Entrevista

Luis González-Adalid: "Utilizo la poesía para poder decir lo que no alcanzaba con el dibujo o con la plástica"

El polifacético artista cartagenero expone hasta el 7 de julio en la murciana galería Arquitectura de Barrio su último proyecto, 'Desbordamientos', una serie con la que se ha vaciado y que se complementa con Cartografía, una colección de textos y poemas que presenta mañana

Luis González-Adalid posa ante dos de sus piezas.

Luis González-Adalid posa ante dos de sus piezas. / Francisco Peñaranda Saura

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Son muchas las claves que hay que tener en cuenta a la hora de enfrentarse al último proyecto expositivo de Luis González-Adalid, Desbordamientos (hasta el 7 de julio en la murciana galería Arquitectura de Barrio, AdB). El título de la muestra nos da algunas pistas: «Obedece por un lado a cómo se ejecutan y se muestran las obras, pero responde también a los motivos que las provocan», explica el cartagenero, que habla del «exceso de realidad» de esta sociedad «cada vez más acelerada» y que constantemente compromete, «no solo nuestro medio ambiente y nuestros entornos, sino también nuestra atención y nuestro tiempo». Ante ello, el artista ha querido utilizar «los medios más someros y primarios» para «contrastar intencionadamente» con la apabullante tecnología de este mundo de la inmediatez del clic; de ahí que Desbordamientos sea también una «reinvindicación del dibujo», del carbón. En fin, que son muchas las aristas de este proyecto. Por suerte, este viernes (19.30 horas) presenta en la galería un libro de escritos y poemas (Cartografía, 2023) que ayuda a completar y a entender la experiencia de esta exposición.

Luis, tengo la sensación de que se ha vaciado en este proyecto.

En buena medida, sí. Hay bastantes obras recientes –digamos, más ‘desbordadas’– que pueden ser consecuencia directa de la salida tanto de la crisis de la covid como de un problema de salud –casi a continuación– que se ha prolongado bastante tiempo. Me he comportado un poco como los niños cuando les dan vacaciones…

Se lo preguntaba porque se trata de una muestra –hablemos primero de la exposición– sumamente intensa; y se lo digo desde el punto de vista del espectador, así que no me quiero ni imaginar cómo ha sido para usted...

Sí, las obras más recientes las abordé intencionadamente desde esa actitud de implicación total, incluso física, intentando desarrollar todas mis capacidades con los medios más directos posibles y sin artificios –de ahí el carbón, el dibujo–, a veces con rabia y otras como pura reafirmación personal, y ahí ya asoma cierta dimensión poética.

¿Y cómo nace esta serie? ¿Cuándo y cómo le llega la inspiración, la idea germinal que ha dado lugar a todo esto?

Las obras más recientes, las más ‘desbordadas’, son consecuencia directa de esa forma de hacer que te decía y de mi manera de entender y relacionarme con las cosas. Camino a diario, observo, anoto, dibujo, fotografío…, y todo ello lo llevo conmigo al estudio, donde intento recordar ese todo que se expresa en modos, sus procesos, sus potencias y sus posibilidades.

E imitando esos modos, otros dibujos de gran formato también expuestos en AdB los realicé para ser ‘matriz’ o imagen de base a partir de la cual generar otras obras de intenciones o estilos diversos, en un proceso de creación basado en la reutilización y la reelaboración de obras que se basan en obras y que a su vez están destinadas a ser el germen de nuevas obras, como «posibilidades que abren a otras posibilidades».

Dos mujeres contemplan algunas de las obras de 'Desbordamientos'.

Dos mujeres contemplan algunas de las obras de 'Desbordamientos'. / Francisco Peñaranda Saura

En este sentido, me interesa mucho una cosa que dice sobre este proyecto y que creo que puede ser clave a la hora de entender la propuesta: en Desbordamientos, «el territorio físico deviene en territorio emocional». ¿Cómo se relacionan en Luis González-Adalid ambos mundos?

Desde hace bastantes años, recorro lugares o espacios abiertos de un querido territorio en el que sucesos, hallazgos, relaciones o encuentros pueden ser motivos de creación o también refugio donde revivo momentos de plenitud, pero donde también asoman heridas o ausencias. Decía un eminente pensador del paisaje, Augustin Berque, que somos seres mediales, que nuestro entorno y aquellos lugares en los que alguna vez pudimos anclar nuestros sentimientos son parte de lo que somos. Así, en exposiciones anteriores, expuse unas cartografías emocionales como grandes mapas donde quedaban anotados o reflejados, de alguna manera, cosas que recordaba o me sucedían. Era una especie de proyección, de apropiación emocional sobre el territorio.

También habla de un «exceso de realidad» que nos sobreviene en el día a día. ¿A qué se refiere? Y, más importante: ¿es el arte su forma de combatirlo, el filtro a través del cual procesa ese bombardeo de estímulos, o su refugio, su manera de convivir con ello?

A nadie se le escapa que vivimos en una sociedad cada vez más acelerada que constantemente compromete, no solo nuestro medio ambiente y nuestros entornos, sino también nuestra atención y nuestro tiempo, y con ello condiciona nuestro día a día, nuestras expectativas y hasta las formas de relacionarnos, incluso afectivamente. De ese exceso, de ese ‘sometimiento por llenado’, ya han hablado algunos filósofos; yo me limito a constatar y mostrar cómo en esas periferias, en esos lugares o espacios situados de espaldas a la ciudad, sin uso determinado, la capacidad regenerativa de la naturaleza contrasta más nítidamente, de forma casi radiográfica, con las manifestaciones y formas de nuestras intervenciones, siempre tendentes al funcionalismo y a la uniformidad. Y puedo comprobar también que muchas de nuestras valoraciones y consideraciones de todo tipo, como ese esteticismo generalizado de nuestras sociedades-espectáculo o las habituales exigencias de modernidad, duran lo que tarda en pasar el camión de la basura. 

