Entrevista | Fulgencio Caballero Escritor

"Últimamente me regalan historias muy interesantes, y ‘Sietetiros’ es una de ellas"

El calasparreño, finalista del Planeta, recupera un suceso que marcó a los vecinos de su pueblo hace un siglo: el que arranca con un asesinato perpetrado por el hijo del alcalde. La novela se llama 'Sietetiros' (2024)

Fulgencio Caballero

Fulgencio Caballero / Enrique Soler

Enrique Soler

Enrique Soler

Sietetiros (DobleCé Ediciones, 2024), de Fulgencio Caballero, es un gran ejemplo de la habilidad única de la que goza su autor para observar lo cotidiano y encontrar en ello lo extraordinario. El calasparreño, que fue finalista del Premio Planeta en 2010 con su debut, La caja de membrillo (2011), rescata ahora para su nueva novela la historia de un asesinato oculto en la población del arroz, suceso que llevará a los lectores hasta los primeros años veinte. El escritor revive así un episodio que conmocionó a todo un pueblo pero, en su narración, el autor invita a quien está al otro lado de la página a mirar más allá de lo aparente, a descubrir en los rincones historias de valor, de lucha y, sobre todo, de esperanza.

Esta vez se ha retrotraído hasta 1921 para abordar un suceso que marcó al pueblo de Calasparra en aquel momento: Francisco, el hijo del alcalde, acabó con la vida de un miembro de su familia.

Sí. Pero es, paradójicamente, una historia poco conocida, supongo que por la relevancia de las personas implicadas, que no permitieron que se diera mucho bombo a este caso. Pero hay constancia escrita del suceso –en documentos, periódicos y cartas de la época–, y sabemos lo que sucedió: el hijo del alcalde mató a un tío suyo, que además era una persona muy influyente en aquella época.

¿Cómo descubre usted esta historia?

Más que descubrirla, me la regalaron. Últimamente me regalan muchas historias, debo decir. Hay un profesor en Calasparra que vivió posteriormente en la casa donde se produjo el asesinato. Cuando, siendo adolescente, supo que en su casa se había cometido un crimen, se interesó mucho por el tema y recopiló información: intentó conseguir testimonios, grabó cintas magnetofónicas con gente que recordaba aquellos días, consiguió fotografías de los fallecidos –porque hubo más de uno– y también de los escenarios, antes de que finalmente se derribara aquella casa. Él tenía fotografías de cómo era por dentro y por fuera, con lo que eso a cualquier interesado a situarse. Y, hace unos años, me dijo que tenía la intención de escribir un libro sobre el tema, pero que prefería que lo hiciera yo. Me lo puso muy fácil: simplemente tuve que añadirle un poco de ficción –porque un crimen, de por sí, no da para una novela de más de trescientas páginas–. Así que, vertebrando la historia en relación con el crimen, he realizado una novela de ficción basada en hechos reales.

"Estoy muy contento con la recepción que ha tenido, pero me da miedo no cumplir con las expectativas"

¿Cómo ha sido el proceso de investigación?

Me gusta mucho encajar las historias dentro de un contexto histórico lo más ajustado posible a la realidad. En este sentido, le dediqué muchas horas de estudio a entender cómo funcionaba el Ayuntamiento en aquella época, cómo se elegía a los alcaldes, quiénes eran las gentes que nos gobernaban... Y no solo a nivel local, sino también a nivel regional y nacional. Y, por otro lado, hay otro profesor que vive en Cieza, que ejerció hace muchos años en Calasparra, y que casualmente era familia del juez que, en aquellas fechas, estaba en el Juzgado de Instrucción, y que se casó con una de las personas que pertenecían a la familia que sufrió aquella desgracia. Fuimos varias veces a verlo a su casa, donde vivía y tenía muchos recuerdos de aquella historia, incluso objetos. Su testimonio nos fue de gran valor para el desarrollo del argumento.  

Aprovecha también esta historia para describir cómo era la sociedad por aquel entonces, cómo eran las familias de Calasparra.

