Cine de verano

Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992)

Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992)

Drácula de Bram Stoker (Francis Ford Coppola, 1992) / L.O.

Héctor Uroz

El último coletazo de genialidad de un Coppola que había dado ya todo lo mejor de sí mismo, es una película comercial y, al mismo tiempo, un ataque de autor 100% artesanal. El Padrino I y II son de lo que más me ha podido llenar los sentidos delante de una pantalla (me gusta muchísimo menos Apocalypse Now) aunque, en mi orden vital, Drácula seguramente la vi antes.

Todo es excesivo, casi estrafalario, y deja huella, como la música de Wojciech Kilar y la canción de Annie Lennox. La primera mitad es antológica, y en la segunda, aunque decae, hay incluso espacio para un inspirado homenaje al nacimiento del cine. Presentada como la adaptación más fidedigna de la novela (al menos, en comparación con sus predecesoras), cuenta con algunas ocurrencias añadidas, entre las que destaca el factor amor en las motivaciones de Drácula (y es, justamente, su romanticismo, en todas sus acepciones, lo que más chirría del film). En todo caso, resulta indudable que consiguió hacer algo distinto, a partir de un cúmulo de referencias, con uno de los personajes con más apariciones en el celuloide.

Aunque ya había dado muestras de sus dotes con anterioridad, la mayoría conocimos aquí al monstruo de Gary Oldman. Anthony Hopkins, como Van Helsing, es puro magnetismo, y Winona Ryder hace, como nadie, de Winona Ryder. De todas las malas actuaciones de Keanu Reeves, esta es de las peores, aunque no logra estropear la escena con las brujas del conde (con Monica Bellucci a la cabeza), el momento más erótico de una película muy sensual (atención al personaje de Lucy).