El ojo invisible

Cicatrices de vida

Hablar de un tema como el cáncer de mama y hacerlo de la mano de sus protagonistas no es plato de gusto para muchos, habrá quien piense que hasta es desagradable, para mí como mujer es fundamental poder hacerlo desde la naturalidad

'Brigid', de David Jay.

'Brigid', de David Jay. / Proyecto Scar

La búsqueda de la belleza siempre ha sido una de las claves de la historia del arte, esa perfección casi espiritual de la naturaleza o del mismo cuerpo humano ha obsesionado a creadores de todos los tiempos, aunque el concepto mismo de belleza es tan subjetivo que cada época tiene el suyo propio. Existen también notables diferencias geográficas, si miramos por ejemplo a Oriente nos encontramos que esa búsqueda de lo bello nada tiene que ver con la perfección, la estética japonesa del wabi-sabi se basa precisamente en todo lo contrario, en encontrar la belleza en la imperfección, una percepción más filosófica que física basada en la idea de que nada dura, nada está completo y por tanto nada es perfecto en sí.

Afortunadamente, hoy ese espectro es mucho más amplio, somos más diversos en pensamiento, en modas o costumbres y también en nuestro concepto de lo bello, pero aunque hemos aprendido a mirar más allá de la propia estética del cuerpo ese vínculo carnal continúa siendo el eje vertebrador de nuestro concepto de belleza contemporánea, de ahí ese culto al cuerpo perfecto tan extendido en nuestro siglo.

En esa cúspide de lo sublime la figura femenina siempre ha sido la máxima protagonista pero de una forma totalmente idealizada, exhibiéndose de manera habitual la armonía y delicadeza de su cuerpo pero tapando lo que no se consideraba hermoso, o simplemente era diferente; esa imperfección tan apreciada en oriente siempre fue para occidente motivo de rechazo, incluso aún hoy.

En nuestra memoria colectiva está grabada de una extraña manera que lo diferente o distinto lleva implícito un significado negativo, y por lo tanto algo que se debe ocultar, si a esto sumamos que somos una sociedad a la que no le gusta que le enseñen ciertas realidades-verdades el círculo se va cerrando hasta llegar al más absoluto tabú. 

Cuando hablamos de cualquier cuestión relacionada con la intimidad femenina continuamos tapando, escondiendo o simplemente obviando ciertas cuestiones. Sexualidad, sexo, desnudo, pechos, da igual, ese velo de la ocultación sigue sin dejarnos ver aquello que no es de aceptación general así que hablar de un tema como el cáncer de mama y hacerlo de la mano de sus protagonistas no es plato de gusto para muchos, habrá quien piense que hasta es desagradable, para mí como mujer es fundamental poder hacerlo desde la naturalidad.

En el año 2011 nació el Proyecto SCAR de la mano del fotógrafo de moda americano David Jay, una serie de cien fotografías cuyas jóvenes protagonistas entre 18 y 35 años habían sobrevivido al cáncer de mama. Lo que en un principio comenzó como una campaña de sensibilización sobre la importancia de la detección temprana acabó siendo toda una declaración de libertad para sus protagonistas, un motivo para reivindicarse como mujeres y no permitir que esa diferencia de sus cuerpos las hiciera sentir más débiles. 

Con un formato a gran escala, esta serie de retratos, iniciada por Paulina, amiga personal del fotógrafo e inspiradora de esta serie de imágenes, conseguían que el espectador obviara las huellas de su enfermedad para terminar viendo tan sólo la valentía, la fuerza y la lucha de las retratadas. Enfrentarse de aquel modo a su cuerpo las ayudó a dejar de considerarse incompletas, el recuerdo diario de la huella de esa ausencia, de ese pecho que ya no estaba en su lugar, las hacía sentir como mutiladas, y la fotografía les mostró que en realidad eran guerreras victoriosas, mucho más hermosas de lo que eran antes, como dirían los japoneses ejemplos del auténtico wabi-sabi y por lo tanto bellas en toda su extensión.

'Emily', de David Jay.

'Emily', de David Jay. / Proyecto Scar

La primera vez que aquellos retratos fueron mostrados el público quedó en shock. Mujeres sin pecho, desnudas, con cicatrices, mirando orgullosas pero lo que más sorprendió fue un retrato en cuestión, el de una joven embarazada y sin sus pechos en actitud retadora, exuberante y empoderada donde la vergüenza se dibujaba solamente en los rostros de quiénes la miraban. Este no es solo un proyecto de concienciación, ya que son más de 10.000 las jóvenes diagnosticadas cada año, sino también de re-educación para que nadie les haga creer que no son verdaderas mujeres y sobre todos para que ellas mismas aprendan a mirarse sin sentirse avergonzadas. El arte, y en este caso la fotografía, les mostró una nueva imagen de ellas mismas y en ese momento recuperaron la dignidad que creían haber perdido, la confianza, y hasta la sonrisa, y sobre todo les mostró el camino para volver a quererse. Al resto nos plantea un verdadero ejercicio de conciencia y reflexión para el que habrá quien no esté preparado.

A pesar de la dureza de todo lo que supone sufrir esta enfermedad me gusta pensar que estas cicatrices son las secuelas de una guerra, de una gran batalla ganada, las marcas que todo guerrero guarda en su intimidad en una mezcla de vergüenza-satisfacción por lo perdido y ganado, pero ante todo un símbolo del triunfo de la vida así que no creo que haya motivos para ocultar lo que tiempos atrás cualquier soldado o guerrero mostraba con orgullo. Recuerdo perfectamente la primera vez que vi el cuerpo de una mujer sin pecho, fue el de mi propia tía, Carmen, ella tuvo que luchar desde los dieciocho años y durante toda su vida en esta dura batalla. Nadie le enseñó cómo hacerlo, en realidad lo tuvo que aprender sola a base de llorar y reír, de caerse y levantarse mientras los demás observábamos desde la barrera cómo esa fuerza vital que ella tenía nunca la abandonaba a pesar de todo. Creo que es de las pocas mujeres que conozco para la que cada una de sus cicatrices eran como un trofeo obtenido, las mostraba con orgullo porque tenerlas significaba estar viva y para ella la vida lo era todo, aquello de lo sacaba esa inagotable fuerza que todavía hoy me sigue sorprendiendo. 

Esta semana he recibido una carta de la Asociación del Cáncer para hacerme una prueba de detección temprana, mientras la leía el miedo comenzó a surgir como una sombra detrás de mi espalda, es inevitable supongo pensar que quizás mañana, a lo mejor hoy, cualquiera de nosotras puede ser una de ellas así que ya es hora de mostrar la huella de su victoria con total normalidad. Recuerda que mirarlas es devolverles su feminidad porque ser mujer no es solo cuestión de un pecho o de dos, igual que el cáncer de mama, tal y como dice el Proyecto Scar (traducido como ‘Cicatriz’), no se trata sólo de una simple cinta rosa.