«La ciudad, la huerta y la luz». Esos son los tres ingredientes con los que Antonio Balibrea lleva cuarenta años trabajando al servicio de la pintura, en general, y de Murcia, en particular. Así lo entiende al menos el alcalde de la capital del Segura, José Antonio Serrano, quien ayer presentó junto al artista una muestra retrospectiva –titulada, claro, Cuatro décadas– que ya puede visitarse hasta el próximo 14 de diciembre en la sala de exposición de La Glorieta.

En ella se repasa el trabajo de Balibrea casi desde que, con apenas 11 años –allá por el año 1963– visitara por primera vez el estudio de José María Almela Costa, considerado como «uno de los mejores pintores costumbristas de la Región del siglo XX», apunta Álvaro Peña, comisario de la muestra. En él el joven Balibrea encontraría en su arte una fuente de inspiración y aprendizaje, y hoy, más de ‘cuatro décadas’ después, «nos aparece con toda esa sabiduría que sólo el conocedor de la técnica y explorador de los paisajes murcianos con años de experiencia puede atesorar», afirma el también coordinador del Área de Artes Plásticas de la Concejalía de Cultura.

Más concretamente, la exposición incluye obra datada entre 1980 y 2020, un amplio muestrario de ese costumbrismo tan apreciado por estos lares y que, en el caso de Balibrea, cristaliza en lienzos –en su mayoría pintados al óleo– que, «aunque creados hace algunos años, siguen siendo actualidad y representan la realidad de nuestro entorno. Es nuestro paisaje –a veces muy cotidiano–, nuestra memoria y nuestras raíces», explicó Serrano.

Antonio Balibrea (i) charla con José Antonio Serrano y Álvaro Peña. Ayto. Murcia

En cualquier caso, si por algo se ha caracterizado siempre el costumbrismo de Balibrea es porque nunca se ha quedado anclado en el paisajismo, y esta muestra es un buen ejemplo de ello. Hay retratos, como el de la huertana María (2008); hay estampas cotidianas, como Jugando en el jardín (1998) y Tres murcianas (1999); entornos urbanos, como los que muestra en Viernes Santo (1998) y El beso por San Pedro (2008), ambos dedicados a la Semana Santa murciana, y hay incluso bodegones, como Dos y dos (1991) y Crisantemos con membrillos (2004).

El reencuentro con su Murcia

También conviene aclarar el porqué de la horquilla temporal escogida para esta retrospectiva, ya que las primeras pinceladas de Balibrea llegan antes de 1980. Sin embargo, muy joven, el murciano se traslada a Barcelona por cuestiones laborales. Era 1969 y en la Ciudad Condal permanece durante algo más de una década; etapa que le sirve para continuar con su formación –tras pasar por la Escuela de Artes y Oficios de Murcia, donde conoce el óleo, la acuarela y el pastel– y dejarse influenciar por una pléyade de artistas que no dudan en acogerlo como uno más: Daura, Francisco Torneró, Pedro Bueno, etc.

Desde mediados de los setenta, Balibrea comienza a protagonizar exposiciones en Barcelona, hasta que finalmente vuelve a Murcia en 1980; retorno que motiva «un nuevo encuentro con el paisaje y aire murciano que nunca olvidó, al que ahora muestra un sentido diferente y más cercano con su tierra, en especial con esos lugares entrañables que a él le gusta encontrar y plasmar, en su cuaderno de notas o su paleta directa», se apunta en el dossier que completa el proyecto expositivo.

De ahí que para Serrano sea todo un «honor» y un «privilegio» poder presentar esta muestra en el consistorio de la capital del Segura y, para Peña, una declaración de intenciones: «Es un acercamiento al trabajo de un artista completo que, además, desea seguir trabajando en su línea, en esa línea que tanto nos gusta». Sean entonces muchos años más.