Alicia ha perdido su afición a la lectura, pero su abuela se niega a aceptarlo y le da un libro en el que la pequeña descubre un mundo de imaginación y fantasía. Ese es el punto de partida de Alicia en el musical de las maravillas, una producción para toda la familia que se podrá disfrutar este domingo en el Auditorio El Batel de Cartagena (17.00 horas). Se trata de una obra «con mucho ritmo y colorido y una escenografía muy potente y versátil, que reproduce multitud de lugares distintos», según Josep Mollá, creador del texto y las letras de la obra.

El musical está «pensado de verdad para los niños, adaptado a ellos, para que lo puedan entender y les pueda gustar», sin que eso evite que los mayores también disfruten de la representación. «Tiene el ritmo y los tiempos que los más pequeños necesitan», explica Mollá.

No obstante, más allá de ese lenguaje infantil, la productora Trencadís busca dar una vuelta de tuerca al texto original que, en palabras de Mollá, es «un mundo maravilloso en el que se entremezclan la filosofía, la política o la crítica social», bases sobre las que trabajó para rediseñar la obra. «Buscamos ahondar más en el mensaje que en otros espectáculos de la compañía», adelanta el dramaturgo: «Hablamos de la libertad, de ser realmente quienes somos y de mantener nuestras fantasías y nuestro mundo interior aunque crezcamos».

Tras todo ello trasluce un canto a las bondades y peligros de las nuevas tecnologías y, más concretamente, las redes sociales. «Queremos denunciar la obsesión que crean en niños cada vez más pequeños», explica Mollá. «Las pantallas tienen muchas cosas buenas –continúa–, pero hacen que a los más pequeños les cueste más ejercitar la imaginación», algo que choca frontalmente con el personaje de la abuela de Alicia, quien, aunque es mayor, «nunca perdió la imaginación y, cuando ésta aflora, se sigue comportando como una niña». Un mensaje que busca trasladar a su nieta que «cuando lee vuelve a tener esa sensación de imaginarse nuevos mundos», merced al «gran tesoro de su abuela: los libros».

Todo ello se encuentra envuelto en «un lenguaje musical maravilloso, con escenas de no más de tres minutos entre canción y canción, que hace que los más pequeños no se lleguen a aburrir nunca», enfatizan desde la productora valenciana. Tampoco faltan en la representación la magia ni los «momentos espectaculares», que hacen disfrutar a los niños y a quienes los acompañan. Un ejemplo de ello es la alocada fiesta que se celebra en casa del Sombrerero Loco, con todos los personajes allí reunidos. Precisamente la suya es una de las mejores alegorías con las redes sociales: un hombre «obligado a ser feliz siempre, algo que es agotador», explica Mollá. El personaje acaba dejando su particular moraleja: «Lo más importante es la felicidad que se siente por dentro». También el Señor Oruga deja su mensaje: «Hay que aprender a valorarnos como somos y no pensar en realizar continuas transformaciones».

Otro de los puntos más llamativos de la obra es su «espectacular vestuario», así como la música, creada por Paco Ibáñez y las lucidas coreografías de las que se puede disfrutar. En suma, un musical que «se hace muy ligero para los niños», con un «aire fresco y un ritmo frenético» que hace que quienes acudan a verlo «se enganchen rápidamente». Una historia imperecedera revisada y actualizada a los nuevos tiempos para dejar un mensaje claro a los más pequeños de la casa: «Nunca dejéis de ser niños».