir ahora por rancias peteneras, son claros ejemplos de su tenebrosa dirigencia institucional. Pero ojo, porque que lo llamen como testigo a un juzgado implica tener que decir la verdad, y en eso se jugará mucho Laporta. Puede salir para toriles. Aquí, el fiscal ha jugado una inteligente baza jurídica dada la prescripción. A ver cómo lo explica. Ya hay quien pregunta, la fiscalía incluida, que a dónde fueron los muchos miles de euros mensuales que el ex vicepresidente de los árbitros sacaba mensualmente en efectivo del banco tras cobrar del Barça.

Pero hay algo nada desdeñable que también los diferencia. Los futboleros españoles sin bufanda, aun con nuestras diversas querencias, siempre hemos creído que los grandes eran beneficiados no solo ante la duda en los terrenos de juego, sino que también en los despachos se les trataba con benefactor rasero frente los demás en idénticas circunstancias. No obstante, al Barça lo han pillado con la mano en su billetera para corromper, y eso ya es un delito, digan lo que digan ahora y se demuestre lo que se demuestre, y al Madrid nunca lo han cogido en nada parecido.  

Y hay otra realidad palpable. Los blancos mantienen una estela mesiánica, hasta creerse el ombligo del fútbol patrio, y aspire Pérez al europeo con la Superliga, emulando a don Santiago Bernabéu como precursor de la Copa de Europa, y los blaugranas, por mucho que lo nieguen y aparenten otra cosa, no dejan de sufrir un cierto complejo de inferioridad pueblerino ante los capitalinos. Ahora bien, ¿la tendencia catalana de Pérez, antigua en la política y actual en su rara asociación con Laporta, a qué responde? ¿Intereses? ¿Deslumbre? ¿Algún complejo?

Nunca fue fácil ni glamuroso ser de provincias en España. Pero ser bipolar, por humano que resulte, menos. Mas una cosa son los complejos y otra el choriceo.