Entrevista

Chumilla-Carbajosa: "Ahora mismo, casi que me apetece más escribir que hacer una película"

El cineasta cartagenero celebra este año tres décadas de su debut con 'El infierno prometido' (1992), y lo hace con la publicación de un libro junto al crítico alicantino Rafael Maluenda

El realizador cartagenero Juan Manuel Chumilla-Carbajosa.

El realizador cartagenero Juan Manuel Chumilla-Carbajosa. / L. O.

Asier Ganuza

Asier Ganuza

Cuando Chumilla-Carbajosa agarró su cámara y se echó al monte –a la sierra minera de La Unión– decidido a grabar su primer largometraje (El infierno prometido, 1992), apenas superaba la treintena. Entonces, no hacía mucho que había vuelto de Italia, país al que se trasladó para estudiar cine de la mano de Gianni Amelio en el Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma. Eran los primeros pasos de una larga carrera que este año, efectivamente, cumple tres décadas; o, lo que es lo mismo: prácticamente media vida para él. Y, para celebrarlo, acaba de publicar, junto al crítico alicantino Rafael Maluenda, el libro La mirada indomable (reflexiones sobre el cine independiente) (Tres Fronteras, 2021), un proyecto literario auspiciado e impulsado por la Filmoteca Regional con motivo del 25 aniversario de su debut como director. Pero, ay, amigos, la pandemia ha trastocado los planes de casi todo el mundo...

Y conviene subrayar ese ‘casi’, porque aunque Juan Manuel Chumilla-Carbajosa ha tenido que reorganizar y reprogramar su agenda (e incluso el estreno de uno de sus trabajos más esperados, El embrujo de Quijat), el realizador de la ciudad portuaria es un tipo «con la mente siempre en plena ebullición» y habitualmente con varios proyectos siempre entre manos. «Fíjate: cuando empezó toda esta movida [la pandemia], me encontré con una idea de pura casualidad y acabé rodando una película, como quien dice, de andar por casa. Literal», señala el cartagenero. Habla de Nana y Estrella, una cinta protagonizada por sus propias hijas –en aquel momento (2020) de 6 y 8 años– en la que Chumilla-Carbajosa narra la experiencia de dos niñas obligadas a pasar la cuarentena en un pueblo perdido del Mediterráneo. «Ha sido un regalo, algo que no esperaba y que encaja bastante bien con el tipo de cine que caracteriza mis últimos trabajos, que caminan en la frontera entre la realidad y la ficción. En este momento la estoy terminando de editar y..., bueno, es interesante porque el coronavirus es solo un pretexto para hablar sobre la infancia con mucha verdad. Piensa que ellas [las protagonistas] están acostumbradas a verme todo el día con la cámara en mano..., ha sido para todos como un juego», asegura su autor, que cuenta con el visto bueno de un peso pesado del cine español: «Fernando Trueba, que ha visto alguna cosa, me llamó el otro día y me dijo que estaba haciendo un peliculón».

Gracias a este proyecto y a La mirada indomable –cuya edición, muy cuidada, ha sido «tremendamente laboriosa»–, Chumilla-Carbajosa ha pasado estos ya casi dos años de pandemia «bastante entretenido», pero, aunque las efemérides inviten a hacer balance y echar la vista atrás, el cartagenero ya mira hacia el futuro y hacia lo que 2022 puede suponer para su carrera. Todo apunta a que este año que recién comienza va a ser –si las circunstancias lo permiten– muy intenso para el intrépido realizador. Porque sí, la previsión es que Nana y Estrella llegue a los cines antes del próximo verano, pero es que El embrujo de Quijat, su particular delirio cervantino protagonizado por el incalificable Rafael Álvarez ‘El Brujo’, podría estrenarse en cuestión de unas cuantas semanas. «Tenía que haberse presentado en abril de 2020, pero justo llegó la pandemia y dimos marcha atrás. ¡Menos mal!, porque el otro día veía las cifras de audiencia de las salas de nuestro país y la asistencia cayó en picado el año pasado...», lamenta el cineasta, que aunque todavía no tiene una fecha cerrada para la primera proyección de su ambicioso filme, asegura que podría verse «en torno al mes de febrero o marzo». 

Romper el maleficio

De ser así, Chumilla-Carbajosa pondría fin a más de seis años de espera, ya que fue en octubre de 2016 cuando ambos –actor y director– anunciaron el proyecto. Pero aquí coinciden dos cuestiones: la primera, que al cartagenero no le importa que sus películas «maceren», se asienten, que el tiempo pase por ellas –«Ginés [García Millán] dijo que El infierno prometido era como el buen vino, que se apreciaría mejor con el tiempo, y parece que así ha sido»– y, por otro, que los proyectos cinematográficos relacionados con el Quijote parecen estar malditos. «Es un tema curioso, la verdad. Desde aquella versión inacabada de Orson Welles –que posteriormente montó de manera penosa Jesús Franco– a la de Terry Gilliam, que finalmente presentó nada menos que veinte años después [El hombre que mató a don Quijote, 2018] con, de nuevo, bastante poca fortuna, pero que inicialmente dio lugar a uno de los rodajes más atropellados de la historia del cine, como pudimos ver en el documental Lost in La Mancha (2002)», recuerda el cartagenero, para quien al ex Monty Python se le fue la mano con la cocción: «Una cosa es dejar reposar el proyecto y otra que se te pase el arroz». Por suerte, la versión de Chumilla-Carbajosa, que al igual que Welles y Gilliam trata de «revivir el mito del ingenioso hidalgo en el mundo actual» –en esta ocasión, con un actor que enloquece intentando llevar a las tablas la obra de Cervantes– llegará a la gran pantalla sin mayores problemas tras superar, tan solo (¿?), una pandemia global. Y, claro, en su punto.

