En su rincón

José Carlos Ñíguez: creer en lo invisible

José Carlos Ñíguez en su despacho.

José Carlos Ñíguez en su despacho. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Con una dilatada labor profesional como uno de los pediatras más reconocidos de España, José Carlos Ñíguez Carbonell es, además, uno de los fotógrafos más creativos y de mirada más singular del panorama artístico actual. Quedo con él en su hermosa vivienda de La Loma de Canteras, en las afueras de Cartagena, un chalet con privilegiadas vistas al monte Roldán. Me recibe en una amplia estancia, recién modelada, una cocina comedor en la que él mismo ha restaurado los antiguos muebles de color madera y los ha dejado como nuevos en un estupendo blanco decapé. Allí empezamos una muy interesante conversación sobre sus exitosas últimas exposiciones fotográficas, mientras me prepara, con mimo, un sabroso té moruno que nos tomamos con un bizcocho. 

Me enseña su casa, con todas las paredes llenas de obras de reconocidos artistas, incluidos sus hermanos: el pintor Paco Ñíguez y el otro fotógrafo, Andrés Manuel Ñíguez. José Carlos hace bien todo lo que se propone y me queda claro que es todo un manitas cuando bajamos al sótano donde tiene su bodeguilla, discoteca y pequeña sala de fiestas para la familia y los amigos, cuyas paredes de piedra levantó él mismo para albergar este acogedor lugar donde gusta hacer de pinchadiscos. Después subimos a su despacho, con una gran discoteca y un potente ordenador donde edita y clasifica todas sus fotografías. Me confieso enamorado de la mirada fotográfica de este hombre y he disfrutado muchísimo de sus últimas exposiciones en Cartagena, Murcia y, recientemente, en Mazarrón, pero no os podéis imaginar la gozada que ha supuesto este encuentro de cinco horas, en el que me ha ido enseñando muchos de sus proyectos fotográficos, la mayoría de ellos aún inéditos, perfectamente organizados en su disco duro o en preciosas cajas que albergan, cual tesoros, la reproducción en valiosas copias de papel algodón, de unas fotografías que juegan con la realidad y una abstracción llena de poesía.

Me cuenta que nació en casa de su abuela, en la cartagenera calle del Ángel, como su amigo y maestro Díaz Burgos. Me habla de su niñez en el barrio de Los Barreros, de sus juegos en la calle, al fútbol o a tirarse por las cuestas con una tabla con ruedas de cojinetes que le hacía su padre, que era muy mañoso para fabricar juguetes. Su madre era de San Fernando, de Cádiz, y su abuelo materno era maestro y, además, tocaba el órgano en la catedral de Sevilla. Su abuelo paterno era buen pintor. También me habla de que hace poco ha celebrado los 50 años de su promoción escolar con los viejos compañeros de Los Maristas. Seguimos hablando mientras yo no paro de repetir vasitos de té, y me cuenta: «Empecé a hacer fotografías hace 40 años, me compré, en Fotos Abellán, mi primera réflex, una Konica, para retratar a mi hija recién nacida. En aquellos tiempos hacía, sobre todo, diapositivas de viajes, paisajes y momentos familiares… Nada que ver con lo que luego he ido haciendo con los años: fui enamorándome del mar, de las minas, de los rincones olvidados, de las texturas de las paredes, de las rocas, de las plantas… Y he descubierto ahí mi mundo, una fotografía más reflexiva, como en una mezcla de silencio, magia y abandono».

Le impactaron, en aquellos primeros años, unos cursos y talleres con Díaz Burgos y con Carlos Moisés García, después participó en algunas colectivas con la Asociación As de guía, entre las que me destaca Amarrados en Azul y Amor de puño y letra, con su hermano Andrés Manuel y los poemas de Juana Hernández Conesa, y me insiste: «Poco a poco he llegado a la abstracción, tal vez yo sea más pintor que fotógrafo, pero me gusta pintar con luz, utilizando la cámara fotográfica. He de reconocer que yo admiro a los fotógrafos documentalistas, pero no es lo mío. No es fácil, pero mi obsesión es sacar sentimientos y sensaciones de la abstracción fotográfica. La realidad tangible no me interesa sino para crear una nueva realidad. Me gusta que mis imágenes sean inquietantes, que la gente se pregunte sobre lo que está viendo. El espectador ha de descifrar y terminar la imagen que yo les presento», y añade: «Mis referentes son más pictóricos que fotográficos, me atraen los informalistas de los 50 y 60, el Grupo de El Paso, Tapies, Feito, Millares, Saura, Canogar, todo el Grupo de Cuenca, Zábel, los expresionistas americanos… y me habla especialmente del fotógrafo Aaron Siskind, por el que siente una conexión fuera de lo común.

Mientras me va enseñando cientos de fotos de sus próximos proyectos, me siento realmente privilegiado de contemplar una suerte de súper exposición aún inédita de este maestro de la fotografía casi pictórica, al tiempo que me habla, dándole sentido a su incansable trabajo: «Yo no acepto la realidad absoluta de lo que nos rodea. En mis fotografías hay una clara intencionalidad de distanciamiento de la realidad, no miro al mundo para documentarlo, sino que lo tomo como punto de partida para reinventarlo. Delante tenemos un universo que no vemos y yo intento abrir sus puertas a través de mis fotos. Mi realidad gira en torno a la imaginación y la intuición, en aquello que se esconde detrás de la cámara, en lo que trasciende a la propia imagen. Son esos lugares donde vive lo inexplicable, lo asombroso, lo misterioso, donde la realidad pasa por las emociones antes que por la razón. Registro lo que no veo, documento lo que quisiera ver».

Y así se me van pasando las horas en un minuto, comprobando cuán cierto es aquello de que el tiempo es relativo y que vuela cuando estás atrapado por una conversación tan interesante, basada, además, en este sumergirme en las obras, que no meras fotos, de este gran artista cartagenero que, en estos días, está triunfando fuera de su tierra como suele pasar, con una impresionante exposición titulada Mar/Silencios y enigmas en el Centro de Arte y Creación La Laboral de Gijón, dentro de los XIX Encuentros Fotográficos. Es tardísimo y gentilmente José Carlos me acompaña a mi coche, pero seguimos hablando de su otra faceta médica. El maestro me sigue enseñando. Está preocupado por la situación sanitaria de España y tiene claro que no podemos dedicarnos a preparar muy bien a unos médicos y enfermeras que luego tienen que emigrar porque aquí no se les paga ni como en países como Portugal. Pero eso daría para otro largo y gratificante encuentro. Por lo pronto, esta noche solo quiero soñar con sus fotografías.