Entrevista

Ben Clark: "La poesía se lleva bien con la juventud porque las dos tienen una arrogancia necesaria"

El autor de origen británico, Premio Loewe 2017, presenta esta tarde en la librería Libros Traperos de Murcia su último libro, Demonio (2022)

Ben Clark posa con su último poemario.

Ben Clark posa con su último poemario. / MARIANO F. ACOSTA

Cristina Martínez

Cuenta Ben Clark (Ibiza, 1984) que ha abierto la caja de pandora de los recuerdos y, con ello, ha recuperado algunas «voces del pasado» que regresan «de forma amable» para convertirse en poesía; un proceso que ha dado lugar a Demonios (Sloper, 2022), un poemario con cuarenta escritos que el autor, de origen británico y Premio Loewe en 2017 con La policía celeste, presenta esta tarde (19.00 horas) en la librería Libros Traperos de Murcia. Le acompañará Joaquín Baños

¿Qué es Demonios?

Es una visita a una serie de voces del pasado que de alguna manera regresan de forma amable para intentar encontrar su lugar en mi vida actual. Los poemas más o menos están escritos en los últimos cinco años y recorren paisajes humanos de personas que ya no están, hay también un guiño a la adolescencia y recogen diferentes voces, algunas propias pero casi todas ajenas, que han sido convocadas en este daimon griego.

¿Por qué rescatarlas ahora?

Ha habido una coincidencia un poco nefasta entre la pandemia y después una experiencia vital con varios amigos y compañeros del mundo del libro que han muerto en los últimos años. La pandemia no es que esté muy presente en el libro, pero sí marca un punto de reflexión sobre las ausencias. También porque hay un momento en que uno, cuando abandona la juventud, va teniendo la experiencia de amigos que faltan.

¿Y cuáles son sus demonios?

Un demonio sin duda es el paso del tiempo, que de alguna manera te obliga a estar reflexionando sobre cuál es tu lugar en el mundo y el sentido de todo. También los amigos muertos, el dudar del propio trabajo de uno, la reflexión sobre la propia escritura... Los temas no es que cambien mucho, pero sí hay una mirada más introspectiva. Yo siempre he pensado que la poesía se lleva bien con la juventud porque la juventud es arrogante, porque hay una arrogancia necesaria en la poesía y en la juventud que produce las grandes obras de poetas muy jóvenes. A medida que pasa el tiempo, lejos de estar más convencidos, la mayoría tenemos más dudas, más miedos y menos seguridad de que tengamos una voz que merezca la pena compartir. En la poesía joven eso no pasa.

 Su anterior poemario, ¿Y por qué no lo hacemos en el suelo?, salió en 2020. ¿Cree que ha pasado mucho o poco tiempo para este nuevo libro?

Realmente ¿Y por qué no lo hacemos en el suelo? tenía contenido inédito, pero también era una recuperación de mis poemas de amor, así que casi nos remontamos mejor a Celeste, que es del ‘18. Pero un tiempo de espera entre un libro y otro es bueno para el libro. A los poetas nos cuesta ser pacientes, pero ahora que estoy en la edición con Isla Elefante he aprendido a que hay que dejar reposar un poco los textos (porque yo soy el primer que no lo ha hecho hasta ahora).

Este poemario está dividido en cinco partes (Demonios, AusentesObra civilEl Tremor y Las ceremonias del vivir). ¿A qué responde esta división?

Todas las divisiones de mis libros tienen que ver con el contenido, pero, en este caso, también con cómo los textos coquetean con otros géneros literarios. Los de Obra civil, por ejemplo, son poemas que se acercan más al cuento; poemas en forma de cuento o cuentos en forma de poemas. Pero bueno, sí, prima la temática, como en la última parte, compuesta por poemas de amor inspirados en una experiencia amorosa abordada desde diferentes puntos de vista.

Ya pasó por el poema viral, con el famoso El fin último de la (mala) literatura, y ahora escribe El Tremor, un poema documental...