"'La metamorfosis’ de Kafka nunca ha sido llevada a la gran pantalla de manera exitosa; si acaso, ha habido intentos menores. Me parece un proyecto muy sugerente"

Además, y aunque el director reconoce que «cuando te enfrentas a las grandes obras partes con desventaja –por eso Hitchcock siempre decía que las buenas películas nacen de la mala literatura–», Chumilla-Carbajosa ya tiene en mente el que seguramente sea su próximo filme: El bicho, una película inspirada en La metamorfosis de Kafka y que, protagonizada por el alcantarillero Enrique Martínez, está previsto que comience a rodarse después del verano. «Curiosamente, es una de las novelas cortas más conocidas e importantes del siglo XX, pero nunca se ha llevado a la gran pantalla de manera exitosa; si acaso, ha habido algún intento menor. Hay grandes cineastas que han adaptado otros textos de Kafka –como el propio Welles con El proceso– o que han pasado de puntillas por éste, pero ninguno ha trasladado al cine esa idea del hombre que se transforma en un insecto y que reflexiona sobre la condición humana, y eso es algo que me parece tremendamente sugerente...», apunta el cartagenero, que cree que Martínez puede estar «enorme» haciendo de su particular Gregorio Samsa.

Tendencia a la irreductibilidad

En cualquier caso, Chumilla-Carbajosa reconoce que ya no es ese chaval ansioso que con poco más de treinta años andaba loco por la sierra minera rodando su primer largometraje. «Al principio tienes unas ganas tremendas que con el tiempo se van calmando. Fíjate: hasta el punto de que yo siempre he priorizado mi faceta como director a la literaria, pero ahora casi que te diría que me apetece más escribir un relato que hacer una película (como pulsión anímica, me refiero)...», confiesa el cartagenero. «Aunque el cine es una droga muy poderosa», se apresura a matizar, entre risas. No obstante, el polifacético realizador insiste en que también le apetece expresarse «en otros lenguajes: teatro, cómic, etc». «Cuando yo empezaba era solo cine, cine y cine. En eso sí que hemos cambiado después de treinta años dedicándome a esto... Ahora, lo que no varía es mi idea de lo que es el séptimo arte –añade–: algo con lo que experimentar, jugar y hacer cosas diferentes a lo que estamos acostumbrados; porque, si no, me aburro». De ahí que reconozca haber dejado pasar propuestas más «ortodoxas» para grandes plataformas.

«Lo de la ‘mirada indomable’ va por mi tendencia a la irreductibilidad. Pero no porque yo quiera ser un rebelde con o sin causa, sino por mantenerse fiel a uno mismo»

Y esa es la ‘mirada indomable’ de la que habla el libro. «Supongo que [Maluenda] se refiere a esa tendencia a la irreductibilidad», señala risueño. «Pero no porque yo quiera ser un rebelde con o sin causa –no es un mérito en sí mismo el luchar contra molinos–, sino por mantenerse fiel a uno mismo», apunta. En este sentido, recuerda una de las tantas anécdotas con las que está trufado este libro. «Una cadena de televisión –que son las que manejan la industria cinematográfica en España– me propuso participar en Regreso al horizonte (2017). Aquello habría supuesto un gran despliegue mediático para el proyecto, pero me ponían dos condiciones: sustituir a Antón Valén [uno de los protagonistas de la cinta junto a García Millán] y rodar en Guadalajara, que estaba mucho más cerca de Madrid que Murcia, lo que haría más fácil (y baratos) los desplazamientos. No tardé mucho en decirles que no me interesaba... La película estaba pensada para rodarse aquí con los actores de mi generación, y me parecía maravilloso poder retratar esta ciudad como nunca antes nadie lo había hecho de la mano de cinco o seis actores murcianos de primera línea. Quizá algún colega se habría bajado los pantalones, pero a mí me costaba mucho renunciar a mi idea. Y me llena de orgullo haber hecho finalmente la película con la que soñé. De eso va esto del cine, ¿no? Si no, sería un oficio más...», reflexiona.

De ahí (de esta filosofía) nace, no solo el título del libro, sino el subtítulo: Reflexiones sobre el cine independiente. Pues esta publicación no deja de ser una charla entre dos amigos –Maluenda y el propio Chumilla-Carbajosa– que, aunque gire en torno a la filmografía del cartagenero es, de nuevo, un pretexto. «No es el típico libro de diálogos planteado como una entrevista, en el que hay una persona que pregunta y otra que responde. Lo interesante era que mi interlocutor también tuviera la oportunidad de aportar sus conocimientos», señala el cineasta, y el crítico alicantino era la persona idónea para este encargo. «Tenía varias posibilidades, pero Rafa es una persona que sabe muchísimo de cine y que sabía que conocía bien mi obra. Y un día me lo encontré por casualidad –no sé si en el tren–, surgió el tema y, sin pensármelo mucho, se lo propuse», recuerda. Y el resultado –tras tres sesiones de conversación– es un libro en el que las películas de Chumilla-Carbajosa «abren puertas» para hablar de cualquier otro tema: «de sexo, religión, política, infancia, música... Así que el que quiera cine, va a aprender un montón con su lectura, pero al mismo tiempo creo que es un libro muy divertido para todo el mundo», sentencia.