Además de ser hija de la actriz Esperanza Clares y del director de escena Antonio Saura, Alba Saura (Murcia, 1989) también es hija de su generación. Como a muchos otros millennials, la vida le ha llevado a viajar, a cambiar de ciudad, de país y, consecuentemente, a añorar su tierra. Son ya casi diez años los que la dramaturga lleva fuera de la Región, y parte de esa experiencia ha dado forma a Mi cuerpo será camino, su nueva obra teatral, que Alquibla (con su padre a los mandos y su madre entre el reparto) estrena esta noche en el Teatro Villa de Molina. En ella –con Cristina Aniorte, Nadia Clavel, Julio Navarro, José Ortuño y Pedro Santomera completando el cast–, Saura sigue el desempeño vital de una familia originaria del Campo de Cartagena desde que el tío Ginés se marchó a ‘hacer las Américas’ a finales del XIX y hasta nuestro días. Es una historia de ‘migración, arraigo y nostalgia’ que su autora espera que invite al espectador a reflexionar y a ponerse en los zapatos del otro.

 

Supongo que es un tema de actualidad (y no tanto porque sea algo reciente, sino porque... bueno, vivimos tiempos de nuevas fobias), pero ¿por qué ha querido hacer una obra centrada en los movimientos migratorios?

Pues precisamente por eso, porque son tiempos difíciles en lo relativo a la inmigración. Cada vez son más los discursos de odio, y tanto en Europa como en Estados Unidos se está volviendo a incitar al enfrentamiento entre nosotros. ¡Estamos perdiendo nuestra parte más humana!, nuestra capacidad para comprender, para empatizar... Y la obra lo que pretende es recuperar todo eso, animar al público a que se ponga en los zapatos de los que hoy se ven obligados a abandonar su hogar; y lo hace revisando nuestra propia historia, echando la vista atrás y recordando los movimientos migratorios que han partido de nuestra tierra. Debemos dejar de pensar en que el que viene de fuera lo hace para maltratarnos y robarnos y procurar empatizar con su sufrimiento y lo que les ha llevado a dejar su casa; porque, esa es otra: a veces parece que marcharte y dejar tu hogar es muy fácil, pero es una decisión muy compleja...

¿Alguna vez se ha sentido ‘extranjera’ fuera de la Región? Porque, aunque esa sensación sea más acusada entre quienes llegan a Europa desde países del ‘Tercer Mundo’, creo que le pasa a todo el que llega a una ciudad nueva, y usted se ha movido mucho tanto dentro como fuera de España... Imagino que esa experiencia personal también habrá influido.

Sí. Yo realmente llevo fuera de Murcia desde el año 2013, pero, fíjate:aunque siempre he mantenido un vínculo muy importante con mi tierra –porque la quiero–, ha sido ahora, cuando por fin me he asentado en Barcelona, cuando más me ha despertado la nostalgia... Quizá la pandemia tampoco ha ayudado (el saber que no podía bajar cuando quisiera a ver a mi familia y amigos), pero el caso es que así ha sido. Y sí, claro, ha influido. De hecho, sin ser una obra autobiográfica, recorre los espacios que yo he habitado (Alemania, Argentina, Estados Unidos...), pero también he ‘robado’ muchas historias de otras personas. Por ejemplo, tengo unos vecinos que son de origen murciano y su relato familiar es, en esencia, el mismo que estamos intentado contar.

¿Le ha pasado eso de empezar a valorar más su tierra una vez se ha marchado de ella?

¡Claro! Y eso que al principio estás más centrada en intentar adaptarte a tu nuevo hábitat; intentando no desarraigarte de tu hogar, sí, pero volcada en lo que tienes por delante. Sin embargo, igual mientras antes me preocupaba perder el acento, ahora como que me esfuerzo en marcarlo para decir: «¡Eh! Que soy de Murcia [Risas]. Pero sí, nunca sabes cuál va a ser el disparador de la nostalgia, e igual te suena supercursi, pero para mí ahora volver y ver el cielo de Murcia es lo más fuerte..., o el olor a naranjo. O el carácter afable de la gente cuando paseas por la calle. Son las pequeñas cosas las que nos marcan.

Y entre estas vivencias personales y lo que ha ido recogiendo por el camino ha construido la historia de la familia del Campo de Cartagena que protagoniza Mi cuerpo será camino.

Claro. En cada uno de los personajes he ‘volcado’ diferentes historias: desde las de gente que hemos querido mucho y que nos ha cuidado en Alemania a las de personas que descubrimos en Argentina con relatos migrantes muy diversos. Pero, bueno, también hay otras historias mucho más reconocibles para el público general, como la de Juana de León, con una vida muy similar a la de Concha Piquer.

La puesta en escena del texto también es cosa de familia... No sé si ha podido asistir a los ensayos, pero ¿cómo está viendo la traslación de su escrito a las tablas (que siempre es algo que a los autores les genera cierta incertidumbre)?