Supongo que el título de la muestra, Desbordamientos, también tiene que ver con todo esto.

Sí. El título obedece por un lado a cómo se ejecutan y se muestran las obras, pero responde también a los motivos que las provocan: desbordamientos de formas de la propia naturaleza, de esos excesos (‘llenados’) de realidad, y, en consecuencia, desbordamientos en cuanto a la actitud creadora.

Por cierto, me llama mucho la atención que asegure que parte siempre de una concepción figurativa, por abstractas que puedan parecer.

Es que todas son obras figurativas: charcos, suelos, arenas, hinojos… Lo que pasa es que me acerco mucho (lo paseo, lo rozo...). Generalmente el paisaje requiere distancia, pero en mi caso se trata más de una inmersión. Así que no son paisajes al uso, no intento representar una ‘vista’ más o menos escenográfica o decorativa, sino reproducir los modos y formas en que puede expresarse mi relación con ese entorno. A menudo he puesto el ejemplo del buceador de apnea (yo lo soy). Hay diversas maneras de relacionarse con el mar: la del turista, la del bañista ocasional, la del paisajista, la del contemplador más o menos romántico, la del marinero… y la del buceador; este último se sumerge en él, acaba sintiéndose ‘agua entre agua’, se deja mecer en el vaivén de sus movimientos, y esto implica obviamente otra forma de sentir y de entender el mar. De igual manera intento hacer yo con mi entorno.

Diferentes estilos y formatos en la última exposición de Luis González-Adalid.

Diferentes estilos y formatos en la última exposición de Luis González-Adalid. / Francisco Peñaranda Saura

Ese dejarse mecer explica que en Desbordamientos haya varias técnicas y estilos. Pero esta exposición es, sobre todo, y según sus propias palabras, «una reivindicación del dibujo». ¿Por qué?

El dibujo es la expresión artística más primitiva y ha sido una de las herramientas fundamentales junto con la palabra –y probablemente antes que ella– para explicar y explicarnos el mundo. Nada más hay que ver a los niños: durante la infancia el dibujo se convierte en una forma de comunicación fundamental, aunque con el paso del tiempo la escritura y la palabra le van ganando terreno. Y en este caso quería utilizar los medios más someros y primarios para contrastar intencionadamente con la apabullante tecnología de esta sociedad de la inmediatez del clic y del espectáculo. No hace mucho escribí: «Siempre me ha parecido mágica la posibilidad de significar, de transmitir tantas y tan diversas cosas con un carboncillo –un simple palo quemado– y más en estos tiempos de hipnosis digital. Tiene algo de transgresión. A esa ‘magia’ no pienso renunciar. Para mí es la esencia del arte; los discursos, las modas, las tendencias, los conceptualismos duros, volátiles y cambiantes, que vengan después».

Aún así, íntimamente vinculado a esta exposición, este viernes presenta en Arquitectura de Barrio un libro, Cartografía.

Cartografía es un libro que recoge escritos y poemas de distintas épocas pero surgidos también de esa estrecha relación con el territorio. Son reflexiones y sentimientos de un paseante empedernido que se aparta conscientemente a los límites y busca precisamente ahí, en esa ‘intemperie’ física e intelectual, su espacio a salvo del infinito consenso, de sus convenciones, de los patrones habituales de pensamiento, e incluso a salvo de las formas de relación y de afecto establecidas.

¿Cuáles son las conexiones con Desbordamientos?

Creo que son complementarios. Mis obras se entienden mejor y adquieren otro sentido leyendo este libro y viceversa. Se han ido gestando a la vez, desde los mismos lugares y sobre las mismas premisas. Mi obra plástica tiene una evidente carga poética y en lo que escribo está casi siempre la mirada de un contemplador, de un dibujante.

En estos poemas y escritos habla mucho del paisaje, pero también de la memoria y el paso del tiempo, de cómo afecta a los paisajes exteriores y a los interiores. ¿Qué es lo que le preocupa?

Como he dicho antes, aquellos lugares en los que alguna vez pudimos anclar nuestros sentimientos son parte de nosotros mismos. Y siento que esa parte la estamos degradando y desnaturalizando de manera irreversible. Su contemplación me genera una inevitable melancolía que corre paralela a la sensación de pérdida. Como ves, para expresar todo este tipo de cosas me hacía falta la poesía…, para poder decir lo que no alcanzaba con el dibujo o con la plástica.

De hecho, también dice que con estas obras intenta «restituir todo el sentido y toda la dimensión poética a esos lugares». ¿Lo consigue o lo que verdaderamente importa es intentarlo?

Intentando restituirles ese sentido o esa dimensión poética, también me restituyo yo. Todo acaba cobrando un sentido más amplio, más abierto. «Se hace camino al andar…». Por otra parte, me siento inmerso en una corriente colectiva que se niega a permitir que toda esa degradación y desnaturalización en el territorio –que es de todos y de cada uno–, y que a su vez implica cierta degradación emocional, cierta dejación, siga produciéndose como si nada, sin que se tomen las medidas adecuadas para que no vuelvan a producirse y sin que le pase factura a nadie.

Y en cuanto a mi obra, la entiendo como un proyecto inacabado y asumido como un renovado esfuerzo por encontrar esa dimensión de la que hablábamos, ese sentido, en todo aquello que nos rodea; en lo más grande, en lo que nos desborda, pero también en lo más insignificante. Y tal como están las cosas, y más en lo referente a nuestros entornos, a nuestros lugares, mares y territorios, ¿realmente podemos permitirnos no intentarlo?