El profesor José García López nació en la localidad murciana de Rincón de Beniscornia -the corner of Beniscornia, solía él decir en tono de broma-, en plena huerta, en agosto de 1936. Cursó Filología Clásica en la Universidad Central de Madrid, ampliando estudios posteriormente en Alemania.

Fue profesor adjunto de la Universidad Complutense y, entre 1974 y 1977, profesor de la Laguna. En esa fecha se convirtió en el primer catedrático de Filología Griega de la Universidad de Murcia, donde ejerció hasta su jubilación.

Tras el carácter adusto que transmitía en una primera toma de contacto, se ocultaba un rostro afable que compartía chascarrillos con amigos. Hay muchos que todavía le recuerdan entonando el Adeste fideles junto a sus compañeros en vísperas de las fiestas navideñas.

Y era una imagen habitual verlo en su despacho de la facultad de Letras con la puerta abierta, absorto en una traducción de un clásico griego o en cualquier trabajo que estuviera desempeñando en ese momento.

De él decía Esteban Calderón, catedrático de Filología Griega de la Universidad de Murcia que «en una época de angostas especializaciones, el profesor García López ha demostrado siempre una concepción amplia y universal de la Filología Griega», asegurando que, como los verdaderos maestros, el profesor García López «no ha dejado huella en los alumnos sólo por su calidad intelectual: también por las cualidades humanas que encarna».

Para José María Jiménez Cano, que llegó a ser decano de la Facultad de Letras, fue «uno de los artífices de la que es, y sigue siendo, Edad de Oro de las Humanidades Clásicas de la Facultad de Letras en la Universidad de Murcia».

Fue presidente de la Sección de Murcia de la Sociedad Española de Estudios Clásicos. 

Nos abandonó en los primeros días de este año. Tenía 85 años, y toda una legión de discípulos y alumnos que se habían iniciado de su mano en el mundo clásico griego.