La Opinión de Murcia

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Complicidades

Un whisky en la piscina

Carlos Marzal

Hace muchos años, durante mi primera juventud (voy más o menos por la cuarta o quinta, según se mire), asistí en el Ateneo de Valencia a una charla con el novelista Jesús Fernández Santos.

Por aquel entonces —y ahora también— en mi casa éramos devotos de las obras del escritor madrileño (y leonés). Mi padre lo leía con entusiasmo, y me recomendó que hiciera lo mismo. Me impresionaron mucho El hombre de los santos, El libro de la memoria de las cosas, Extramuros, Cabrera, los cuentos de Cabeza rapada: ese fraseo tan preciso, tan limpio, con un español de sonoridad clásica, su delicadeza para tratar cualquier asunto, su mirada hacia lo aparentemente menor y escondido. Era y es un maestro, aunque no sé si hoy en día lo lee alguien, una duda que me entristece, por lo que significa de olvido injusto, y por lo que revela acerca de la posteridad: que la injusticia y el olvido suelen ser lo más común.

El caso es que en aquella conversación del Ateneo dijo una cosa que se me quedó grabada. Con su aspecto severo, afirmó que no le interesaban «los congresos literarios de whisky y piscina». Se declaraba así enemigo de la llamada vida literaria, que tan mala fama tiene entre quienes no la practican.

Para algunos —creo que con razón—, la literatura sólo tiene que ver con los actos de leer y escribir, dos ritos solitarios, pertenecientes a la intimidad, y que se encuentran lejos de todas las actividades mundanas organizadas alrededor de lo literario.

Ahora bien, he descubierto que a mí, si de congresos se trata, sólo me interesan los que se organizan en buenos hoteles con piscina, y en los que se bebe whisky con más abundancia de la que aconseja la prudencia. No me engaño, porque sé que esos congresos poco tienen que ver con la esencia de la literatura, pero por otra parte me resultan muy entretenidos para pasar el rato, e instructivos desde el punto de vista del conocimiento de los seres humanos, algo que al fin y al cabo alimenta la conciencia del escritor y de sus obras.

Cuando los escritores nos reunimos, hablamos de cualquier asunto menos de literatura, o al menos los escritores con los que yo me reúno. Puede que haya congresos literarios en donde los participantes hablen, en la piscina, acerca del método diseminativo-recolectivo en la poesía de don Luis de Góngora, o sobre el papel de la aviación polaca en la novelística española de la guerra civil, pero no he participado en ellos nunca, y no me gustaría encontrarme a traición en uno de ese género. En las piscinas y en compañía de escritores, siempre he preferido beber whisky y cultivar el disparate.

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