Atrapado en el tiempo

Al mejor film de Frank Capra no hecho por Frank Capra lo conocemos, curiosamente y en buena medida, por su título original, El Día de la Marmota, incluido para siempre, como expresión, en nuestro vocabulario para referir algo repetitivo. Aunque su trama es profundamente invernal, yo la vi en un cine de verano en plena pubertad. Pero cuanto más la revisito (cosa que sucede al menos una vez al año), más cosas le encuentro. Y eso es signo inequívoco de que nos encontramos ante uno de esos ejemplares únicos en su especie. 

La fábula de Punxstawnwey se encuentra entre mis cintas favoritas. Y, que nadie se confunda, porque pese a contar con decenas de escenas hilarantes, no se trata solo de una comedia: es una de las películas más complejas que, sin parecerlo a simple vista, jamás se han hecho. Y lo es en estructura (el guion es, sencillamente, perfecto y dificilísimo), y en su trasfondo. Es un ensayo metafísico existencialista, y la mejor representación del hastío de la rutina que se ha hecho nunca. Y pese a esconder tanta amargura, su final te deja siempre con un mejor estado de ánimo. Es tan universal que todos vemos algo nuestro en ella. 

Bill Murray ya nos había conquistado con Los Cazafantasmas y Los fantasmas atacan al jefe, pero aquí asistimos a su deificación, aunque se pasase toda la filmación a la gresca y sin hablarse con el director, compañero suyo (y escritor) en la primera. El efecto Harrison Ford en Blade Runner (y el de Murray en todas sus películas), es decir, actor cuya incomodidad con en el rodaje traspasa la pantalla optimizando, paradójicamente, el personaje, le vino de fábula aquí al cínico y hastiado Sísifo hombre del tiempo.