Música

El arte del encuentro

San Javier se arrodilla ante Joe Louis Walker, que volvió tras ocho años, y ante Chano Domínguez, que apadrinó la primera actuación en España del dúo italiano Musica Nuda

Joe Louis Walker, que regresó a San Javier ocho años después.

Joe Louis Walker, que regresó a San Javier ocho años después. / Iván Urquízar

Ángel H. Sopena

Los artistas más grandes ignoran las limitaciones de géneros y dejan a su musa descontrolada. Joe Louis Walker, que regresaba a Jazz San Javier después de 8 años, es uno de esos artistas. El festival reunió también en su programa del viernes al pianista gaditano Chano Domínguez, que apadrinó la primera actuación en España del nada convencional dúo italiano Musica Nuda, y se encargó de abrir la velada.

Rara vez hay ocasión de observar tanto entusiasmo, imaginación, técnica y otras virtudes como las que derramaron en esta jam session el trío formado por el pianista Chano Domínguez y el dúo italiano Musica Nuda. Un trio acústico inspirado, delicado, bien equilibrado, todo estaba al servicio del corazón. Se conocían de un streaming durante la pandemia, y esta era su primera cita formal: sobre el escenario del Auditorio. Decir que hubo química entre ambos no alcanza para explicar lo ocurrido.

Chano, con su increíble mano izquierda, logra que todo parezca fácil. Lo toca todo, y bien. Da igual si son sus composiciones -con ese caminar entre el flamenco, el jazz y un algo que no se sabe bien qué es porque le pertenece solo a él- o las de Thelonious Monk. Empezó él en estado de gracia. Sentado al piano, al que imprime una variedad armónica y sonora enorme. Improvisaba filigranas de colores en el aire entre ambientes de jazz y aromas latinos, con citas a cualquiera que le viniera a la cabeza. Un tema de Michel Petrucciani, Beautiful, but why?, y -¡momento culminante!- una interpretación a piano solo de la preciosa Alma de Mujer por colombianas entre citas a Sony Rollins, que sugería a Gershwin y a Bach. Es aquello de «Cádiz en el alma y Monk en los dedos», que dijo alguien. Fue una introducción breve que encerraba por sí sola todo un concierto por el que ya hubiera valido la pena pagar. Lo disfrutamos tanto que no queríamos que acabara.

De entre bastidores salió el dúo italiano. Un contrabajo y una voz femenina bastaron para demostrar que no hace falta más para comunicar. Y es que esa es la propuesta, ecléctica, intimista, de Musica Nuda, un proyecto valiente, independiente, una rara combinación entre lo clásico, lo pop y el jazz; música para tiempos vertiginosos, con una elocuente cantante y un aventajado contrabajista/compositor que experimentan y expresan un montón de estados emocionales: dos artistas diferentes (Petra Magoni y Ferruccio Spinetti), pero complementarios, que se enfrentan musicalmente con una complicidad y un sentido del humor que desarman.

Petra Magoni, un tanto sobreactuada, histriónica como Nina Hagen, tiene una voz con poderío y sensibilidad, una técnica vocal envidiable y un dominio absoluto de la expresión corporal. Su voz frágil y, a veces, simplemente susurrada; el acompañamiento de bajo de Ferrucio es siempre inteligente y discreto.

Joe Louis Walker, que regresó a San Javier ocho años después.  | IVÁN URQUÍZAR

Iván Urquízar / Chano Domínguez, al piano, y los italianos Musica Nuda, por primera vez en España

Juntos desnudan canciones conocidas hasta su núcleo. Fueron parte del repertorio, junto al piano de Chano, Roxanne de Police, Ain’t no sunshine de Bill Whitters, la sensible Caruso de Lucio Dalla, incluso una poco reconociblle versión de Tuca tuca, que cantara la añorada Rafaella Carrá… Para introducir Nature boy Petra tiró de loop; con I Will Survive pellizcaba el contrabajo y se contorsionaba como si fuera Janis Joplin, y echó mano de Mina en Un colpo al cuore, donde se acercó al piano como si intentara meterse dentro. Hasta Chano se levantó de la banqueta. Nada como las canciones italianas en verano. Terminaron con My funny Valentine, bosanovizada en la parte final. El resultado fue casi siempre inesperado y a menudo revelador. No hubo sensación de tensión mientras saltaban de un género a otro, con la voz a veces juguetona de Magoni y las líneas de bajo fluidas de Spinetti. El arte del encuentro, que comentó Chano.

Hicieron maravillas, se lo pasaron en grande, y nosotros con ellos. ¿Qué más se puede pedir?

Como muchos músicos de blues de cierta edad, Joe Louis Walker (74 años) es tan vibrante y convincente, o posiblemente más, que cuando debutó. Profundamente lírico y expresivo, Walker continúa escribiendo y cantando sobre temas que son universales. El concierto basculó sobre Weight of The World, su ultimo álbum, que contiene inflexiones de soul vintage, blues contemporáneo, jazz, funk, rock and roll y más, y una selección de temas de los más de 20 álbumes que ha publicado.

Desde la primera nota, asistido por Scott Milici en el Hammond y teclados, Geoff Murffit al bajo, y John Medeiros en la batería, puso la directa tras arrancar con sus pirotecnias guitarrísticas de blues apasionado e implacable profundidad emocional: abrió con You got to run me down, siguiendo con un ritmo trotón de batería y la guitarra slide en Running from the devil. No está para correr una maratón, pero su voz suena fresca y es inmediatamente emotiva. Su magnífico trabajo de guitarra solista de tonos limpios también brilló, en Is it a matter of time?, bajo el colchón de un magnífico Hammond, proporcionando un escaparate diversificado. Se sentó en un taburete cuando la cosa se ralentizó; le salía un falsete lastimero, y coqueteó con la suavidad de Sam Cooke o Marvin Gaye en Hello, It’s The Blues.

Aunque Walker se inclina más por su lado de falsete que por su voz natural, mantiene generosamente el drama y el poder en aras de la convicción. De pronto surge un problema con su ampli, pero, lejos de mosquearse, tira de flema: «Las cosas eléctricas a veces no funcionan como quieres. C’mon, baby». Y se lanza como una locomotora a tumba abierta. Walker es un guitarrista versátil y un vocalista de primera línea, tocando blues contemporáneo teñido de soul sin renunciar a las baladas o al recuerdo del Delta vía bottleneck, ni al rock’n’roll a lo Chuck Berry de Too Drunk To Drive Drunk, con piano boogie. Con su vozarrón de estilo shouter, su guitarra impredecible y la colaboración de Scott Milici a los teclados, se salió en los punteos imaginativos, alternando cánones y frotando una slide sibilina, e hizo guiños a sus influencias, incluyendo, Fleetwood Mac, y Al Green en Don ‘t Walk Out the Door (quizás su mejor momento vocal). En Slow down GTO, una canción que escribió hace años dedicada a un Pontiac GTO, simula con el slide el ruido del motor, y mete todo tipo de citas (Beatles, Stones, Roy Orbison...). Ya en el bis, remató faena con Woke up this morning de B.B. King. La gente no se marchó, sino que bajó al foso a bailar.

A Walker nunca se le percibe constreñido; permite disfrutar de la sensualidad de su música, del ritmo que te llega a los pies y a las manos. Te pone de buen humor, te insufla alegría. Sesión de blues devastador. ¡Qué máquinas!