Si hay un artista plástico cartagenero internacional este es Kraser, rey indiscutible del arte urbano, cuya obra llena los muros de los edificios más altos de toda Europa. Desde hace unos años se trasladó a la ciudad de Milán, que usa como centro de operaciones para sus desplazamientos por todo el continente. A Cartagena viene dos o tres veces al año y he aprovechado una de sus breves estancias en su barrio de Sauces para quedar en el que es su despacho oficioso: una cafetería que hay cerca de su casa. Allí, mientras escuchamos las notas musicales de los ensayos de la banda de música, mantenemos una muy interesante conversación sobre su trayectoria artística, sus últimos proyectos y sobre cómo se ve el ambiente cultural y artístico local, desde la distancia de vivir en una potente ciudad italiana, verdadero referente a nivel económico, industrial y cultural.

Me cuenta sus inicios artísticos, sus estudios de diseño gráfico en Murcia y su acercamiento, de adolescente, al mundo del grafiti cuando todo estaba por descubrir y él empezó a hacerse un nombre con aquellos primeros trabajos, en los que investigaba sobre la plasticidad de las distintas caligrafías, que trataba con una inusual maestría y virtuosismo. «Empecé haciendo grafitis, pero no me considero un grafitero, sino un artista urbano. He evolucionado desde aquellas letras hasta la figura humana, animal y escultórica, pero sigo jugando con elementos geométricos, letras, vegetales y zonas abstractas», me dice para resumir su línea de trabajo, que lo está haciendo tan reconocido y buscado por tantos festivales europeos y demandado por muchas ciudades, que lo contratan para tener sus obras en los edificios más significativos y paredes más impresionantes. 

Me cuenta que cuando él empezó a interesarse por la pintura artística en las paredes no había información, ni publicaciones, ni redes sociales para ver la obra de otros artistas en otros países, así que tuvo que investigar mucho y viajar para aprender y ver qué se hacía por ahí, pero «era un crío sin recursos que se gastaba todo el dinero que recogía en botes de spray. Mis primeros trabajos estaban muy alejados de lo que se hacía en otras ciudades y otras partes del mundo. Empecé a contactar con Europa a partir de 2012, cuando participé en una exposición en Turín. Me di cuenta que Cartagena no era una ciudad con futuro artístico en general y menos en el arte urbano, por eso, con el tiempo me establecí en Milán, aunque mi corazón sigue unido a esta ciudad y esta Región, que visito cada vez que puedo y en las que intento organizar encuentros, cursos y todo tipo de eventos artísticos», y añade que «la gente que quiere vivir del arte termina yéndose porque en esta Región no hay ni coleccionistas, aquí se vive en la idea de que el arte debe ser gratis o muy barato, y así no hay manera».

«Yo no he tenido vinculación con el mundo tradicional del arte, donde la gente se va haciendo un nombre a base de exposiciones y currículum. Yo me he hinchado a trabajar, pintando para sobrevivir, y he aprendido a base de la experiencia», y añade: «Mi arte es todoterreno, distinto, diverso, no me da miedo ningún soporte, ni las paredes más inmensas que hay que afrontar con grandes grúas, ni los lienzos clásicos. Me gusta la libertad que me da ser un autodidacta que ha aprendido en la calle y viajando, saltándome cualquier recorrido oficial». Kraser ha viajado y pintado por toda España, Italia, China, USA, Ucrania, Francia, Alemania y un sinfín de países, y reconoce que su trabajo, al estar en la calle, llega a mucha más gente que si se hubiese ceñido a las tradicionales habitaciones cerradas de los museos y salas convencionales. Kraser es de mentalidad abierta y cultivada y por eso me cuenta su interés en todas las manifestaciones y estilos artísticos en general: «Lo que me gusta es el trabajo bien hecho y que no me tengan que explicar las obras con grandes textos, que las obras tengan calidad, que transmitan y que se expliquen por sí mismas. No necesito un libro de 25 páginas para explicarme un vaso de agua en una silla o un plátano pegado a la pared. No puede ser que el trabajo sea el texto y no la obra». 

Pese a las dificultades y la falta de apoyos, me dice que «en España los artistas están a la altura de los mejores de toda Europa y el mundo, pero faltan proyectos y apoyos. Es muy difícil salir de esta situación, necesitamos un cambio de mentalidad, un reconocimiento efectivo de la importancia de la cultura», y me cuenta algunas anécdotas muy ilustrativas: «En Italia presentas un proyecto a la Hidroeléctrica por valor de 400.000 € y si es bueno te lo financian, aquí pides permiso para pintar en una pared y te lo deniegan». «¿Una solución? Hay que negarse a trabajar gratis. Los artistas tenemos que hacernos valer y hemos de exigir que se apoye a los artistas vivos. Ya vale de gastar millonadas en retrospectivas de los artistas muertos». De sus viajes ha aprendido que «Cartagena es mi ciudad preferida, el mejor sitio para vivir».