Entre letras

Más que amigos

La relación con Murcia de Guillén constituye uno de los espacios de nuestra historia literaria cuya investigación a lo largo de los años ha descubierto matices y perfiles tan interesantes que la han convertido en un referente en la historia de nuestro patrimonio cultural

Francisco Javier Díez de Revenga

La Universidad de Murcia, a través de su sello Editum y con la colaboración de la Fundación Cajamurcia, acaba de publicar un libro documental de un gran interés para conocer la relación con Murcia del gran poeta Jorge Guillén. Pedro Luis Ladrón de Guevara, escritor y poeta, catedrático de italiano, ha sido el encargado de recopilar el volumen titulado Dionisia García y Jorge Guillén: Historia de una amistad (Epistolario, 1977-1983), que reúne un importante número de cartas inéditas que se intercambiaron los dos escritores en los últimos años de la vida de Guillén, que murió a principios de 1984. En el volumen se rescatan, además, otros textos de Dionisia sobre el poeta y su entorno: la entrevista aparecida en la prensa murciana, en mayo de 1980, No padecí porque evité tragarme la dictadura; el texto escrito tras la muerte, en 1984, Tres palabras, y el estudio Encuentros con don Jorge: razón de amistad, ya en el centenario de 1993. Testimonios de primera mano que se completan con el estupendo Singularidad de una mirada, dedicado a la segunda mujer de Guillén, Irene Mochi Sismondi, emotivo texto que dio a conocer Dionisia hace unos años en Murgetana, la revista de la Real Academia Alfonso X el Sabio.

La relación con Murcia de Guillén constituye uno de los espacios de nuestra historia literaria cuya investigación a lo largo de los años ha descubierto matices y perfiles tan interesantes que la han convertido en un referente en la historia de nuestro patrimonio cultural. Durante su estancia en Murcia, entre 1926 y 1929, escribió algunos de sus poemas fundamentales. Así, sabemos que su celebrada traducción de El cementerio marino de Paul Valéry la comenzó en Murcia los días 2, 3, 11 y 15 de febrero de 1929. Aunque su poema murciano más recordado, Calle de la Aurora, lo escribiría en Massachusetts, en un gélido enero de 1944 recordando el calor de Murcia.

Volver sobre Jorge Guillén y Murcia es muy grata experiencia y en este libro de Pedro Luis Ladrón de Guevara tendrá el lector ocasión de regresar a una de las páginas de nuestra historia literaria más intensas y sorprendentes por la multitud de datos y gestos que la enriquecen, porque todo lo que este libro contiene es experiencia de literatura, de poesía, pero también de encuentros y de vida.

Las dos experiencias vitales que aquí se reúnen, la de Jorge Guillén y la de Dionisia García, se fortalecen por su origen en la poesía. Dionisia ha desarrollado a lo largo de su intensa carrera literaria una poesía singular e irrepetible, plena de vitalismo y de autenticidad, y, en los años en que comenzaba su trayectoria, sus encuentros con Guillén, sus cartas, el intercambio de sus poemas y las shakespearianas tres palabras (words, words, words) de ambos forjaron nítidamente perfiles de la propia personalidad literaria de la escritora. Y de todo ello quedan testimonios que admirablemente han sido recogidos en este espléndido libro.

Dionisia y Guillén cultivaron una duradera y rica amistad que se vio engrandecida por algunos encuentros en Málaga en aquellos años finales de la vida de don Jorge, como le llamaban sus alumnos, como acabamos por llamarle todos sus corresponsales de aquella etapa tan fructífera del gran poeta.

Don Jorge era la amabilidad personificada y dedicaba muchas horas de su retiro malagueño a responder correspondencias, a iniciar lazos con nuevos amigos que luego fortalecía con permanencia insólita, a revivir experiencias de su vida y transmitirlas en su indefectibles y constantes cartas. Murcia fue para Guillén un recuerdo vivo de felicidad atmosférica, de la claridad en el aire, y de amistades que mantuvo durante años, residiera don Jorge donde residiera, en Canadá, en Estados Unidos, en Italia, en Colombia, en tantos lugares… y desde luego, en su senectud, en Málaga, en su casa del Paseo Marítimo, allí mismo donde madrugaba cada día para sorprender el esperado amanecer y proclamar, al ver salir el sol, en los otoños y los inviernos de la playa malagueña: Ya está, un día más, fe de vida, como se proclama en su mejor libro Cántico: el horizonte entreabre sus pestañas…

Dionisia encontró en Guillén amparo y conversación, admiración y apoyo, que compartió con Irene, siempre presente en los encuentros, siempre pendiente de ordenar el trabajo de don Jorge, de conducir la correspondencia de cada día. De todo ello da muy buena cuenta este libro en el epistolario de don Jorge y Dionisia que ha reunido Pedro Luis Ladrón de Guevara. Qué fortuna, qué suerte, poder contar con las cartas de ambos y con sus respuestas y unirlas en un relato continuado de una intensa, y larga en el espíritu, amistad.