De la clásica al jazz y viceversa. Un viaje de ida y vuelta que viene realizando Moisés P. Sánchez desde que hace dos décadas iniciara una brillante carrera como pianista y compositor. La apuesta ha llegado a festivales como el Jazzaldia y ahora al Cartagena Jazz; el propio pianista se encargó de recordarnos que estuvo hace unos años en San Javier junto al malogrado Chuck Loeb.

Bach (Re)Inventions es una de las últimas aventuras del inquieto Moisés P. Sánchez, en formato de trío de jazz, junto a Pablo Martín Caminero al contrabajo y Pablo Martín Jones a la percusión, kalimba y efectos. Como señaló su artífice, esas reinvenciones consisten en «inventar» sobre las Invenciones a dos voces BWV 772-786 de Johann Sebastian Bach, «un libro», explicó, «con el que muchos pianistas empezamos a desarrollar la independencia de las dos manos».

Antes de que Moisés apareciera sobre el escenario, recordaba yo aquella anécdota referida al pianista Glenn Gould en el Carnegie Hall: Leonard Bernstein habló al público para decir que no estaba de acuerdo con la interpretación poco ortodoxa que Gould iba a hacer del Concierto para piano número 1 en re menor de Brahms (y que él iba a dirigir), porque no seguía las indicaciones del compositor. Su razón para, aún así, querer dirigirla, era que Glenn Gould, en su opinión un artista extraordinario, tenía una enfoque suficientemente interesante para pensar que merecía ser escuchada.

Moisés P. Sánchez no es tan extravagante como Gould. Se trata de invocar, de convocar, el espíritu de Bach, y el pianista madrileño demostró que el ‘Viejo peluca’, el hombre sencillo que hacía música divina, está fuera del espacio y del tiempo. Resulta difícil encasillar a Moisés; tan pronto se pone a trabajar con los clásicos como con músicos contemporáneos. Lo importante es no estarse quieto, porque si te paras, te caes, lo que no es mala filosofía creativa. Y se ha rodeado de músicos que se caracterizan por su falta de prejuicios y su ánimo investigador.

Humilde y empático, presentó de manera inteligente, divertida y cercana un repertorio en el que se mantuvo fiel no solo al espíritu de la música, sino también a su letra. En su Invention Trio se dan la mano literalidad y fantasía, fidelidad e invención. En el transcurso de esta reinvención, la obra de Johann Sebastian Bach se muestra con una iridiscencia multicolor, la música clásica se hace contemporánea, y logra que el barroco suene a jazz. Bach y el jazz siempre se llevaron bien. Ya huele a prejuicio rancio la disputa entre música clásica y jazz. Se abordaron desde un punto de vista jazzístico varias de esas Invenciones, aunando el estilo barroco de las obras con el carácter improvisado, moderno y hasta futurista de este intérprete.

Durante hora y media, el trío deslumbró por la naturalidad con la que manejó distintos lenguajes, circulando entre las partituras originales con la libertad de acción que se presupone a los músicos de jazz. 

Hay algo en la expresividad de este pianista que acaba siempre en una emoción cercana

El swing de Moisés, que a veces le rascaba las tripas a su piano, es más encendido con su infatigable mano izquierda, un prodigio de flexibilidad, que emplea para soñar notas imprevistas; evocando ambientes, organizado en la alternancia: de la delicadeza a la potencia y de la dulzura a la acidez. Brilló con intensidad el contrabajista, que domina el arco admirablemente. La percusión, de sorprendente variedad tímbrica, mezclaba los armónicos de los platos con la contundencia de la caja, tocada con escobillas o incluso con las manos. Hasta un cajón flamenco había (mientras la mano derecha golpeaba los platillos con escobillas, la izquierda le daba al cajón), y una kalimba africana. Según Moises, «venimos de África. Todo viene de allí, y se me ocurrió relacionarlo con Bach. Extrapolarlo a un instrumento como la kalimba. Qué cara habría puesto Johan». Y acometió la Invención nº 10, con una intro de kalimba. Hay algo en la expresividad de este pianista que acaba siempre en una emoción cercana, pero nueva, algo que todos los aficionados pueden descubrir en maestros admirados como Brad Mehldau, Keith Jarrett, Bill Evans, Monk o Esbjörn Svensson.

Moisés P. Sánchez, ayer, en Cartagena. Iván Urquízar

Tras una introducción de la Invention Nº 1 in C Major BWV 772 del genio alemán, donde una base electrónica hipnótica suena tras el piano, vendrían el resto de Invenciones (aunque no todas), en el orden que aparecen en el disco homónimo. El contrapunto de Bach en términos jazzísticos es jazz de alto octanaje, tal y como expuso el trío a partir de la segunda de las Invenciones. Muy versátiles los tres instrumentos entrando y saliendo –para las improvisaciones- de la partitura de base, que el contrabajista tenía delante en un atril; el pianista, muy lejos de ejercer la figura del líder omnipresente, dejaba hacer a sus compañeros.

En ese afán de explorar siempre caminos nuevos, ofrecieron con increíble serenidad un viaje de complejidad rítmica, emotividad melódica, y épica sinfónica (con algún momento más experimental y tenebroso, que podría encajar en alguna banda sonora de Kubrik), capaz de abarcar lo lúdico, la mística y el romanticismo. La felicidad se rozaba. Para conocer a Moisés P. Sanchez solo hay que escucharlo. Lo sublime en sus manos. El excelente sonido contribuyó a realzar este delicioso concierto en una tarde otoñal y lluviosa. Ya lo decía Bill Evans: lo importante es la búsqueda de la belleza.