Sí. La verdad es que hemos cambiado en muchos aspectos, pero casi nada en otros. Con respecto a los valores, hay un hecho fundamental en la novela, y es que hubo una tradición, que desapareció hace años, que consistía en entregar un arma perteneciente a la familia. Entregar un arma a alguien era lo más honroso que se podía hacer; que te entregaran el arma era como si te entregaran el alma. Pero la pregunta era: «¿A quién le dejo yo mi revólver?», porque era como fiarle todo a esa persona, como decirle: «Tú eres mi continuador». Eso mismo me pasó a mí. Conocí a una persona mayor que ya no está con nosotros, y un día me llevo a su casa de campo y me dijo que quería regalarme una cosa. Me hizo mover un armario, abrir una pequeña puerta que había detrás de aquel mueble, en la pared, y me entregó una bolsa de tela, y al abrirla me di cuenta de que dentro había una pistola. Me llamó mucho la atención, porque el hombre me estaba ofreciendo lo más importante para él. A mí no me gustan las armas, pero aquel gesto obedecía a unos valores de honor que gobernaban entonces a las familias y que es lo que he querido plasmar en Sietetiros.  

Portada de Sietetiros

Portada de Sietetiros / L.O.

Confía esta vez en DobleCé ediciones, en Pedro Castillo. ¿Qué tal la experiencia de publicar con él?

Muy buena. Con Pedro me une una gran amistad desde hace muchos años: desde hace más de quince años estoy en el Club de Lectura que él tiene en Mula, y la verdad es que confío plenamente en su criterio. De todas formas, la novela estaba terminaba –a falta de alguna corrección– poco antes de la pandemia. La intención inicial era haberla publicado en 2021, con motivo del centenario de los hechos que se relatan, pero entonces llegó la Covid-19, después tuve un problemilla de salud y al final la cosa se quedó ahí un poco estancada. Pero hace poco me dijo Pedro de publicarlo con ellos, y yo encantado. Es un gusto trabajar con él, la verdad. De hecho, también me ha publicado una edición especial con motivo del décimo aniversario de La caja de membrillo.

Presentó recientemente la novela en Calasparra, ¿qué tal su recepción por parte de los vecinos?

Muy buena, también. La verdad es que siempre me he sentido querido por el pueblo, y esta vez no ha sido distinto. El auditorio se llenó, vino mucha gente de fuera, y no fue una presentación al uso: actuó el grupo de teatro Taller de Comediantes, dirigido por Antonio Martínez, y fue fenomenal. Luego hubo un pequeño recital del pianista Fernando Gómez, que fue maravilloso, porque utilizó el jazz como hilo conductor musical de las escenificaciones de la novela; llegué a emocionarme, porque escuchar a actores interpretar lo que has escrito es algo que a uno le conmueve, hay que vivirlo para poder expresarlo. Así que fue una jornada fantástica. Me siento muy arropado por mi Ayuntamiento, por la gente de mi entorno y por mi pueblo, en general, además de por todas esas personas que se acercaron desde otros municipios. Así que estoy muy contento por un lado, pero, te lo confieso, con cierto vértigo por otro, por el miedo a cumplir con las expectativas que se generan con este tipo de actos. Pero bueno, deseando también someterme al dictamen del lector y saber lo que opina.

Usted y yo hemos hablado ya muchas veces de esto, y siempre me ha dicho que necesitaría varias vidas para publicar todo lo que ronda por su cabeza. ¿Qué tiene en mente ahora mismo? 

Pues tengo varias cosas, pero me lo tengo que tomar con mucha calma. Sobre todo, tengo una historia muy curiosa que me surgió hace un mes: es un asesinato actual con siete tiros; me hizo mucha gracia que coincidiera con este título. Me llama mucho la atención, la verdad: es una cuestión de mafias que operan en España en los últimos años, así que quizá dé un salto en el tiempo y me venga al mundo contemporáneo para mi próximo libro. Pero, de momento, y como te decía, voy a relajarme un poco.