Fraga tuvo la ‘culpa’ de que Enrique Tierno Galván llegase a finales de los años 40 a la Universidad de Murcia. Y en ella estuvo como catedrático de Derecho Político el que con el correr de los años sería ‘viejo profesor’ -entonces joven profesor, apenas treintañero- durante seis años. En sus memorias, tituladas Cabos sueltos, Tierno contaría la imposible competencia entre ambos, dada su situación tan diferente respecto al régimen franquista, adepto el uno, opositor desde sus tiempos de estudiante el otro.

Espesa y remansada eran las palabras que le sugería al profesor la Murcia de aquellos años finales de los 40 y comienzos de los 50, un espesor y un carácter tan aquietado que le llevó a aislarse en cierto modo de la ciudad, para hacer lo que entendía que era la única opción que le quedaba como espíritu crítico e inquieto que era en aquella ciudad: bajar la vista y ponerse a leer un libro.

Desoyendo a sus amigos, que le llamaban loco, según afirma Tierno en sus memorias, arribó a Murcia con el simple sueldo de un catedrático recién llegado -alrededor de 1000 pesetas mensuales de los años 40- y con la intención de contribuir en lo posible a la buena marcha de su departamento, adquiriendo periódicamente para este libros de su especialidad, cosa que hacía con su amigo y compañero Antonio Truyols.

Se queja Tierno de las escasas amistades que hizo en aquella universidad murciana. Sin embargo, no son pocos los nombres de profesores universitarios e intelectuales que destaca como interesantes y con los que llegó a trabar cierta amistad, en especial el citado Antonio Truyols, Andrés Sobejano Alcayna y Antonio de Hoyos.

Poco a poco, «la frustración política le induce a escapar de Murcia y de su soledad cuanto antes», refiere José Mariano González Vidal, ya que «no acababa de adaptarse a los usos y modos… La vida en Murcia se le hacía tediosa… Poco o nada podía hacer políticamente en Murcia».

Tierno se permitía citar las teorías marxistas e ideas políticas avanzadas e impensables en aquellos tiempos difíciles. En aquella ciudad y universidad de los 50, el joven profesor habló por primera vez de Marcuse, Adorno, el Círculo de Fancfort, el neomarxismo burgués, los clásicos del socialismo científico…, quería remover conciencias, pero encontró ante sus «ataques intelectuales sobre todo indiferencia. Así pude dar un seminario sobre existencialismo y marxismo, hablando con libertad, sin que nadie me dijera nada». Quizás porque, como afirma José Mariano González Vidal en su obra antedicha, «citar a Carlos Marx en aquel tiempo podía parecer una provocación, pero el auditorio de obispos, falangistas, burgueses y despistados de sus conferencias murcianas lo oía como el que oye llover, como un desahogo dialéctico de un señor de quien decían que era agnóstico y rojo». Así las cosas, Tierno Galván pidió en 1953 el traslado a la Universidad de Salamanca, a la que se incorporó a comienzos de 1954: «Salí de Murcia y la dejé como cuando había llegado; en el mayor silencio, como una sombra. No me despedí de nadie; no hubo ninguno de los acostumbrados banquetes de adiós. Saludé a los compañeros que quedaban, que por una razón u otra me eran afines, recogí los pocos bártulos que tenía en la habitación del Colegio Mayor y esperé a que transcurriese el verano para incorporarme al nuevo destino».