Sí, es un poema que parte de la realidad y de contenidos que se pueden consultar y que de alguna manera son el trabajo de otras personas: periodísticos, documentales, de investigación..., y yo intento ofrecer una lectura poética de esa información. Trata del triple choque de trenes que ocurrió en 1944 cerca de Torre del Bierzo y que fue silenciado en su momento por la dictadura. Mi aportación es que haya un recuerdo desde la poesía. Recojo fragmentos, testimonios de personas que vivieron la tragedia y, con todo eso, hago una reelaboración poética. No es tan complicado como suena porque muchas veces los poemas están ahí, ocultos.

Su iniciativa #Coronaversos fue una ventana a la poesía durante el confinamiento, que abrió las puertas internacionales a la poesía en español

No me esperaba la reacción que tuvo. Sí que lo puse en marcha con la idea de intentar crear una pequeña comunidad a través de esa etiqueta, pero fue algo que funcionó de inmediato y sirvió para canalizar mucha incertidumbre que sentíamos todos en esos momentos.

Ahora ha escrito poemas sobre Goope Maps o ChatGPT. Parece que su poesía y las nuevas tecnologías hacen una buena pareja.

Las redes son un espacio muy interesante para la poesía, también es verdad que hemos tenido muchos textos que se escribían en ese formato ya y no han tenido la misma exigencia de calidad que un texto para un libro. Yo creo que el libro es el espacio idóneo para el poema y la red social un poco el lugar para el anuncio, para que la gente sepa que existe este poeta o este texto. Pero el lugar de disfrute es el libro. Lo que tienen bueno los poemas es que dialogan constantemente con el mundo que les rodea. Pensar que un poema tiene que estar fuera del mundo de la tecnología no tiene sentido porque la poesía analiza constantemente el mundo en el que vivimos. 

¿Tiene la sensación de que ha roto en cierto modo barreras en la poesía para normalizarla, en el sentido de quitar ese miedo que tiene mucha gente a enfrentarse a los versos?

Bueno, no me atrevería a decir que he roto ninguna barrera, pero sí que intento que la poesía se sienta siempre como algo más cercano y más vinculado con la vida de todos nosotros. Lo que más me puede horrorizar de la poesía es que se sienta como algo lejano. La frase que más odio es: «No entiendo la poesía» o «La poesía me cuesta». Yo creo que todos tenemos la necesidad de tener una experiencia cercana con la poesía, sea con un libro o con otra experiencia artística. Es muy importante que en los institutos el mensaje esté dirigido a que los alumnos sepan que los poetas y las poetas están vivos, que es gente que no es distinta a ellos. Por eso, lo que más me gusta cuando voy a un instituto es que me vean.

Lo curioso es que cuando somos jóvenes empezamos a escribir poesía, pero luego no es lo más leído...

Es que al final un poema no es más que el registro de una emoción, por eso son breves y misteriosos. Pero vamos adquiriendo un mal hábito que es censurar esas ganas de registrar esa emoción, de documentarla, lo vamos reprimiendo y nos olvidamos de escribir poesía. Yo creo que todo el mundo debería escribir poesía porque es una manera de entendernos un poco mejor. La publicación y dedicarse a ello es distinto, pero como experiencia vital es fundamental.

Ha hablado antes de su sello editorial, Isla Elefante, especializado en poesía contemporánea. ¿Ha sido atrevido o ha cubierto expectativas?

Bueno, no creo que sea demasiado atrevido. Más atrevido es cualquier persona que tiene cualquier iniciativa en la que se juegue sus ahorros y su casa. Esto es una apuesta pequeña por algo que me gusta: la poesía joven. Lo que más me ilusiona es que se va convirtiendo en un espacio donde los jóvenes sienten que podrían tener la opción de editar su obra. Y estoy muy contento con los números que han salido y con el ambicioso calendario de publicaciones que tenemos por delante, lleno de voces muy interesantes. Hay cantera.

Ben, ¿es un buen momento para la poesía?

Es un momento maravilloso para la poesía en España. Tenemos muchísimas editoriales, con muy buena sintonía, y tenemos la salud del mundo del libro que, pese a todas las crisis, sigue fuerte. Debemos estar orgullosos de ello.