En su rincón

Pedro Segura, bramando por la luna

Pedro Segura, en su balcón, en Roldán.

Pedro Segura, en su balcón, en Roldán. / Javier Lorente

Javier Lorente

Javier Lorente

Me encuentro con uno de los más grandes actores de esta Región, aprovecho la ocasión del tremendo éxito de su reciente estreno de Pernod en el Nuevo Teatro Circo de Cartagena, para acercarme al rincón de Pedro Segura y compartir una muy interesante charla en la que nos hemos puesto al día, dándole vueltas a su trayectoria. Vive en una urbanización de Roldán, y lo cierto es que nuestra conversación no podía tener mejores vistas que las de su balcón: «Llega un momento en que uno necesita vivir en un lugar tranquilo, impagable si es con una compañera como Pilar y a pocas manzanas de mi hijo, que me va a hacer abuelo en pocos meses», me dice mientras me ofrece una cerveza y yo le bromeo con me apetece un pernod y él aprovecha para confesarme que está abrumado por el éxito sin precedentes de su última obra y por tantas muestras de reconocimiento y cariño que está recibiendo en multitud de mensajes. La verdad es que es una obra cargada de intensidad, un texto que le viene como anillo al dedo a este actor inmenso que se crece ante personajes complejos y monólogos densos y difíciles.

Pedro Manuel Segura Lorente es un cartagenero nacido en el barrio de Vista Alegre, de cuyo grupo teatral ya formaba parte cuando cumplió 12 años. La afición le viene de familia: «Mi madre, de adolescente, se escapaba de su casa y se iba al Teatro Circo a ver teatro y cine, espectáculos que le apasionaban», me dice, y añade: «Yo empecé actuando en las fiestas, subía al escenario en Érase una vez el circo, haciendo de payaso. Reconozco que era un niño raro, apasionado del teatro, y mientras otros solo pensaban en el fútbol, yo disfrutaba viendo Hamlet en ‘Estudio Abierto’, en la tele. Luego estuve haciendo de Herodes en Jesucristo Superstar y a los 17 me contrató la Compañía Tespis para El soldadito maravilloso. Después trabajé para La Murga Teatro, con Aspirina para dos, donde hacía de Humphrey Bogart, o Dos al derecho, dos al revés… Mi padre era minero y sus hijos éramos conscientes de que vivíamos en una casa humilde y siempre tuvimos conciencia de clase, por eso el teatro, para mí, era una salida, una manera de hacer posible el sueño de ser un rey o cualquier personaje que quisieras». Y me cuenta que estudió Auxiliar Administrativo y que estuvo trabajando en Jovelca, la histórica tienda de tejidos: «Quise vivir deprisa, a los 17 años tenía novia y a los 19 nació mi primer hijo».

«Un día –me cuenta- pasé por la puerta de la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia, pasé dentro y vi el anuncio de que había unas pruebas de acceso que se realizaban en 3 días. Me presenté y quedé el primero de la lista de los seleccionados, por encima de Carlos Santos, con quien trabé gran amistad. Me di cuenta de que el teatro era lo mío, y lo aposté todo a esa carta. Ya entonces hice un sketch de Pernod, de Santiago Cagiga, cuando Antonio de Béjar me seleccionó para ir a una Convención Teatral en el Castillo de la Mota. Allí me fichó Juan Pedro Aguilar para hacer El galán fantasma en Madrid, luego lo llevamos al Festival de Teatro de Almagro. Un día se me acercó un joven director con pinta de motero, era el gran Antonio Saura, que me contrató. Estuve seis años con Alquibla teatro, donde hice todos los protagonistas de sus obras. Fue una época muy intensa que terminó con aquella crisis de 2008 que coincidió con una gran crisis personal mía. Me separé y anduve muy perdido, la verdad, tal vez por eso entiendo tanto al personaje de Pernod: estaba solo y necesitaba conseguir el amor y el teatro».

Y me confiesa: «La vida me ha dado una segunda oportunidad, el teatro me ha vuelto a salvar y Pilar, mi compañera y socia de la empresa, me ha ayudado a salir adelante. Sin ella no hubiera podido afrontar los personajes de Calígula, Máiquez o este Pernod dirigido por Daniel Ortiz. No sé lo que me queda por delante, ideas y ganas tengo muchas, como si empezara de nuevo, pero este Pernod de Bonjourmonamour Producciones es, quizás, el colofón a mi carrera como actor», y me cuenta el apoyo, los abrazos y las palabras de cariño y admiración que le han ofrecido estos días. Y se emociona mientras recuerda tantas muestras como la de la actriz Celi Dieste, a la que actualmente lleva de gira con Pares y Nines, junto a Pepe Salguero y Manolo Llamas: «Me cogió de las manos y no pudo articular palabra, ella estaba temblando, nos miramos y yo sentí la maravilla que supone para un actor lograr la comunión con el espectador, una conexión que solo te la da el teatro». 

«He de reconocer –continúa- que una obra como Pernod yo no la podría haber hecho con 30 años. La edad, mi historia y mi relación con el escenario, hacen que conecte ahora. El teatro es una tabla de salvación para salir a flote», y añade: «Este texto es magnífico, un crisol que recoge experiencias como la del abuelo del autor: el poeta Miguel Pelayo, un gran sibarita que comía escuchando música clásica y se emocionaba con el arte». 

Pedro me cuenta que está empeñado en que el ayuntamiento de Cartagena publique los manuscritos de Cagiga, «un escritor lleno de talento y originalidad», me dice. Yo lo veo lleno por dentro, como de una mezcla de Calígula, Isidoro Máiquez y Tony Fly. Le pregunto qué es lo próximo y me contesta: «A Isidoro Máiquez nunca lo abandonaré, creo que se merece más reconocimiento, divulgación y apoyo real a obras como la que hicimos, que se nos va la fuerza en ofrendas florales. Pero no me voy a sentar a lamentarme, por mi cabeza rondan nuevos proyectos, como el de hacer una historia del Cantón de Cartagena. También estoy buscando ese texto maravilloso para interpretar junto a un par de grandes actores nacionales». Como el personaje de Camus, Pedro quiere alcanzar la luna y parece que sabe que no se la van a traer. Está pletórico y lo veo dispuesto a subir a buscarla, mientras en las tablas resuena su voz, impresionante a la vez que tierna.