Pues no he podido venir hasta hace poquito, y estas últimas semanas estaba que me mordía las uñas [Risas]. Pero el primer encuentro con el montaje fue muy emocionante, y te diré: tanto por las cosas que eran tal y como yo me las había imaginado como por las que me han sorprendido. En cualquier caso, lo que más me ha impactado es darme cuenta de que es real, de que las palabras que había escrito estaban sonando de verdad gracias a un equipo de actores y actrices impresionante; es una sensación muy bonita.

El reparto de 'Mi cuerpo será camino'. L. O.

Por cierto, son seis actores pero que se encargan de dar vida a varias generaciones (con varios papeles cada uno). ¿Por que ha querido abarcar un espacio de tiempo tan amplio?

Porque al final lo que quería era contar la historia del siglo XX desde Murcia hacia fuera y de vuelta a casa. Desde el tío Ginés, que se va a hacer las Américas a finales del XIX, hasta Mia, el último miembro de esta familia, que nace ya en nuestro tiempo. El viaje es tan largo porque es el símbolo de toda la migración que ha habido en nuestra tierra; de hecho, no es tanto el relato de una familia como una colección de muchas historias que, como fotografías, nos dejan una visión, creo que amplia, de la migración y de lo que es el arraigo a una tierra. Es el diálogo entre todas estas aventuras personales –el que no vuelve, el que vuelve pronto, etc.– el que va construyendo Mi cuerpo será camino.

La obra incluye numerosos guiños a la cultura popular de cada época (especialmente musicales). Antes me hablaba, por ejemplo, de Concha Piquer. ¿Qué pretendía con ello? ¿Es una forma de ubicar al espectador?

Sí, por supuesto: una parte esencial de esta decisión era que a partir de la música consiguiéramos ubicar la época sin que hiciera falta que lo dijéramos explícitamente. Pero, mas allá de eso, creo que la fuerza de ciertas canciones reside en que su simbolismo es mucho mayor de lo que pudiera parecer, ya que han acompañado al suceder del siglo XX. Además, en la actualidad hay mucha gente joven interesada en recuperar esa cultura popular, con un potencial poético, liberador e incluso revolucionario tremendo. Aquí en Murcia tenemos, por ejemplo, a Lidia García y su podcast ¡Ay, campaneras!, que nos redescubre el mundo de la copla desde un punto de vista queer. Y luego hay una parte muy personal en todo esto: mi madre ha sido coplera toda su vida y yo me he criado escuchándola cantar [Risas]. 

Ahora que hablamos de las referencias a la cultura popular... el título (imagino que no es casualidad) es un verso de Mediterráneo, de Serrat, que justo acaba de anunciar su retirada de los escenarios, por cierto...

Sí [Ríe]. Pues mira, Mediterráneo fue literalmente un descubrimiento para mí, y hace un año –cuando empecé a escribir la obra– ni mucho menos imaginé que acabaría titulándose como un verso suyo. Para mí era la típica canción que le gustaba a la gente más mayor y que a mí no me resonaba por dentro, pero un día me hizo clic... Hasta el punto de que me sugirió la primera imagen de Mi cuerpo será camino: uno de los personajes es la abuela Carmen, que aunque nació en Murcia nunca conoció el mar Mediterráneo porque se exilió con su familia cuando tenía cuatro años. Y de repente la vi a ella escuchando a Serrat e imaginando cómo sería el Mediterráneo. De esa chispa surge toda la obra.

Como autora, ¿qué le gustaría que el público extrajera de Mi cuerpo será camino? Todavía nos cuesta mucho ver que, aunque hoy seamos mayoritariamente un país receptor, no siempre fue así; que no fuimos tan distintos a los que hoy buscan en España refugio o simplemente una oportunidad. Imagino que la cosa va por ahí...

Claro. Al final –aunque lo que ocurre también tenga mucho que ver con sentimientos como el amor, la soledad o la nostalgia–, la idea es que hagamos memoria y seamos más empáticos; que pongamos la humanidad por delante. Que dejemos de pensar en el inmigrante como un numero más, sino como una persona con una historia detrás en la que es muy posible que haya mucho dolor, pero también felicidad por el sueño que comienza. Y que recordemos que hace demasiado poco tiempo que éramos nosotros quienes vivíamos esa situación, y que no podemos permitirnos pensar que, como ahora somos unos privilegiados, nos vamos a olvidar de todo aquello. Pensemos en cómo nos tendieron la mano y que ahora nos toca a nosotros.

De todas formas, en la nota de prensa que nos ha enviado Antonio [Saura] se dice que «más allá de nuestra tierra, sigue existiendo un hermanamiento y una nostalgia», lo cual es un mensaje positivo y hasta de ánimo.

Sí. Porque en Mi cuerpo será camino hay amargura, claro, pero también mucho humor y ternura. Pero el mensaje final no es en ningún caso moralista; la idea es seguir abriendo interrogantes, incitar al debate interno o externo. Y abrazar todas esas historias de las que hemos hablado y a nuestra tierra, a Murcia.

'Mi cuerpo será camino'

Fecha: Hoy, 20.00 horas.

Lugar: Teatro Villa, Molina de Segura.

Precio: 15 euros.