El Warm Up Days será recordado como el comienzo de la nueva normalidad - también el de la consagración definitiva de Viva Suecia -, pero quizás no esté resultando del todo. Demasiadas horas sin las suficientes comodidades. Se sacrificó a Kuve, tal vez también a Carlos Sadness, y casi a Varry Brava. Debieron pensar que ponerlos a partir de las tres de la tarde sería como un tardeo de esos que se llevaban tanto, pero tal vez habría sido mejor ajustar el horario (casi dos horas para el cambio de Mando Diao es inaceptable si no hay otras opciones, y falta sitio en las terrazas). Demencial ese afán por vaciarle los bolsillos a la gente; encima la entrada del día costaba casi lo que un abono de un festival. Quizá por eso la segunda jornada tuvo menor afluencia. A excepción de Viva Suecia, ninguna propuesta anterior consiguió sacar a toda la gente de las terrazas.

Si ya con su primer elepé Viva Suecia eran capaces de hacer tambalear la estabilidad emocional del público, ahora siguen manteniendo esa turbadora capacidad melodramática. La ventaja añadida es poder picotear en un repertorio mucho más amplio cargado de excelentes canciones. Han escalado hasta alcanzar en pocos años, pandemia de por medio, el estatus de cabeza de cartel. Todo eso hay que ganárselo, que el público te responda, y lo han superado con nota. La gente quería estar en la arena y cantar hasta la extenuación los himnos de los ‘suecos’ (curioso que antes de ellos tocara un grupo sueco de verdad, Mando Diao, a los que pulverizaron), una auténtica muralla de sonido. Son una banda de emociones, y su concierto se deslizó entre las desoladas entonaciones de Rafa Val y esos crescendos con toda la banda apurando al límite las notas sin mover los ritmos, perfectamente ajustados. Únicos a la hora de hacer creíble esa sombría belleza a la que cantan. Inmensos.

Dos aficionadas de Viva Suecia. Juan Carlos Caval

Canciones como Necesitamos tanto (con la que empezaron), Los Años, A dónde ir, La Voz del Presidente (¿no te remite a Deluxe y en Que no ese piano sugiriendo a Coldplay?) y Días Amables apuestan fuerte por la narración de historias cotidianas, con las que su público se identifica, enmarcadas en memorables melodías. Pomposidad y grandilocuencia bien entendidas. La recta final (Lo que te mereces, Bien por ti con todo el público cantando su logrado estribillo -"Miento cuando digo que te miento cuando digo que te miento cuando digo que me hace falta espacio"-, y Amar el conflicto) fue un cierre perfecto. Que la gente se desviva por cantar a pulmón incluso con mascarilla da buena cuenta de su tremendo potencial. «Todos sentimos lo mismo» , dijo Rafa. "El destino ha querido que nuestro primer concierto con todos de pie sea en Murcia, y eso es maravilloso". Viva Suecia es espíritu de festival. Apabulla su actitud y su rabia sobre el escenario, y, por si no era suficiente, han incorporado a Rodrigo Cominero (teclista), que tan pronto está a las teclas, como agarra la guitarra o se arranca a cantar unas notas de La Sirenita, apoyando la defensa del Mar Menor.

Rafa Val y sus chicos nos dejaron el cuerpo hecho un colador por obra de su ultraterrenal contundencia y consistencia, aplicadas férreamente a unos temas enormes, que se sostienen prácticamente solos. No han inventado la pólvora, pero nadie como ellos, con permiso de Vetusta Morla, para elevar esa maníaca aleación de indie pop y rock a la esfera de octavo arte. Viva Suecia poseen la facultad de calar hasta el tuétano, más allá de estilos, guiños y rituales, de dejar a su público en una nubecilla de aturdido éxtasis. La gente se volvía literalmente loca con sus canciones. Uno de los mejores conciertos que han pasado por el festival. Se ganaron los galones. Simplemente sensacionales.

Imagen del concierto de Mando Diao. Juan Carlos Caval

 Volantazos

Defraudaron un tanto Mando Diao, cuyo cilicio escocía pero no convencía. Sonaron sólidos y robustos como una roca, pero faltos de estribillos con los que empujar, con demasiadas paradas entre temas y algunos volantazos que fueron una constante en el concierto, desconcertando. Parecían un poco perdidos o perjudicados. Abrieron con Black Saturday, evocando a los Stones y, Björn Dixgård pareció salir enfadado lanzando por el aire el soporte de la guitarra. La furia con la que acometieron el primera tema terminó con dos cuerdas rotas y mostraba una actitud que auguraba un fenomenal concierto, pero su empecinamiento para prender la participación del público acabó lastrando el ritmo del show. Vaya turra con las palmas, y preguntarnos si nos gusta el rock and roll. ¡Pues claro, ráscale y cállate, Bjorn! El repertorio estuvo algo deslavazado, el sonido les quedó monótono, y la pegada inicial terminó por perder fuerza. Claro que hubo momentos reseñables, como Down in the Past o el zarpazo garajero de Long Before Rock ‘n’ Roll. Pero la mayor parte les quedó un tanto rutinario; ni siquiera consiguieron que Dance with Somebody o Gloria sonasen compactas. Me quedo con la bonita balada soulera acústica Ochrasy, que podría sugerir a unos Primal Scream (desde luego molan más en plan negroide )y mostró la voz resquebrajada de Bjorn, con la que apenas pudo llegar al final del show. No le quedó voz para ir de ‘killer’. Una noche más (o menos). La próxima vez que vengan, lo mismo te sale más a cuenta irte al cine.

Llegó la ‘Hora Hortera’

No hacía falta ser adivino para intuir el desenlace con los glamurosos Varry Brava que les precedieron. Llegó la ‘Hora Hortera’. La gente que se arremolinó en torno a ellos reventó de placer. Envidiables la garra en vivo y la facilidad de seguir creando contagiosos estribillos a mil por hora, con la pose justa para no caer en el ridículo. Un ejercicio de saber hacer y divertir, tan necesario en un festival que les pone en el centro de atención después de una trayectoria dilatada siempre ascendente. Varry Brava son la fiesta, siempre serán necesarios. Han nacido con una flor en el culo, que se dice. Reírse y pasarlo bien con ellos, esa es la cuestión. Hubo positivismo desde el principio con Mi mejor momento; lanzaron una buena cadena de himnos rompepistas: Plisdongou, con alusión al tema de KC and The Sunshine Band; Fantasmas, en la línea de Tino Casal; reivindicaron lo hortera a lo Fiebre del sábado noche y las bolas de espejos con la infalible No gires, para echar el cierre (no, qué rollo, aún hay ganas de bailar) con un extasiado final, La Ruta Del Amor, homenaje a la ruta del bakalao. ¡Hu- Ha! Hedonismo fundamentalista. Y el resultado no engaña. Me pregunto como los verían en Shibuya. De Varry Brava cabe esperar todo lo impensable. A la felicidad por el baile.

 Antes, Carlos Sadness esparció alegría y colorido musical para acompañar la tarde implantando su pop tropical de fantasía. "Murcia es la capital del ‘Tropical Jesús’. A disfrutar la nueva realidad", se despidió el barcelonés, ukelele en ristre. "Muchísima electricidad", nos deseó en clave de desahogo festivalero con Nata y chocolate, para un mundo feliz y en soleada armonía.

El synth-pop de Kuve (alter-ego de la murciana Maryan Frutos) proporcionó los primeros bailes del día, cumpliendo sobradamente con la siempre difícil misión de abrir la jornada de un festival, y dejó con las ganas de verla más en este nuevo impulso.